El discurso del Rey
Por Sergio C. Fanjul.
Reyes ha habido de todo tipo: breves, terribles, hechizados, locos, también, cómo no, tartamudos. Fue el caso de Jorge VI, el padre de la actual reina Isabel. El discurso del rey, dirigida por Tom Hooper y con guión de David Seidler, narra la historia de este héroe por accidente que tuvo que sentarse en el trono en una época bien jodida, la del estallido de la segunda guerra mundial, para suceder a su hermano, que abdicó para casarse con una divorciada de Baltimore. Una época en la que, a la sazón, la retórica política aún soliviantaba a las masas y la radio comenzaba a introducirla en cualquier hogar. La época de los febriles discursos de Hitler en el Berlín imperial.
Una peli de superación, con Colin Firth en el papel del rey que tiene que superar su tartamudez y su complejo ante la histórica tarea que se le presenta y que para ello, después de mucha búsqueda, contrata los eficazes servicios del Dr. Logue, interpretado por Geoffrey Rush, interpretaciones ambas creíbles, como la de la reina Isabel, interpretada por Helena Carter Bonham. El Dr. Logue es un hombre irreverente, heterodoxo, procedente del mundo del teatro, un personaje fresco que, a veces, peca de demasiado buen rollismo en el guión y tiene algunos de detalles de bufón de comedieta en su relación con el atormentado rey para congraciarse fácilmente don el espectador.
A pesar de todo, es una película correcta, una película de guión que además recrea el ambiente opresivo, neblinoso, algo dickensiano aún de la Gran Bretaña de la época. A veces la trama se vuelve también algo espesa y torpe, no avanza, por ejemplo en los momentos en los que se centra demasiado en la entrenamiento de la mecánica bucal del monarca o en la emotiva e interminable escena final, que también peca de un exceso de buen rollismo más propio de una comedia familiar de Disney o de una de la tele después de comer, circunstancias que a veces solo salvan los excelentes diálogos.
No me interpreten mal: El discurso del rey es una película precisa y absorbente, un producto típicamente inglés, de escuadra y cartabón, que ya se prefigura como una firme candidata a los Oscar, muy especialmente con el papel del Colin Firth, que es de esos que ablandan el tierno corazón de los académicos, y que tal vez merecerá. Eso sí, esta sobre todo hay que verla en versión original.
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