Fish Tank: ¿realismo social?
Por María González.
A medio camino entre el cine de Ken Loach y un telefilm de esos que ponen después de comer, Fish Tank (Cameo Media) segundo largometraje de la británica Andrea Arnold, deja una sensación extraña en el espectador, a ratos incómoda. La verdad es que no sabría decir si buena o mala… En cualquier caso, no indiferente.
La historia no es nada original y podría decirse que está bastante trillada. Mia, una adolescente conflictiva de Essex, zona suburbial de clase obrera al este de Londres, vive con su madre y su hermana pequeña, enfadadas entre ellas y enfadada con el mundo en general. Su único sueño: salir de allí, de esa “Pecera” que da título a la película (y que no es otra cosa sino su barrio y su propia vida) para convertirse en bailarina de hip hop.
En constante actitud tensa y agresiva, en los primeros planos la cámara sigue a Mia en distintas situaciones que nos dibujan a grandes rasgos su entorno y contextualizan la historia. Discusiones con chicas de su edad, enfrentamientos con una madre más preocupada por ella misma y sus fiestas que por sus hijas, bailes frenéticos de hip hop que Mia ensaya sola en un edificio abandonado… Atmósfera deprimente, sí, pero muy cinematográfica y propia de películas encuadradas dentro del llamado “realismo social” que, sin embargo, la directora pinta esta vez con colores chillones, acordes con la estética “rapera” de la protagonista. Y aquí la primera característica que diferencia el film de otros con historias similares, pero rodados frecuentemente para televisión: la estética. Se trata de una estética muy cuidada, con una cierta poesía en las imágenes y en algunas metáforas que se dejan entrever, como en el propio título de la película o en esa yegua, “atada” como ella, que Mia intenta liberar en distintas ocasiones.
La segunda característica que destaca en esta película tiene que ver con las interpretaciones. Son unas actuaciones muy logradas y que consiguen, pese a lo exagerado en matices antipáticos de la mayoría de personajes, que te los acabes creyendo.
Podría decirse que la debutante Katie Jarvis borda el papel de Mia, del mismo modo que Kierston Wareing hace muy “odiable” a la madre, o Michael Fassbinder interpreta a la perfección el papel de Connor. ¿Que quién es Connor? Pues Connor es el personaje que da un vuelco a la historia a mitad del metraje. Aparece como nuevo e “ideal” novio de la madre y parece ser el contrapunto, masculino (cómo no), que les hacía falta a las tres mujeres para suplir la falta de cariño y comprensión en sus vidas. Con él, Mia experimenta sentimientos de atracción, celos, decepción… en definitiva, de amor, o de algo que ella cree que es amor. Y es que, claro está, no todo iba a ser tan gris y deprimente en la peli… sobre todo si además de hacer cine “social” se quiere llegar al gran público.
En cuanto a las comparaciones que tanto gustan a la crítica, se ha dicho de Fish Tank que se asemeja al cine de Ken Loach, e incluso que la directora es alumna aventajada del representante indiscutible del “realismo social” británico. Podría ser, pero viendo que Andrea Arnorld no incluye en su película ningún tinte político, ninguna marcada crítica o denuncia, y tampoco ninguna moraleja, encuentro ciertamente complicada la comparación. Fish Tank no deja de ser la historia de una chica, una historia archiconocida, con sorprendente final, eso sí, que como ya avisábamos antes, no dejará a nadie indiferente.