Carlos Santana: porque le da la gana
Por Antonio Gómez Antoranz
Carlos Santana nos parece un perdido de la vida y, en muchos sentidos, lo es. Estamos ante un artista que ha pasado por todos los estadios posibles del rock-star y que, por si fuera poco, se encuentra en el panteón de las momias de la guitarra, ni más ni menos que en el puesto numero 15, según la revista Rolling Stone.
Una pena en todo caso, porque he visto pocas carreras acabar peor que la de Santana. El otro día escuché por la radio que iba a publicar un nuevo disco. Quizá por curiosidad, quizá por un cierto morbo, me hice con él. ¿Resultado? Pues una experiencia un tanto dolorosa que va creciendo según vamos adentrándonos y escuchando los mismos errores que viene cometiendo el de Jalisco últimamente.
En este álbum, el Santana se cruza con los Maná (insoportables) y con Morritos Tyler (Aerosmooth) para acabar revolcándose con una infatigable Tina Turner. En definitiva, un mejunje en el que, cuando uno pulsa por fin el stop, no sabe si se ha parado el disco o se ha quitado un peso de encima, porque empalaga, oigan, y mucho.
Si por alguna razón nos entran ganas de fijarnos en las canciones, la cosa emperora todavía más. ¿Que qué nos encontramos? Adivinen: ritmos caribeños mezclados con bochornos pop en spanglish. Eso sí, con una excelente producción en la que se ha invertido un pastizal.
Ustedes me dirán que Santana es un buen guitarrista y yo les diré que si, que lo es, pero que ya no sabe hacer discos. Y si no, ¿a qué viene juntarse con ese grupo de artistas disparatados? Entiendo que el genio tiene que reinventarse, pero Santana lleva años haciendo duetos para chupar del trabajo de otros y eso le quita la honra.
Supongo que este disco te puede gustar si tienes más de 50 años, conduces un descapotable y traficas con hembras, pero para el resto de los mortales la experiencia es desquiciante. La maldición de los Grammy sigue haciendo de las suyas: artista multi-galardonado, artista perdido para siempre.