Dos miradas sobre Todo lo que tú quieras (II)
Por Alfredo Llopico.
Podemos llegar a entender que un ejecutivo agresivo de éxito con una vida convencional decida travestirse al quedarse viudo repentinamente porque su hija de cuatro años le pide que le haga de madre sustituta en la privacidad de su vida familiar. Que decida traspasar la frontera y romper con sus tabúes para hacerlo de puertas afuera enfrentándose al juicio de familiares, amigos, compañeros de trabajo e incluso arriesgarse a perder la tutela de su hija resulta, cuanto menos, insólito.
Pero ese es el pretexto argumental que Achero Mañas utiliza para sorprendernos en Todo lo que tú quieras, una propuesta inusual sobre los sentimientos más profundos, un retrato sensible y duro, un cuidado drama que reivindica el amor, en este caso paterno filial, en situaciones límite, una reflexión sobre la identidad y los cambios de rol en la vida moderna.
A pesar de lo forzado de la situación el personaje de Juan Diego Botto aporta dignidad y clase a un personaje que podía haber resultado poco creíble, pero que resulta cercano y nos hace empatizar en su particular causa, para darnos cuenta de lo dolorosos que pueden llegar a ser los prejuicios con los que aún cargamos cuando tenemos delante a alguien que no actúa como pensamos que debiera, aunque nunca hayamos experimentado la situación que juzgamos.
Nunca he tenido claro si las campañas de sensibilización son realmente útiles a la hora de romper con un prejuicio, con un tabú. Las ideas se resisten a cambiar, como si estuviesen cinceladas en nuestro entendimiento, que a veces es duro como el mármol. Por eso creo sólo una situación límite será capaz de hacer estallar en mil pedazos esa idea grabada a fuego en nuestro inconsciente y generarnos un conflicto.
Eso es lo que vemos en Todo lo que tú quieras. Sentimos resistencia a la hora de derrumbar los prejuicios y somos intolerantes al juzgar situaciones que desconocemos sin dedicar el menor esfuerzo a ponernos en el lugar del otro. De ese modo nos sentirnos más cómodos porque con demasiada frecuencia nos resulta difícil entender que cada uno de nosotros, como afirma el propio Mañas, somos un ser exclusivo y único y que los prejuicios nos impiden ver a las personas de verdad.
Lo importante son los lazos afectivos, independientemente de la ideología o de la condición sexual. Pero desafortunadamente todavía hay sectores que consideran que todo lo que se sale de la ortodoxia es una aberración. Sin embargo, es imposible no conmoverse al ver esta película, una fábula en definitiva para reflexionar sobre la sociedad de hoy en día que a mí me emocionó.
Lea aquí la crítica de Rabanal Taylor de Todo lo que tú quieras.