Erika Bornay: “Perdí mi última inocencia durante la guerra de Bosnia”
La sensibilidad y los íntimos matices humanos son algunos de los ingredientes que hacen de ‘Lunes en la calle Slova’ (Sd Edicions) un relato especial. La novela de Erika Bornay es una historia pequeña y cuidada, ya que es en las cosas menudas, en las miradas y en las minúsculas derrotas personales de los protagonistas, soportadas sólo con el empuje del día a día, donde alcanza su plenitud. No obstante, la narración también se enfrenta cara a cara con temas de tinte mucho más épico, como son el amor que se resquebraja, las heridas del pasado que nunca han dejado de sangrar y la terrible guerra de Bosnia. De hecho, la historia ocurre en la Vall del Baç de 1999 y en plena Guerra de los Balcanes allá por 1992 en forma de flashback. Más allá de la trama, el relato hace un esfuerzo por cuidar y entender a sus tres personajes principales: una mujer catalana, su marido, que regenta un restaurante, y una chica bosnia que conoce a la pareja en las postrimerías del siglo XX. El encuentro entre las dos mujeres no es para nada casual y tiene un efecto balsámico en ambas. Y es que, según la autora, “siempre necesitamos en algún momento de nuestras vidas que alguien o algo nos rescate”.
Además de escribir esta y otras obras de ficción, Erika Bornay es profesora de historia del arte en la Universidad de Barcelona y miembro de la Asociación Internacional de Críticos del Arte. También es autora de ensayos en los que la relación histórica entre el arte y la mujer constituyen uno de los ejes centrales. La escritora nos habla de lo que supuso dar vida a ‘Lunes en la calle Slova’.
“Siempre he intentado que en mis novelas exista un plus de información cultural, histórica o de arte”
Pregunta: ¿Por qué eligió el conflicto de Bosnia para retratar el dolor que provocan las cicatrices del pasado?
Respuesta: Este conflicto, que tuvo lugar entre los años 1992-1995, me impresionó mucho. Me afectó. Todavía tengo presente en mi memoria la imagen desolada de familias enteras huyendo por las montañas. Después de la perversidad del nazismo con sus campos de exterminio, pensé que aquello ya no podía volver a pasar en una Europa próspera que me parecía civilizada. En realidad aquellos días perdí mi última inocencia.
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