Alfonso Lombana: “Las humanidades tienen un componente terapéutico”
José Luis Trullo.– Alfonso Lombana, doctor en Filología, es Investigador Marie Curie en la Universidad Complutense de Madrid. Además de su actividad docente, actualmente está realizando una investigación en profundidad acerca del humanista del renacimiento Jano Panonio (o Janus Pannonius, como se le conocía en la época). Fruto de esta ingente tarea de exhumación ya ha publicado dos libros, Fortiter in fide –un discurso que pronunció el autor ante el papa de Roma- y Un libro sobre Janus Pannonius, en el cual repasa los principales hitos de su biografía y su producción literaria. Lombana emula a los humanistas del Renacimiento en este compromiso con el legado cultural europeo, cuyas riquezas nunca acabaremos de conocer del todo, tal es su número. Hablamos con él acerca de su trabajo y del valor del humanismo para una sociedad que parece atenta únicamente a los valores técnicos y materiales, dando la espalda a los intelectuales y espirituales.
-¿Qué encontramos en «Un libro sobre Janus Pannonius»?
En líneas generales se puede decir que es una monografía sobre este autor húngaro que escribió en lengua latina. En España es un personaje aún poco conocido, pero en realidad es un escritor de primera fila. En Hungría, además, tiene una importancia cultural muy grande. Aunque escribiera en latín, se le considera el primer gran escritor con nombre y apellidos, y se aprenden sus poemas en el colegio de memoria.
-¿Qué le llevó a escribirlo?
¡Hacía falta un libro sobre Janus Pannonius! ¿Cómo uno de los humanistas latinos más importantes del siglo XV podía ser tan desconocido en España? ¡Esto había que cambiarlo! Es más… La relación de Janus Pannonius con España, aunque no lo parezca, es muy grande.
¿En qué sentido?
En muchos, realmente. Se me ocurren, así de primeras, dos ejemplos. Por un lado, la escritora Clara Janés Nadal fue premiada con el premio de poesía Janus Pannonius. Y, por otro lado, en Sevilla se conservan dos de los manuscritos más importantes de este escritor. Hernando Colón, que era por cierto lector del Panonio, compró estos manuscritos en Europa y se los trajo a la Biblioteca Colombina. Es decir, recuperar a Janus Pannonius es recuperar parte de nuestro patrimonio también. Además de una oportunidad excelente para apreciar un humanista extremadamente conocido en su época.
-A la luz del perfil de Pannonius, ¿qué papel jugaba el humanista en la sociedad de su época?
¡Central! Su tío lo envió a Italia para estudiar con uno de los maestros más importantes que haya habido jamás: Guarino de Verona. Allí, Janus despuntó por su talento literario y su valía poética. De vuelta en Hungría, además, asumió responsabilidades políticas. Fue incluso embajador del rey ante la Santa Sede. Los discursos de esta legación, por cierto, están conservados en Sevilla también. Recientemente he tenido el honor de editarlos por primera vez y son una fuente inagotable e interesantísima, además de una obra literaria magistral
-¿Pueden los intelectuales del siglo XXI aprender alguna lección de los humanistas del XV y el XVI? En tal caso, ¿cuál sería?
¡Sin duda! En primer lugar, creo que la gran lección que nos dan los humanistas del XV es su versatilidad. Lo vemos en Janus Pannonius: estudiante excelente, admirable traductor, brillante político… ¡y obispo de Cincoinglesias, una de las diócesis más importantes de su tiempo! Hoy en día cuesta encontrar personalidades con estas habilidades y capacidades.
-¿Cuál es su opinión respecto a la vigencia de la gran tradición cultural europea? ¿Posee valores aún válidos? ¿Hay que revisarlos? ¿Cancelarlos?
Es una pregunta difícil… ¿cuáles son los valores de la gran tradición cultural europea? Creo que es importante huir de categorías y de espacios estancos. Los valores mutan, crecen, se emancipan. Además, la tradición siempre mira hacia adelante. Guarino de Verona, por ejemplo, rehuía las tradiciones medievales de su escuela y prefirió recuperar las obras de los primeros padres… o bendecir la poesía lasciva de Beccadelli antes que defender a Próspero de Aquitania. La tradición es irse dando la mano unos a otros, generosamente… pero siempre volando libres. La tradición nunca puede verse constreñida por el dictado del pasado. Ni revisarla, ni cancelarla. Oigamos estos valores, pensemos si nos gustan, pero dejémoslos volar sin apropiarnos de ellos.
-Y en cuanto a los saberes, ¿estima que merece ser recuperado el modelo arquetípico del humanista renacentista, que priorizaba la utilidad social y la transversalidad intelectual por encima de la erudición científica y la especialización académica, o estima preferible proseguir con el que pone el énfasis sobre los aspectos más filológicos y técnicos?
Sin ninguna duda. Es más, creo que precisamente por este énfasis que usted dice hemos llegado al punto de estandarizar la afirmación de que las humanidades no tienen utilidad y que no sirven para nada. Pero, fíjese… en parte estoy de acuerdo, tal y como se estudian hoy las humanidades.
¿A qué se refiere?
El estudio de las humanidades es algo muy difícil, hay que saber muchas cosas. En términos contemporáneos hablamos de un sinfín de habilidades «duras»: conocimientos de lenguas, de filosofía, de historia, de crítica textual… Sin embargo, especialmente desde el siglo XIX, todas las «habilidades duras» necesarias para estudiar las humanidades han dejado de ser una herramienta para convertirse en un fin. ¿De qué sirve todo esto si queda sin aplicar o solo sirve para el regocijo personal?
– ¿Es el humanismo un paradigma aún válido en una época en que se postulan teorías que abjuran de la centralidad del hombre en el cosmos, o incluso que apuestan por superarlo en aras de propuestas transhumanistas?
A pesar de ser experto en el Renacimiento, lo cierto es que el término humanismo me despierta muchas veces inquietudes: es transparente y oscuro por igual, como pasa con la obra de Lorca. No lo sé. Creo que el humanismo, si es que podemos hablar de un paradigma, debe proponer a la sociedad una visión de la vida posible y creíble, en la que el ser humano sea más humano que ser. Y sigo pensando, como dijo Janus Pannonius precisamente en su epigrama CXXI: «el arte ayudó a mis nervios» (ars iuvit nervos). Las humanidades, entre otras cosas, aportan humanidad; tienen un componente terapéutico. Si el humanismo se convierte en embajador de dicha humanidad, creo entonces firmemente en que es un paradigma válido para nuestros días.