Entre Shandys y Bartlebys. Entrevista con Enrique Vila-Matas
Por Chus Sanesteban.
Enrique Vila-Matas ( Barcelona, 1948 ) es uno de esos autores imprescindibles, uno de los que hacen falta. Personaje que se reinventa a través de lo que lee, lector que escribe, crítico literario de lo que está leyendo, aquel que escribía para dejar de ser escritor.
¿Sufre en su vida real el mal de Montano?
No, en absoluto. El mal de Montano es una ficción ideada para escapar de Bartleby y compañía, libro que, al hablar de los escritores que dejan de escribir, parecía querer conducirme a que dejara de escribir yo también. Para no caer en ese hondo silencio, me fui al otro extremo: ideé a Montano, un hombre tan enfermo de literatura que no puede dejar de escribir.
¿Ha escrito alguna vez un libro de poemas?
No, pero en algunas de mis novelas supe encontrar momentos en los que no resultaba inoportuno permitir la entrada de lo poético.
Conoció a Marguerite Duras. ¿Cómo fue?
Antes de escribir Paris no se acaba nunca me lo preguntaban constantemente, sobre todo en las entrevistas radiofónicas. Entonces decidí escribir un libro para contar mi relación con Marguerite Duras en mis años de bohemia en París. Contarlo de forma exhaustiva en ese libro y evitar así que volvieran a preguntármelo. Pero desde que publiqué Paris no se acaba nunca aún me lo preguntan más.
Es evidente la influencia de Herman Melville y su obra Bartleby, el escribiente (1853) en usted. ¿Cómo la describiría?
No puede hablarse de influencia sino de adopción. Adopté la frase que dice siempre el escribiente Bartleby cuando le encargan algo en la oficina: “Preferiría no hacerlo”. La adopté y de paso la adapté a la personalidad de los escritores que renuncian a escribir, que prefieren no hacerlo. Me deslumbraba en esos días el No. Porque el Sí me parecía –me sigue pareciendo- muy tedioso.
El viajero más lento (1992-2011) lleva como subtítulo “El arte de no terminar nada” ¿Se considera usted una persona así?
¿Un viajero lento que no termina nada? Sólo a veces.
Su última obra, Una vida absolutamente maravillosa, se abre con un ensayo “Alemania en otoño”. ¿Qué relación tiene éste con Camilo José Cela?
“Alemania en otoño” es un diario de mi viaje de veinte días en1989 aAlemania. No sabía nada de alemán y no me enteraba apenas de nada. Viajé con mi editor alemán y un traductor que no estaba dispuesto a traducirme todo el rato que lo ocurría. La primera noche, en la soledad de mi cuarto de hotel, en Hamburgo, encendí la televisión y vi que no entendía nada de las noticias. Al ver que en la televisión alemana aparecía Cela, pensé que se había muerto. Y no, era que le habían dado el Nobel.
En esta misma obra, otro de los ensayos lleva por título “Entrevistas inventadas”. ¿A quién le hubiese gustado entrevistar y qué le preguntaría?
Prefiero que las entrevistas me las encarguen.
¿Qué significó para usted ser distinguido recientemente en León con el Premio Leteo?
Una gran alegría por venir de jóvenes poetas de León que llevan haciendo una muy interesante labor cultural, no siempre apreciada en su propia ciudad.
“Tócala otra vez, Chet”
Chet Baker piensa en su arte es un ensayo narrado, perteneciente al género de la crítica ficción. Nada tiene que ver con un film de Bogart.
Podría describirnos lo que está viendo, escuchando, sintiendo…
¿Ahora mismo? Atardece en Barcelona, lo veo a través de la ventana que está a la derecha de mi escritorio. En mi cinta de música –que me sirve para escribir- está sonando I Shall Be Released cantada por Beth Rowley. Siento que todo está en orden.