La trilogía de Ralf König
Por Isabel Camblor.
La visión de Ralf König, que sin duda ha contribuido a abrir muchos ojos, a conocer de cerca el universo gay y a sacarlo del getto, es especialmente valiosa cuando se propone cuestionar cualquier cosa que él considere indigna. En la que yo percibo como su obra maestra por excelencia: Oh, genio. El velo en el semillero del vicio, el autor se introdujo en un Afganistán enfermizo, dispuesto a dar una lección a los extremistas de turno; ahora, en sus últimos trabajos, aun sin lograr la brillante calidad de aquel álbum, también se concentra principalmente en la crítica satírica y obtiene un resultado muy notable.
Con la misma energía y carácter que lo definen, König vuelve a seducirnos con estas dos primeras partes de lo que será una trilogía bíblica. Hay un definitivo alejamiento del contenido gay a favor del cuestionamiento religioso pero continúa dentro del registro satírico y lúcido al que nos tiene acostumbrados.
Si en Prototipo, el primer álbum de la serie, hay una puesta en cuestión directa de la figura del Creador, en Arquetipo, König se muestra bastante más indulgente con Dios, al cual nos presenta ya bastante fatigado y con ganas de retirarse, visto el tipo de elementos que ha creado (y encima a su imagen y semejanza). Molesto por la insistencia del talibán de Noé, que se empeña en que destruya su obra con un necesario aguacero que la ahogue definitivamente, Yahvé toma la determinación de montarle un numerito muy creativo (por algo Él es el creador con mayúsculas), a ver si deja ya de dar la lata. Si además consigue que su tozudo siervo renuncie a atosigar a los sufridos sodomitas y gomorritas –entre los cuales, sospechosamente, veremos mezclarse algunas noches al barbudo fanático y malhumorado Noé- miel sobre hojuelas.
El Noé de König nos recuerda un poco al senador republicano Roy Ashburn, destacado opositor a los derechos de los gays, recientemente pillado infraganti al salir de un bar de homosexuales de la ciudad de Sacramento. No es nada nuevo: la viga en el ojo ajeno. Pero König tiene la virtud de mostrarlo con frescura y fuerza renovadas, que invitan no sólo a la risa sino, sobre todo, a la reflexión. Si es cierto que a veces el genio toca con su halo a unos pocos afortunados, no me cabe duda de que König se halla entre ellos.
Quedamos ahora a la espera del final de la trilogía del Génesis, que está al caer, y que completará esta incisiva visión bíblica de König, producida a base de lúcidos pensamientos y divertidísimos diálogos.