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[Seminci 2011] Crónica 2: De crisálidas, mujeres y hombres, niñatos y revoluciones culturales

 
Por Aurora Pimentel Igea.

 

Monsieur Lazhar (2011)

En la primera crónica no tuve espacio para comentar Monsieur Lazhar (2011) de Philippe Falardeau, de lo mejor que se ha proyectado.  Esta película cuenta la historia de un argelino refugiado que se ofrece para dar clases en Montreal en un colegio donde ha ocurrido un suceso bastante desagradable. Esta cinta no va ni de choques culturales ni tampoco de civilización de alianzas, sino de humanidades. Hay niños (y mayores) costreñidos por la corrección política escolar imperante, esa estabulación actual de tener que patologizar todo  y no poder hablar claro, de considerar violencia hasta el juego infantil del rey de la montaña. En medio del invierno, y de ese invernadero que es el colegio, excesivamente feminizado, Bachir Lazhar hace dictados e intenta que las crisálidas, aún en el capullo, se expongan algo a la vida sin volcar él en ellos tristeza o desesperanza.  Hay una suave insinuación de romance –parece mentira que el gesto de subir un cuello de un abrigo pueda decir tanto-, y es, en definitiva, una película estupenda que gustará muy especialmente a quienes se dedican a la enseñanza.

 




Le gamin au vélo (2011)



Le gamin au vélo (2011) de Jean –Pierre y Luc Dardenne trata de Cyril, un pobre chaval al que su padre ha dejado en una institución, pues no tiene la menor intención de hacerse cargo. Al chico le cuesta aceptarlo, se encuentra con una peluquera rubia y guapa (Cecile de France) a la que le pide que sea su familia de acogida y ésta hace lo que puede. Al contrario que la cinta anterior, aquí la violencia ya no está aniquilida, ves que va a formar parte de la vida del chaval y que éste necesita un padre como el agua.

 

La peluquera tiene más valor que el alcoyano, no tira la toalla, y al final hay esperanza. Es una historia preciosa muy bien contada y ha sido muy aplaudida en la proyección del lunes por la mañana.

 

 



Stealing Summers (2011)


Stealing Summers (2011) dirigida por el español  David Martin Porres cuenta en cambio una historia de tres niñatos yanquis en Buenos Aires. Como los tres han podido ir a buenas universidades, tienen el pasaporte estadounidense, se pasan el día bebiendo, fumando porros y sin hacer nada, les espanta la perspectiva de que se les acabe el chollo y tener que encontrar un trabajo de 9 a 5. Así que  intentan hacer “algo”. ¿Y qué se les ocurre? Un robo, que es una idea de gran valentía y radicalidad vital para quien lo ha tenido casi todo fácil, y especialmente muy cinematográfica. Todo esto en el marco del superclásico, el partido River frente a Boca, de una amistad que puede traicionarse y de personas que se preguntan si se quieren (¿?) tras menos de 24 horas de haberse conocido y acostado. O sea, seguramente un acertado retrato y trama de sofisticados cosmopolitas con una adolescencia muy prolongada. Quizás, pues, recomendable para quienes les guste este tipo de cuadros de jóvenes irresponsables con supuestas pretensiones de buscar algo más que vivir sin dar un palo al agua.

 

 

Shan Zha Shu Zhi Lian (2011)

Frente a ellos, la historia de Shan Zha Shu Zhi Lian (2011) de Zhang Yimou, traducido como Bajo el espino blanco (2011), situada en la China de la revolución cultural de Mao, es verdaderemante una historia de constraste para nuestros ojos occidentales. El amor nace entre una chica hija de un preso político enviada a reeducarse en el campo y un hijo de un alto cargo del régimen. Todo es muy lento, delicado, lleno de miradas, una chica monísima y de una ingenuidad  impresionante –un poquito pava-, un chico que la trata estupendamente y que es muy guapo. Precioso además el paisaje, increíble el adoctrinamiento bajo el que viven sometidos, la pobreza, lo que se quieren y lo difícll que lo tienen los protagonistas, él un verdadero santo que acepta esperar dos años hasta que ella se afiance en su trabajo. Ya digo que después de haber visto Stealing Summer (2011) es como la otra cara de la moneda en cierto modo, el otro extremo. Y a la vez te preguntas si el ritmo, lo que cuenta y cómo lo hace, pueden llegar a atraer al cine a nosotros, occidentales, que para algunas cosas tenemos ya muy dura la piel, quizás para nuestra desgracia, que vamos muy rápido. Es posible que necesitemos una revolución de sensibilidades en este campo, no lo sé. En todo caso a mí se me ha hecho un pelín larga.

 

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