Entrevista a Artur Balder en Nueva York
Entrevista realizada por Rebeca García Nieto.
Artur Balder es un escritor y director de cine español afincado en Nueva York. Es autor de varios libros para público adolescente, editados por Random House Mondadori, y varias sagas de ficción histórica, publicadas por Edhasa. Como cineasta, en 2010 realizó el documental Little Spain, sobre los emigrantes españoles en Nueva York.
1. Muy pocos escritores pueden enorgullecerse de dominar la lengua como Artur Balder, capaz de hacer soñar a los niños, como lo hizo en La piedra del Monarca, y de estremecer a los adultos con las escenas que aparecen en la Tetralogía de Teotoburgo. ¿Cree que su habilidad en el manejo de los diferentes registros de la lengua está relacionada con su amplia formación académica? Según tengo entendido, estudiaste Historia, Periodismo y Bellas Artes.
Es posible. La Historia aporta mucho al individuo, y siempre he creído a pies juntillas esa frase de Goethe, que decía que si no se conocen a fondo los últimos dos mil años de historia de la humanidad, se es un ignorante. Supongo que Goethe exageraba para llamar la atención sobre el hecho de que la formación histórica aporta un substrato al individuo que difícilmente puede conseguir si se estanca en una sola rama. La especialización extrema me causa desconfianza, y en general he comprobado que crea personas infelices, porque aunque son expertas en un campo concreto, la ignorancia humanística les crea infelicidad en cuanto les resulta difícil entender muchas facetas de la vida cotidiana tanto exterior como interior como personas. Pero para serle sincero otras facetas han sido espontáneas o basadas en una praxis. No acabé mis estudios de Bellas Artes en Valencia, pero aprendí todo lo que yo consideraba que era necesario para abordar mi pintura; respecto al Periodismo, fue algo inevitable porque tenía afición a escribir desde muy joven, con lo que, a pesar de que al principio mis artículos carecían de forma, fue fácil adaptarse a las reglas del medio.
2. Muchos críticos literarios, y no pocos escritores, consideran la literatura fantástica como un género menor o, al menos, como un género en decadencia. ¿Está de acuerdo con los que creen que ya no hay autores de la talla de Tolkien o C.S. Lewis?
Sucede con el hacerse adulto algo misterioso en algunas personas: tienden a discriminar las actitudes intelectuales, considerando a unas superiores a otras. Personalmente, creo que esto es un grandísimo error y sólo revela falta de sensibilidad y carencia de sentido común en quienes compartan este criterio. El problema, por otro lado, en favor de algunos de estos prejuicios críticos, procede de la actitud con la que los editores han buscado el éxito fácil explotando indiscriminadamente el género. Esto ha revertido negativamente tanto en la apreciación del mismo como en la calidad de lo publicado. Junto a estas pulsiones de publicación masiva llegan los oportunistas del género, autores que no son auténticamente literatos, sino sólo proyectistas al servicio de editores, y aquí también entran agentes literarios a los que se les encargan directamente esta clase de “buscas”. Esto ha puesto en tela de juicio el género, y con razón. En España, desgraciadamente, un país en el que se ha hecho muy poco por la literatura fantástica, hay falta de criterio editorial, y hay editoriales que han abusado directamente de su conexión con los centros escolares para vender libros que obviamente no aportan nada a la literatura. Personalmente, la estrategia de márketing según la cual cierta editorial introducía directamente a sus escritores en las aulas, me ha parecido con doble filo y hasta inmoral. Si fuese padre, no me gustaría que jugasen con la vulnerabilidad del criterio no formado de mi hijo o hija simplemente con el objeto de venderle el libro, simplemente para sacarle el dinero, así de sencillo. Al final, el objetivo ha sido netamente mercantilista. A su vez, hay mucho que decir de la dirección de las divisiones dedicadas a literatura infantil y juvenil. En el caso de Random House Mondadori, se ha apreciado un giro radical en la gestión de esta producción con el relevo que ha tomado Juan Díaz al frente de la división de infantil y juvenil respecto a cómo se hacía todo unos años atrás… Es curioso, pero no deja de ser cierto que la historia de la literatura también depende y mucho de los editores. Desgraciadamente, se sigue creyendo demasiado en el gestor literariamente ineficiente pero que vende sus números a los medios tamizando los errores editoriales, frente al verdadero editor que es capaz de apreciar el valor trascendente de lo que se publica y cómo ello influye en otras vidas.
3. Algo similar está sucediendo con la novela histórica. Para muchos críticos, no goza de buena reputación, ya que parece que cualquiera que se documente suficientemente sobre un tema y cuente con una promoción editorial adecuada puede escribir un best seller. Sin embargo, en mi opinión, no podemos olvidarnos de novelas históricas de calidad como Yo, Claudio. ¿Qué hace que un personaje como Angus de Metz, protagonista de las Crónicas de Widukind, se encuentre a la altura de personajes como el Claudio de Robert Graves?
Creo que Angus, un monje benedictino extremadamente devoto con una naturaleza benigna confrontada con la contemplación de la crueldad extrema, nunca podría ni desearía estar a la altura de Claudio, un emperador retirado que recuerda sus memorias entre el estupor jocoso y la serena desvergüenza de un filósofo republicano, y desde luego tienen poco en común. El caso de las Crónicas de Widukind es en mi opinión un buen ejemplo de lo que no es una novela histórica. Para empezar, subrayo que el manuscrito dividido en tres partes es una (apócrifa) crónica medieval escrita por el propio Angus. Tiene muchos puntos en común con una novela histórica, y hasta lo parece a simple vista. Pero el escenario elegido lo es por una razón que está detrás de la mera escenificación, valga la redundancia. Todo en las Crónicas de Widukind es idea, es lucha de ideas, los personajes son alegóricos, los símbolos se contraponen e incluso hay un cierto uso del leitmotiv, para introducir la técnica de composición musical de Wagner en lo que se refiere a mi técnica de composición literaria. Se trata de una exposición filosófica, en mi opinión liviana y hasta, por ello, entretenida, de una idea que puede ser considerada tan descabellada como cierta, tan permisible como intolerable. En torno a la pugna entre cristianismo y paganismo se articula la lucha del integrismo religioso de la Edad Media, y esas dos ideas van creando sus símbolos históricos y a su vez alrededor de estos símbolos históricos, personificados a uno y otro lado en polos opuestos por Carlomagno y por Widukind, se articulan los matices de la idea unitaria. Creo que hay una influencia de Oswald Spengler en mi método constructivo, puesto que para mi forma de componer la novela es fundamental el estudio de las formas subyacentes a los acontecimientos concretos de la Historia, la exposición de la superestructura dentro de la cual fluyen todos los acontecimientos históricos particulares. Hay una especie de orden absoluto oculto tras el hecho, y eso me fascina. Sin embargo, no puede quedarse en la mera exposición eidético e ideológica, y el suceso, la narración del mismo, son necesarios para exponer toda la estructura unitaria de una idea que subyace al texto entero. Los personajes cantan del mismo modo que, en el fluir de un drama musical, los actores deben interpelarse y sobrevivir al peso de la estructura en movimiento de los símbolos, siempre organizada gracias a las apariciones de los leitmotiv.
4. Eres un artista polifacético: músico, pintor, escritor y cineasta. Te iniciaste en la música, ¿cómo se refleja eso en tu obra literaria? ¿Hay huellas de esas otras disciplinas artísticas en tu narrativa?
La música siempre ha sido importante para mí, pero durante un período de mi vida fue como el alimento principal, lo esencial. Pasé tantas horas analizando las partituras de El Anillo del Nibelungo que al acostarme a dormir y cerrar los ojos no veía otra cosa que caóticas sucesiones de tresillos, seisillos, claves y arcos imposibles abrazando indescifrables armonías. Estudié armonía, composición, contrapunto, un buen trecho de instrumentación, siempre orientado hacia la composición y la dirección de la orquesta. Creo que gracias al estudio de música obtuve un sentido para la forma que no lo da ninguna otra de las artes. La música es el arte abstracto por antonomasia. Sensaciones, sentimientos e ideas son capaces de articularse gracias a estructuras sonoras horizontales y verticales, o combinaciones de ambas. Estas no son más que sumas de intervalos armónicos o melódicos. Por lo tanto, secuencias matemáticas. La música muestra mejor que ninguna otra arte que existe una relación profundísima entre la proporción y la comunicación del artista. La huella más importante queda patente en el hecho de que la evolución de la forma más importante, la forma sonata, que es la esencia de la mayor parte de los primeros movimientos de casi todas las sinfonías, ha terminado por infiltrarse y dominar mi concepto de la forma de la novela. La relación entre la teoría de composición musical y el uso de los temas con sus transformaciones queda manifiesto en lo que exponía en la respuesta anterior sobre mi concepción de la novela, independientemente de que la apodemos histórica o contemporánea. Toda la estructura de las Crónicas de Widukind podría trasladarse a nuestro mundo de hoy, abandonando el siglo VIII, cambiando el marco temporal, y articulando la historia entre los polos enfrentados del occidente cristiano y el mundo musulmán. Con esto vuelvo a que la forma literaria es crucial, y un hecho algo olvidado o pasado por alto por los críticos, y que mi concepción de la misma sería imposible sin mis estudios de música.
5. Tu pasión por la pintura te ha llevado a realizar el documental Ciria: pronounced Thiria, sobre el pintor José Manuel Ciria, que va a estrenarse en otoño de 2012. En otro lugar has dicho que quieres aportar un punto de vista del mundo del arte visto desde dentro. ¿Qué lo diferencia de otras obras que muestran los pormenores de la creación de una obra de arte, como El sol del membrillo de Víctor Erice?
Siguiendo con tu ejemplo, El sol del membrillo es un documento que ahonda en la relación entre cine y pintura, sirviéndose del pintor como de un ejemplo necesario para la comparación, en pos de la captura de lo real por parte de dos mundos que tienen algo en común. Pero Antonio López es un importante referente del hiperrealismo mientras que Ciria es un importante exponente del expresionismo abstracto, por lo tanto, en la elección está la respuesta. Necesariamente busco cosas totalmente diferentes. Con Ciria el objetivo es lo no fotografiable. Se trata de un ejemplo de la fenomenología abstracta, a la vez, es un texto, en el que las frases han surgido al azar gracias a las respuestas de los entrevistados, y donde el hilo conductor son las preguntas, que el espectador no oirá, porque las hice para obtener las respuestas. El objetivo final es la idea, por encima del vehículo de las imágenes. Además, es cierto que en Ciria se abordan otras cuestiones del mundo del arte, y por eso era importante encontrar voces de insiders, críticos, coleccionistas y artistas son cruciales para entrar en el mundo del arte. En el fondo, el viaje creativo y existencial de un artista como Ciria me recuerda a la epopeya de Zardoz, de John Boorman. Creo que se trata de una exploración de la problemática del artista, en sus relaciones entre individuo y el inconsciente colectivo, de cómo se enfrenta al reto de la supervivencia.
6. Como cineasta nos regalaste el documental Little Spain, dedicado al barrio español de Nueva York desaparecido en los noventa. Pese a ser un documental, por definición realista, has logrado convertir a la Pequeña España en un territorio mítico. Con la cuidada elección de las imágenes has conseguido dotar de vida a un lugar que ya no existe. En mi opinión, los poemas de Lorca que aparecen en el documental contribuyen también a crear ese efecto. ¿Por qué decidiste dedicar Little Spain al poeta español?
Hay varias razones por las cuales los productores y yo estuvimos de acuerdo en dedicar la obra a García Lorca. En primer lugar, ronda la leyenda de que Lorca, al llegar a Nueva York, pasó algún tiempo en uno de los apartamentos del primer piso de La Nacional, como sabes, el centro en el que los españoles se juntaban, fundado en 1868. Este centro, en principio, tuvo carácter benéfico, más tarde fue de reunión social, pero nunca abandonó el espíritu inicial de ayuda al recién llegado. El hecho de que Lorca haya vivido allí, junto con la relación que el poeta tuvo con la ciudad de Nueva York, a la que dedica un poemario ejemplar, así como el final que tuvo Lorca al volver a su amada España, esa España querida pero fragmentaria y en aquellos tiempos en plena convulsión, nos pareció que encerraba toda una metáfora de emigración española, o del periplo que el español seguía a su paso por la metrópolis norteamericana. La historia de emigración española es la historia de unos muchos, pero no tantos como los italianos. Es característico del español su deseo de volver a España. Es cierto que Lorca nunca fue un emigrante en regla, no estaba en sus planes, pero sí que es cierto que se marchó a Nueva York con muchas cosas en común con aquellos que se marchaban en busca de un futuro más prometedor. Creo que Lorca también huía de muchos miedos y fantasmas, y al encontrarse con la máquina despiadada de Manhattan, chirriando a causa de la reciente crisis financiera y el crack, pienso que tuvo una vivencia muy intensa y obviamente deprimente. Dedicarle nuestro trabajo resultaba satisfactorio y al mismo tiempo, en nuestra opinión, acertado, también porque la época en la que Lorca visita Nueva York Little Spain tenía toda la vida que reflejan las fotos, estaba en su mejor momento.
7. Siguiendo con Little Spain… Con los años ese rincón donde sólo se hablaba español se difuminó en la Torre de Babel que es Manhattan. ¿Cree que lo que sucedió con Little Spain es una metáfora de lo que está sucediendo con nuestra literatura? Me refiero a que el mercado editorial de nuestro país parece regirse progresivamente por el modelo anglosajón, que apuesta por productos cada vez más comerciales.
Por supuesto. No es el criterio, sino la carencia de criterio lo que está llevando las cosas a este extremo. Se está entrando en una dinámica que anula el vocabulario y la rica sintaxis del español en aras de una “facilidad de lectura” que es engañosa, y que es simpleza. Los editores a menudo recurren al argumento de que dan a los lectores lo que los lectores demandan, y esto es una verdad a medias. Volviendo a Spengler, las culturas en decadencia demuestran que entran en procesos de involución de los que no pueden escapar por lo que tienen de lógica regresiva. Me recuerda lo que me comenta de nuevo al valor de lo que se publica, y pasa algo semejante con la programación de las televisiones. Los directores de contenido insisten en que “le dan a la audiencia lo que la audiencia pide”. Esto es otra verdad a medias. Llega un punto en que la audiencia no puede ver nada que sea de cierta calidad, porque los directores de programación en el fondo van a la baja y a lo fácil, y esto hace que el público cada vez demande menos porque se pierde el público y va quedando un nivel cultural empobrecido gracias a la propia dinámica a la que el colectivo es sometido por la aparente ley ecuánime de oferta y demanda.
8. Hablando de lenguas… Tus novelas han sido traducidas a siete idiomas, ¿te encargas también de la traducción?, ¿supervisas, de algún modo, el proceso de traducción o dejas ese trabajo en manos de otros?
Salvo las traducciones al inglés o al alemán, no superviso ninguna otra. El Evangelio de la Espada, primera entrega de las Crónicas de Widukind, aparecerá en alemán a principios de año, y La Piedra del Monarca, se está traduciendo al inglés para su publicación a finales de 2012. Estas traducciones sí que las tengo supervisadas muy de cerca, porque puedo defenderme bien en ambos idiomas y eso me posibilita tomar decisiones relacionadas con el estilo. Sin embargo, con los idiomas pasan cosas curiosas. El Evangelio de la Espada es una obra temible al ser leída en alemán, mientras que La Piedra del Monarca gana inocencia en inglés… lo que demuestra que la lengua, en sí, con su sonoridad y posibilidad sintáctica, también aporta algo nuevo e incontrolable a una obra.
9. ¿Cómo fue su experiencia como inmigrante? La comunidad española de Manhattan retratada en el documental estaba formada por 30.000 personas. Sé de primera mano que las cosas ahora son muy diferentes. Ahora los españoles estamos dispersos por la Gran Manzana, eso hace que los inicios en la ciudad sean duros…
La valoro como uno de los momentos más importantes de mi vida. Me marché de España con muchos problemas a mis espaldas, y me fui con la intención de dar un giro radical a mi vida, de avanzar, iba con el espíritu de los aventureros y de los emigrantes del pasado siglo. Creo que esto cambia las cosas. Fui con mucho brío, sin ganas de mirar atrás y sin ganas de volver a España. Iba en busca del punto de no retorno, hacia lo desconocido y en cierto modo quemé los puentes a mis espaldas, para evitar ser traicionado por mi propia cobardía y no cejar en mis empeños. Fue duro. Pero maravilloso. Me gustan las situaciones límite, y eso me llevó a un nuevo territorio de mi mismo que desconocía y gracias a ello creo que crecí como persona y por lo tanto como artista. No estuve en contacto apenas con españoles, sin embargo, fueron descendientes de españoles (es decir, Spanish-americans) los que me tendieron la mano, así como buenos amigos judíos, como David Frenkel. Uno de esos españoles-americanos fue Robert Sanfiz, el abogado que rescató a La Nacional de su extinción hace unos años, y el verdadero protagonista -si por protagonista de una película se entiende el héroe de la misma- de Little Spain. Después conocí a José Manuel, que era vecino en el Village, en quien encontré a un buen amigo, y así poco a poco el círculo se va ampliando.
10. Además de su documental sobre José Manuel Ciria, ¿nos puede hablar un poco de sus próximos proyectos?
El siguiente paso supongo que es el que, siguiendo la teoría formal de Spengler citada, se perfila como consecuencia inevitable de lo que ya he hecho. Por eso creo que la historia, al menos en su devenir superestrutural y salvando el espacio para los acontecimientos aleatorios, encierra una lógica, y mi historia personal no escapa a esa lógica. El siguiente paso como creador, tras los documentales y una forma narrativa de las novelas casi basada en la influencia de la forma sonata propia de las operas de Wagner… es inevitablemente el cine de ficción. Supongo que serán dramas no musicales. Y Manhattan es el escenario ideal para esos dramas, algunos de los cuales ya están casi acabados. De modo que veo muy lejana la posibilidad de tener unas largas vacaciones.