Eilen Jewell, la reina de las canciones solitarias
Desde la montañas de Idaho regresa Eilen Jewell, una de esas voces perfectas para protagonizar la banda sonora de un viaje por el desierto. A sus 32 años la cantante puede presumir de haberse convertido en una de las grandes esperanzas de la nueva música norteamericana. Bueno, no tan nueva. Bebedora de las viejas tradiciones del country y el folk, la artista ha sabido recoger la mejor de cada casa y convertirlo en una propuesta fresca, que disfrutan tanto los más puristas del lugar como aquellos abiertos a las nuevas tendencias. Música de bar, de barra americana con whisky y cerveza hasta altas horas de la madrugada. Música salpicada por esa voz dulce de una Jewell, ante la que es imposible no rendirse a sus pies.
Un año más la artista acude a su cita con el estudio y nos trae un nuevo trabajo cargado de guitarras, baterías arenosas y una voz dulce y calmada, que a ratos recuerda a Lucinda Williams, a ratos a clásicos de la música norteamericana como Loretta Lynn. Precisamente, esta última protagonizó el último proyecto discográfico de Jewell, que hace un año se saco de la manga un disco tributo a Loretta, en el que rock&roll y country se daban la mano en composiciones que no superaban los dos minutos. Una mezcla que resume perfectamente la carrera de Eilen, quien siempre soñó con comandar una banda de rockabilly clásico.
Ahora puede decir que ha cumplido su sueño. Junto a la incansable compositora siempre le acompañan sus tres fieles pistoleros, a saber, Jason Beck a la batería, Jerry Miller a la guitarra eléctrica y Johnny Sciascia al contrabajo. Una formación clásica, directa, que recuerda a los años cincuenta y sesenta, y que deja ese regusto a rock&roll de club. Sólo hace falta escuchar la genial versión del “Shakin’ All Over” (un tema original de Johnny Kidd) que se marcó la artista para su último álbum, Sea of Tears. Pura dinamita guitarrera al servicio del ritmo y el baile.
Ahora, con la lección aprendida, Jewell se atreve con nuevos instrumentos, que dan ese toque rockanrollero a un sonido netamente country. Saxofones, violines y alguna que otra aparición estelar, hacen de Queen of The Minor Key una nueva apuesta de la de Idaho por los sonidos tradicionales, pero pasados por el tamiz de la actualidad. Sonidos que raspan como el asfalto, que dejan huella a fuerza de arrastrar el sentimiento.
“Somos como Bonnie & Clyde” susurra Jewell en “I Remember You”. Y como en una película de policías y ladrones se lanza a la caza del rockabilly (“Queen of The Minor Key”) y las guitarras que silban al horizonte (“That’s Where I’m Going”), del surf-rock instrumental que desborda por los cuatro costados en apenas minuto y medio (“Radio City”). Sin embargo, si por algo nos seduce la norteamericana es por esa voz cálida, por esa interpretación sencilla que nos hace reconfortarnos con temas como “Santa Fe”. Sensibilidad folk-country con final a la armónica incluido.
A pesar de su desparpajo, la de Idaho no duda en recuperar los sonidos más tradicionales de la música estadounidense. Afincada desde hace unos años en la parte este del continente (concretamente en Massachussets), la norteamericana ha recogido en su ruta de costa a costa a múltiples compañeros de viaje. Empezando por ese violín de Rich Dubois, que sirve de excusa en “Reckless” para recuperar el viejo sonido cajún de fiesta y baile a la vieja usanza.
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Sin embargo, si hay una colaboración en Queen of The Minor Key que merece la pena tener en cuenta, por lo que pueda dar que hablar en el futuro, es la de Zoe Muth. La de Seattle (ciudad convertida en la gran cantera del folk y el country actual), además de prestar su voz al último disco de Jewell, acaba de publicar un segundo trabajo con sus inseparables Lost High Rollers, convirtiéndose de un plumazo en otra de las alumnas aventajadas de la “escuela Lucinda Williams”. Sin duda las voces femeninas tienen mucho que decir en el nuevo panorama de la música de raíces norteamericana.
Empieza a no ser casualidad que años tras año nos topemos con el nuevo trabajo de Eilen Jewell. Artista incansable de la carretera, ya pasó en 2010 por nuestro país para dejar muestra de su buen hacer sobre un escenario. Con una banda perfectamente engrasada, la artista puede gastar sus energías en seguir engatusándonos con su voz templada y sugerente; ya sea en canciones frenéticas que no superan en par de minutos, ya sea en composiciones más dilatadas en las que se deja llevar por el jazz, el blues y el folk. Y, como en un viaje de ida y vuelta, volver a arrancar el coche rebosante de gasolina y verlo como se pierde a lo lejos entre saxofones electrizantes y ritmos que invitan a imitar a John Travolta en Pulp Fiction.