Conversación cabe el fuego con Mario Lourtau
Por Mario Martín.
En las últimas décadas, la región de Extremadura se ha perfilado definitivamente como la matriz de un grupo de autores que, con poéticas muy distintas, prosiguen una línea de poesía reflexiva y de indagación en el lenguaje. Entre las voces más recientemente consolidadas destaca la de Mario Lourtau López (Torrejoncillo, 1976), quien hace pocos días presentó en Madrid su último libro, Quince días de fuego, accésit del Premio Adonáis 2009. En este poemario, el fuego se despliega en todos sus valores de fuerza creadora y destructora de un mundo cíclico, a la vez que como símbolo del impulso vital.
CarasB: En una ocasión dijiste: “Nunca tuve prisa en publicar. Describir / las verdades del alma no es tarea sencilla”. No sé si cambiaste de opinión, pero en los últimos tres años has dado a la imprenta tres poemarios: Donde gravita el hombre (2008), Catálogo de deudores (2009) y Quince días de fuego (2010). ¿Podrías contar algo sobre la gestación de estos tres libros?
Mario Lourtau López: Me considero un escritor tardío que hasta el momento ha tenido la suerte de cara. Estos versos los publiqué en mi primer libro Donde gravita el hombre (Editorial Alhulia), cuando aún no tenía claro que mi poesía siguiese los cauces que ha alcanzado hasta ahora. Este libro recibió una ayuda a la edición, y se percibe en él la inmadurez de mis primeros versos. Abundan los poemas de corte amoroso aunque en su última parte presenta unos versos más sólidos y maduros. Catálogo de deudores fue editado gracias a la Editora Regional, que me ofreció su publicación. Algunos de sus textos habían recibido el premio Porticvs de poesía, y es el libro que mejor ha sabido llegar a los lectores, por la variedad temática y porque en él trato de homenajear a la poesía y a algunos autores que marcaron mis inicios poéticos. Quince días de fuego, publicado por Rialp, recibió un accésit del premio Adonáis, el cual reforzó mi poesía y la dio a conocer en distintos ámbitos. Es el mejor de mis libros hasta ahora. A través del fuego trato de abordar los temas fundamentales de la literatura.
CarasB: Leyéndote se tiene la impresión de una notoria humildad que no abunda en el gremio de poetas. Así, en “Jardín del elegido”, de Catálogo de deudores, te definías como “poeta menor y sin prejuicios”. Diríase que tienes una definición muy alta de lo que significa ser poeta y casi no te atreverías a sentirte como tal, sino como un servidor del “dios de la palabra”, como dices en ese mismo poema.
Mario Lourtau López: Moverme en los terrenos de la vanidad nunca ha sido mi estilo. Debemos huir del elogio fácil y de creernos superiores por el mero hecho de escribir poesía. Tengo claro que llegar a ser un gran poeta sólo está reservado a unos cuantos, y es el tiempo el que pone a cada escritor en su lugar; son nuestras propias palabras las que marcarán el camino, pero siempre avanzando desde la humildad y la sencillez.
CarasB: Destaca en tu poesía el dominio del ritmo acentual y el control de la eufonía y musicalidad de los versos. Se tiene al leerte una impresión de versos que se extienden con naturalidad, como las olas que rompen en la playa, según la imagen que utilizas en el poema “Palabras”, de Catálogo de deudores. ¿Qué puedes decir al respecto?
Mario Lourtau López: Al margen del fondo y del tono del poema, considero fundamental el ritmo y la musicalidad de los versos, cómo suena el poema al ser leído, y la manera en que las palabras se ofrecen al lector. Hacer que la lectura fluya de forma natural es una de mis mayores preocupaciones, para eso utilizo un tono cercano a lo conversacional, valiéndome de un vocabulario sencillo pero evocador.
CarasB: Por otra parte, me gustaría conocer tu opinión respecto a otras poéticas que muestran una mayor desconfianza hacia el lenguaje y que piensan que sólo violentándolo podemos alcanzar significados inéditos.
Mario Lourtau López: Soy partidario de toda experimentación poética (yo mismo no renuncio a hacerlo). El lenguaje está ahí para alterarlo, para jugar con él y probar nuevas texturas, buscar fórmulas que se adapten a los lectores, si bien, me encuentro más cómodo con las poéticas que no transgreden el lenguaje hasta violentarlo. No me gusta dudar de si lo que tengo delante es poesía o, simplemente, algo a lo que se quiere llamar poesía. Para mi no se trata de acumulara sonidos o acumular palabras para formar un poema. La poesía debe ir mucho más allá, debe comunicar y, si es posible, no dejar al lector indiferente.
CarasB: Tu mundo poético está vinculado claramente al paisaje de tu región, a una “tierra de fuego”, donde “el mar de sus campiñas es la dehesa”, según dices en tu poema “Círculo de piedra”, de Quince días de fuego. Tu poesía evoca esa inmensidad de llanuras repetidas pero diferentes, esa falta de espectacularidad pero con valor entrañable que tienen los paisajes de Extremadura, tan difíciles de recoger. Puesto que vives desde hace muchos años en Marruecos, ¿podríamos hablar de una poesía de la nostalgia?
Mario Lourtau López: Efectivamente. Siempre tengo la necesidad de escribir evocando lo vivido, acercándome a los recuerdos a través de la nostalgia, y en este caso, mi tierra, Extremadura, tiene una presencia especial en mis poemas, sobre todo sus paisajes. Sin embargo, me cuesta mucho escribir una poesía del presente. Necesito estar lejos de lo nombrado o de lo que quiero expresar para poder sentirlo con más fuerza y llevarlo al papel.
CarasB: Llama la atención los homenajes que, en Catálogo de deudores, dedicas a tres poetas de tu región como Álvaro Valverde, Basilio
Sánchez y Santos Domínguez. ¿Se trata de amistad o te han influido poéticamente en algún sentido? ¿Hay otros poetas que te sirvan como referentes?
Mario Lourtau López: Cuando te inicias en la poesía leyendo a estos autores, y con el tiempo se convierten en un referente para tu poesía, poco más se puede hacer que agradecer la herencia de sus palabras. Esta deuda contraída con la poesía y con estos poetas, es la que trato de saldar en Catálogo de deudores. Por otra parte, conozco a todos ellos personalmente, y mantengo con todos una buena relación, si bien, nuestras situaciones geográficas sólo nos permiten vernos de vez en cuando. No sólo ellos han marcado mi poesía, también los poetas del 27 y, sobre todo, la generación de los 50 con autores como José Hierro, Claudio Rodríguez, Ángel González, Francisco Brines…etc.
CarasB: En tu primer libro destacaba la importancia de la sexualidad y el erotismo como refugio y salvación frente a la incertidumbre y la grisura de los días, destacadamente en poemas como “Escena con mujer y sexo” o “Como fieras salvajes”. En Catálogo de deudores, la sección central del libro, “Intimidad de las alcobas”, contenía cantos al deseo tan logrados como “Viaje de la luz hacia los cuerpos”. Sin embargo, en Quince días de fuego (cuyo título incluso a algún lector despistado podría hacerle pensar en poemas aún más tórridos) ha desaparecido esta importancia del amor corporal. ¿Se debe ello a la unidad del poemario en torno al tema del tiempo, los ciclos y el fuego o tiene que ver con un cambio de tus intereses como poeta?
Mario Lourtau López: Más bien responde a un cambio de interés como poeta, también a cierta madurez en mi poesía. Aunque, como bien has dicho, abundan en mis primeros libros los poemas amorosos, e incluso eróticos, en Quince días de fuego decidí no abusar de esa temática, y sólo en poemas como “Labios Ignífugos” o “El fuego o la Nevada”, vuelvo a incidir en la idea del amor, pero más desde el desasosiego y la melancolía que como una celebración propia de la adolescencia.
CarasB: El mito de Ícaro aparece en varias ocasiones en tu obra, desde “Ciudad de altos vuelos”, en Donde gravita el hombre a “Ícaro el estoico”, en Quince días de fuego. A mí me evoca una posible definición del oficio de poeta, siempre queriendo alzarse hacia un sueño inalcanzable y viéndose luego postrado en tierra, como el “Albatros” de Baudelaire. ¿Por qué esa atracción hacia el personaje de Ícaro?
Mario Lourtau López: Desde siempre me ha llamado mucho la atención la mitología y los cauces que ésta abre a la poesía. Tal vez con Ícaro, esa sensación de altura y de dominar todo aquello que nos rodea desde el aire, esa capacidad que tenemos de sentirnos libres a través de nuestro propio pensamiento, dejándonos llevar por la imaginación, es la mejor manera de expresar mi universo poético que, por otra parte, es consciente de sus limitaciones, y conocedor de que la vida es la que nos devuelve a nuestro sitio, nos despoja de las plumas y de los espejismos. Esa unión entre lo onírico y lo real es otra constate en mi visión poética.
CarasB: Actualmente trabajas como profesor en el Colegio Español de Rabat. ¿Qué ha aportado el contacto con la cultura marroquí a tu visión como poeta?
Mario Lourtau López: Marruecos ha aportado mucho a mi persona y a mi poesía, principalmente tranquilidad y otra manera de ver las cosas. Sus paisajes, sus monumentos, sus gentes, no se olvidan con facilidad. A pesar de los contrastes sociales, es un país fascinante, que deja una huella profunda. También me ha acercado a la poesía árabe, de la que tenía pocas referencias hasta el momento.
CarasB: En el poema “Quince días de fuego”, que cierra el libro homónimo, se habla de un hombre “que camina sobre el fuego y no se quema”, un hombre algo desengañado que “no espera que la luz vierta en sus manos / la música interior con que los bardos sueñan” sino que parece más cercano a la idea del artífice que pasa los días “forjando las palabras” y contempla los versos como si estos fueran “una brasa eterna”. ¿Podrías adelantarnos hacia dónde se dirige ese hombre y qué nueva forma va dando a esas brasas futuras que serán tus versos?
Mario Lourtau López: Actualmente estoy elaborando mi nuevo libro. Lo estoy haciendo con mucha calma, intentando disfrutar de cada verso. Es un poemario atrevido, una apuesta muy personal en cuanto a temática se refiere. Aunque aún no tiene título, puedo adelantar que se centra en el mundo animal, también en el de los insectos. A través de ellos he creado mi propio imaginario, intentando, una vez más, que sean los poemas los que transmitan al lector una realidad, los que dialoguen con la vida. En la poesía hay que arriesgar, intentar no quedar anquilosado, y ahora creo que es el momento de apostar por este libro.