“Un hombre sin cabeza” y un escritor con infinitas historias.
Por María Anaya (texto)/ Julio Ulanga (fotografía)
El escritor Etgar Keret tiene muy claro de dónde vienen sus influencias, más allá de escritores, corrientes y teorías frías, a él la inspiración le viene de su familia.
Con la “típica familia poco convencional israelí” y el hebreo como herramienta descongelada tras dos mil años viviendo sólo en los textos sagrados, Keret consigue que hilar las historias de sus relatos parezca algo tan normal como comprar el pan.
Frente a la manida pregunta de las influencias, que nadie llega a hacerle, él produce una respuesta que se transforma en varios relatos. En cuestión de minutos nos hace viajar desde la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad, más de la mano de sus padres que de la suya.
Sin un modelo previo a seguir para criar a sus hijos, los padres de Keret se esforzaron por alzar a sus hijos por encima del muro de privaciones (familiares y vitales, no materiales) que ellos no tuvieron ocasión de cruzar. A Etgar le proporcionaron decenas de cuentos orales alimentados de la realidad del Holocausto, de las dificultades para sobrevivir después y de un idioma, el hebreo, más bien impuesto desde Israel a unos progenitores capaces de hablar seis lenguas.
Hay un padre en prácticamente todos los relatos de “Un hombre sin cabeza”, en la mitad de ellos es un hombre muerto y en la otra mitad es un tonto, sin embargo el padre de Keret percibe en todos un cariño que el escritor destila durante toda la entrevista.
Keret apredió de ellos la lección del optimismo sin juicio (en todas las personas se puede encontrar algo generoso y bueno) y hoy ofrece una bella interpretación de esa postura vital en su manera de escribir. El hebreo, un idioma cuya escritura se ha reservado durante miles de años a la Biblia, se puede convertir en herramienta amiga para el escritor de hoy y emplearse en su forma más coloquial para escándalo de algunos educadores israelíes (varios cuentos de Keret han sido incluidos en el sistema nacional de educación israelí).
Se trata de cuentos escritos en hebreo coloquial, un idioma que ha chocado con la actualidad adoptando palabras de otras lenguas, progresando a trompicones. Se trata de una infancia regada por la memoria de sus padres, de la que cada hermano en su familia salió por un camino distinto: una hermana ortodoxa con siete hijos y más de diez nietos a sus 48 años, un hermano de extrema izquierda que escribe un blog de protesta desde su casa/árbol en Tailandia mientras fuma marihuana. Se trata especialmente de un padre que sintió alivio cuando, tras la Segunda Guerra Mundial, la mafia de Nápoles le dio cobijo en un prostíbulo lleno de borrachos, cualquier cosa mejor que aquella guerra…
El resultado: una serie de cuentos religiosos agnósticos, contados en un prostíbulo por un borracho envuelto en una nube de marihuana.
La Editorial Siruela publica este mes Un hombre sin cabeza y otros relatos de Etgar Keret en su colección Nuevos Tiempos