Entrevista a Cristina Morano
Por María Solís.
CRISTINA MORANO (Madrid, 1967): Escritora y diseñadora gráfica actualmente afincada en Murcia, donde trabaja en la agencia Tropa. Su último poemario, El ritual de lo habitual, ha sido publicado por la Editorial Amargord dentro de la Colección Candela. Anteriores fueron, entre otros, los libros La insolencia (Madrid, Universidad Popular José Hierro, 2001); El arte de agarrarse (Ed. La Bella Varsovia, Córdoba -con prólogos de Julia Otxoa y Pablo Gª Casado-) y el artículo sobre las mujeres de Cartagena de la serie “Radiografía de la mujer española” para la revista Yodona. En breve, y si la crisis lo permite, también saldrá al mercado Mirando al este, en Bartleby Ediciones. Su obra forma parte de antologías como Cárcel de amor, proyecto audiovisual (MNCA Reina Sofía 2007) y La manera de recogerse el pelo. Generación blogger, (David González Ed. Madrid, Bartleby Ediciones 2010). Participa en los blogs Poetas en la red, Revista Hache y Generación blogger y ha creado el suyo propio: cristinamorano.blogspot.com o la morano, donde combina textos con poemas visuales.
P: Dices en una nota incluida en tu libro El ritual de lo habitual que su objeto es «promover una reflexión sobre el poder y la obediencia, y el cuerpo como lugar donde se configura esa dialéctica». ¿Por qué elegiste este tema? ¿Cómo nace El ritual de lo habitual?
R: El libro nace en un momento raro en mi vida, en el que por circunstancias personales, era incapaz de hacer poesía introspectiva, íntima. Sin embargo, la necesidad de escribir estaba ahí, intacta, potente, como siempre. Así que un día que no tenía nada que hacer en el trabajo, gracias a la crisis, –le debo muchas cosas a la crisis económica, le debo casi la vida–; abrí el Google y me puse a «versificar» aquellas noticias que me interesaban. Como ya me las había leído casi todas, para no aburrirme, porque este es un proyecto fundamentalmente dirigido a no aburrirme, incidí en aquellas que contenían mujeres y dentro de ellas las que contenían mujeres «malas». Escribí el primero olvidándome de todo lo que sabía de poesía, respetando sólo el texto obtenido en la web de noticias de CNN. El resultado me gustó tanto que escribí 7 u 8 de esa manera en esa misma mañana. Como no quería que fuera un catálogo de maldades escribí uno también sobre una amiga que trabaja de limpiadora y otro sobre mi madre. Intenté conmigo misma y no lo conseguí, todo lo que salía me parecía flojo, a-crítico, o por el contrario, desmesurado para una escritora de provincias. Al día siguiente me encontré con un libro casi terminado que hablaba de las muchas formas que hay de obedecer: la disciplina debida de los militares (01), la obediencia al público (02, 03), la sumisión sobrevenida por las necesidades de la vida (13, 14, 17), el acatamiento ciego de las normas sociales (15), etc. A estos poemas, que ya sumaban unos 15, añadí el retrato de una pija murciana que encontré en el autobús de Granada, y cómo colofón al conflicto del vasallaje, pinté a una hembra que, por excelencia, no conoce la obediencia: una gata.
En cuanto al cuerpo, muchos de sus dolores son somatizaciones de la represión; ya los feminismos (a partir de Judith Butler y otras) han hablado de cómo el género no existe ontológicamente, por sí mismo, sino que se construye con «órdenes», con convenciones sociales, económicas, políticas… una de estas convenciones es la obediencia, el sujeto femenino heterosexual se define por consolar, obedecer, sonreír, escuchar, ser amable… A mí, estos verbos me provocan salpullidos.
Hace unos días, mi amiga Sonia fue al médico para una revisión después de ser madre. Al ver que no se estaba tomando las vitaminas que les recetan a las madres primerizas (¿por qué había de tomarlas? ella estaba bien), le doctor le espetó: «¡No ha obedecido!». Pues claro que no, gilipollas, mi salud es mía. Bueno, esto último lo digo yo; Sonia es más correcta.
P: Titulas el poemario con el nombre de un disco de Jane’s addiction: El ritual de lo habitual. ¿Son, entonces, el poder y la obediencia algo que se construya y se transmita mediante el rito? Y ello tanto en el sentido de acto para reverenciar una realidad como en el de hábito.
R: Sí, para mí, la obediencia al poder es transmitida desde dentro de la educación, de los usos familiares, de la cotidianeidad… por ello esa cotidianeidad deviene en rito: por ejemplo, cuando yo era pequeña, la tarea de poner y quitar la mesa para comer era algo reservado a las mujeres, quienes teníamos que dejar nuestras ocupaciones (estudiar, charlar con las vecinas, coser…) para realizarla mientras el padre esperaba ya sentado. Eso es un rito. Y un coñazo. Yo lo odio. Todavía lo odio.
P: Los sujetos poéticos de todos los poemas son mujeres. Teniendo en cuenta –o no– todo lo que se ha escrito sobre la relación entre mujer y obediencia, ¿cuál es tu opinión al respecto? ¿La obediencia es –o se hace- esencialmente femenina?
R: Hace un año escribí una glosa al poema “Mujeres” de Manuel Vilas. Lo titulé “Hombres” y en él describía, siguiendo el esquema del poema de Vilas sobre las mujeres, la represión que supone la conformación del sujeto masculino en la actualidad. Para mí, al individuo que nace biológicamente masculino, le realizan igualmente las mismas presiones: tiene que seguir un patrón sin el cual nunca llegará a ser un hombre. Tiene que poseer un hogar, engendrar hijos varones, mear en público, llorar en privado, morir lejos de casa en guerras que no entiende nadie, etc. En fin, la formación de los géneros ya la ha analizado Beatriz Preciado, a quien estaba leyendo cuando escribí el libro. Me centré en las mujeres porque me encontré cómoda, quizás algún día haya que escribir el otro Ritual de lo habitual, el que encadena lo masculino a la obediencia.
P: ¿Qué te parece formar parte de una colección como Candela en la que sólo se publica a mujeres?
R: Bueno, es una decisión de la editorial. Junto a Torremozas constituye uno de los pocos lugares donde se pueden encontrar, sistematizadas y catalogadas, un montón de escritoras. Me parece bueno a la hora de sistematizar un canon. Creo que mi libro no tiene nada en común con los otros, porque es una investigación, una especie de poesía temática también… pero junto con los ya editados forma una serie interesante que refleja lo que estamos haciendo ahora mismo en poesía. Pero no me importa que sea sólo de mujeres.
P: Hablan en tus poemas una soldado que emplea la tortura, una modelo anoréxica, una asesina adolescente, una mendiga, una empleada de limpieza de un cine, una pija casadera… Avisas que no pretendes «reproducir su vida ni sus opiniones», pero aunque sean sólo –y nada menos– un «punto de apoyo o inspiración» para tratar el objeto que persigues, ¿a cuál o cuáles te resultó más complejo dar voz?
R: La más compleja fue la gata: imaginar a alguien completamente libre como son los felinos domésticos (los callejeros aún deben fidelidad al paseante que les alimenta ocasionalmente o al macho alpha del territorio, no así los domésticos, que tienen asegurados techo y alimento sin contraprestaciones) me resultaba imposible. Por eso tuve que «limitarla» a describir su casa, la cual se extiende (según los biólogos) a unos 2 km a la redonda. En ese poema está reflejado el asombro que a los humanos nos produce esa falta de ataduras y esos poderosísimos sentidos del gato. Les llamamos Misterio, Arcano, Sensualidad… cuando en realidad sólo se trata de vista y oídos desarrollados.
Otro tipo de complejidad me surgió con el poema de Francisca, la que mató a sus 2 hijitos pequeños. Me daba asco meterme en su piel, me repelía su utilización de la muerte como venganza y, sin embargo, insistí, porque mi instinto me decía que había algo que me interpelaba, que en esa casa había tenido lugar una tragedia relacionada con la obediencia. Encontré en internet la sentencia del juicio y en ella descubrí muchas cosas: esta mujer nunca quiso tener hijos, o en todo caso, quiso tener al primero (al que dejó con vida), pero después lo hizo porque es «lo normal», «lo habitual» en una familia. Esa represión, combinada con un delirio de celos nunca tratado que se prolongaba ya más de dos años, los malos tratos y el uso continuado de cocaína y alcohol, desencadenaron a la bestia. A partir de ahí pude verla como un ser humano llevado al límite. Aunque sea el pequeño límite provinciano y estrecho del ama de casa.
P: ¿Qué obediencia te parece la más aberrante y qué poder el más denunciable?
R: La obediencia asumida. La que ya no distinguimos de nuestro propio cuerpo: la chica que se pone tacones y se maquilla porque cree que eso es lo normal; la que tiene hijos porque sí, por «el reloj biológico» (¿qué coño es eso? ¿se creen que somos animales sin control de nuestros instintos?); la buena mujer que trabaja duro para sacar adelante al país, la buena esposa… mira, te voy a decir el poder que más me saca de mis casillas: el otro día se publicó un informe de la ONU sobre los micro-créditos que se otorgan en el tercer mundo para que las familias organicen pequeños negocios. Según este informe, el dinero prestado a los varones acababa en alcohol y prostitutas, mientras que el prestado a las mujeres, acababa en negocios más o menos florecientes, que estaban contribuyendo a la mejora de sus respectivos países. La ONU recomendaba prestar dinero sólo a mujeres.
Mira, estuve a punto de correr a Bruselas o donde coño esté la ONU y prenderle fuego. Pero cómo es posible. ¿Cómo es posible que las mujeres sigamos siendo «buenas» en tal contexto? ¡¡¡Que le den al país y a los hombres!!! Y las agencias internacionales ¿cómo lo siguen permitiendo? ¿cómo siguen dando pie a que se perpetúe el rol de «ángel del hogar»? La ONU haría mejor en difundir la Asociación del Sari Rosa, ¿la conoces?, se trata de una asociación de mujeres hindúes que salen a «patrullar» en grupo por su comunidad, vestidas con saris rosados y apoyadas en un recio bastón. Cuando ven a alguien maltratando a su familia o vagueando en el bar le dan una paliza entre todas con los palos. ¡Duro y a las costillas! ¡Estas sí que han llevado a cabo la deconstrucción del género! Juaaaaaaaaaaa!!!!
P: Después de tanta bofetada relativa a esa relación viciada entre poder y obediencia, al final del libro incluyes un poema dedicado a la fotógrafa Francesca Woodman, donde parece que se encuentra un amago de salida o al menos una búsqueda de ella, «la creación de un mundo que no desasosiegue». Se ve claramente en estos versos rotundos: «Leer a Lewis Carroll y poner / literalmente el cuerpo al otro lado / del espejo. Y a ver si nos encuentran, / coño, que quien nos busque tenga / que hacer a un lado su propia imagen». ¿Fue esta tu intención al escribir sobre esta fotógrafa y colocar sus poemas precisamente como colofón al poemario?
R: Gracias a mi trabajo como diseñadora gráfica tuve la oportunidad de conocer la obra de Francesca de primera mano; a la comisaria que trajo las fotos de Woodman a Murcia, Isabel Tejeda, nunca le agradeceré lo bastante haber formado parte de ese proyecto. Tuve acceso a los negativos de Francesca, a sus positivados, a su trabajo en la escuela de Providence. Vi sus fotos de niñez, sus retratos, sus vídeos aún desconocidos para el gran público… Francesca constituye para mí, un ejemplo de libertad e inteligencia supremas asumidos hasta las últimas consecuencias por un ser que poseía la lucidez y el talento en su mayor expresión. Realizando el catálogo de Francesca, fui consciente de estar tocando al genio puro, entendiendo el genio como el grado máximo de desarrollo de lo humano.
P: Sin embargo, Francesca Woodman acabó suicidándose (dicen por ahí que por un desengaño amoroso y una crisis creativa), así como Sylvia Plath y Anne Sexton, presentes en uno de tus poemas. También se encuentran en ellos el asesinato, la tortura, la anorexia… Parece que no hay mucho lugar para el optimismo.
R: Acabó suicidándose porque llevar un criterio hasta sus últimas consecuencias suele tener un terrible final, por eso es tan importante auto-perdonarnos y cambiar de idea o de criterio. Por eso es tan importante NO OBEDECER, ni siquiera a nosotros mismos. Pues desobedecer también es eso: cambiar, perdonar, liberarse.
Esa rectificación es la que no fueron capaces de llevar a cabo ninguna de las víctimas del poder: en el caso de Francisca, la hubiera salvado un divorcio a tiempo; en el caso de las militares, la deserción a terceros países; en el caso de Sylvia Plath, la vuelta a Estados Unidos y a sus amigas de siempre; en el caso de las top-models una exigencia contractual para tomar parte en las decisiones estilísticas, etc.
P: En el poema dedicado a Woodman, el más –aunque sea un poco– positivo, tu tono es más lírico, mientras que en los otros es más escueto, cercano con más frecuencia a lo coloquial, aparentemente despojado de artificios, «una apuesta estética alejada de lirismos trasnochados», como dice Héctor Castilla en el prólogo. ¿Qué razones te llevan a esa diferente elección de estilos?
R: La diferencia es por lo que te comentaba: haber conocido su obra y su entorno. Desde el principio el poema surge como un homenaje a ese genio. Por lo tanto debía ser un homenaje a su lenguaje, tomar sus metáforas: vestirse con alas de cisne, con vestidos largos, deslizarse por esas casas líricas y extrañas, trenzarse con su pequeño cuerpecillo de alondra… Ojalá lo haya logrado. Eso en cuanto al Homenaje a FW. El resto del libro es Cristina Morano en estado puro. Me gusta escribir como quien compone un acta notarial. Quiero que el escalofrío y la belleza lleguen al lector al final del poema como consecuencia de su propia reflexión, nunca como explosión verbal en el verso, nunca como floritura.
P: Gracias a tu blog la morano, fuiste una de las elegidas para participar en la antología La manera de recogerse el pelo: Generación Blogger, de David González, publicada en 2010. ¿Por qué decidiste abrir un blog de poesía y cuál ha sido tu experiencia con él?
R: Ma-ra-vi-llo-sa. En un par de años he conseguido lo que no pude hacer en los 10 años que llevo escribiendo. Por fin he podido ponerme en contacto con poetas y editores. Por fin he podido publicar sin filtros. Por fin soy escritora.
Ah, debo aclarar que aunque soy madrileña de nacimiento y de carácter, resido en Murcia desde 1989, y eso me estaba afectando literariamente. Aquí tenía éxito: publiqué 3 libros, daba conferencias, me invitaban a la Universidad… pero todo ello no tenía ninguna repercusión fuera de la provincia, no existía. El devenir poético-crítico tenía lugar en Madrid y Córdoba, allí se gestaban ideas, actos, performances, estilos… a los que yo me sentía muy ligada pero en los que no podía incidir. Me ahogaba.
Tampoco disponía de tiempo y dinero para viajar a lecturas o conferencias; no conocía editores independientes, los concursos no me daban ninguna oportunidad. La presencia de mis versos y de mis fotos en internet ha cambiado todo eso.
P: El hecho de que cualquier persona pueda abrir un blog o hacer pública su obra en una red social, ha provocado que algunos interpreten esa ausencia de filtros como sinónimo rotundo de baja calidad y que desprecien cualquier intento por difundir poesía a través de estos medios. ¿Qué les dirías, tú que has creado junto a otras poetas el punto virtual Poetas en la red, donde se debate precisamente este asunto?
R: Si quieren ver poesía de baja calidad deberían pasarse por una librería. Me duele, me jode que los poetas que supieron ver en la experiencia cotidiana la maravillosa orfandad del ser mortal y por lo tanto doliente, redimible, válido, salvable… agoten su prestigio narrando su vida o su descubrimiento de la religión en poemas cada vez más largos que deberían estar resueltos en un par de versos.
El proyecto Poetas en red nace de la inquietud de Concha García, esa inquietud que tú misma notas en tu pregunta. Es un foro abierto a la discusión ya sea mediante la crítica, la reflexión o mediante la misma poesía. No queremos ser un filtro, sino una invitación a aprender, a considerar y a disfrutar del texto.
P: Vas a publicar con Bartleby Editores el poemario Mirando al este. Danos alguna primicia sobre él.
R: El libro quiere esbozar el intento de una relación amorosa, de ahí el título, con el que me gustaría sugerir un nuevo comienzo. Quiero que sea un libro muy limpio, sin intenciones estilísticas, sociales, mensajes, sin ninguna intención. Quiero que la gente lo tenga en su mesilla de noche, debajo de los condones y los tangas. Que se lean uno o dos versos cuando ya no puedan más y se duerman con el libro en las manos… un libro que les va a hablar de que todo es frágil como la felicidad, como el sueño, como la tierra cuando tiembla… Quiero que sepan que la espalda desnuda de un hombre es un lobezno feliz, o que comerse entre dos una manzana verde constituye un juramento de lealtad tan firme como un anillo de oro.
P: Cuando se publique este libro habrás conseguido en pocos meses tener dos en el mercado y tu inclusión en una antología. ¿Tienes algún otro proyecto en mente o te vas a conceder una temporada de barbecho?
R: Bueeeeeeeno, serán 3: El arte de agarrarse salió en mayo de 2010, junto con la antología; y El ritual de lo habitual ha salido en enero, pero lo cierto es que la antología contiene poemas de hace más de 10 años y El arte de agarrarse lo terminé en 2006. O sea, que lo único reciente es El ritual de lo habitual, porque “Mirando al este” no es seguro que salga en breve… por la crisis. Pero sí, todo lo que he luchado me está dando frutos ahora, ten en cuenta que llevaba 10 años sin publicar nada excepto la plaquette “Próxima estación desconocida”, editada por los poetas Héctor Castilla y José Antº Martínez Muñoz. ¡10 años! Es una racha buena, ya vendrán las malas.
Mi proyecto ahora es vender muchos libros, viajar a muchos lugares leyendo y conociendo poetas, intentarlo con la novela y envejecer delante de un televisor y un ordenador, con mi compañero al lado y mis hermanos animales por encima de ambos, convirtiendo la casa en una leonera que huela a pipí de gato.
Crítica de El ritual de lo habitual:
https://www.culturamas.es/blog/2011/04/03/moranoritual/
http://lasafinidadeselectivas.blogspot.com/2007/01/cristina-morano.html
http://cristinamorano.blogspot.com/