El amanecer del guerrero
Erik, Hijo de Árkhelan: El amanecer del guerrero de Miquel Á. Jordán. Ámbar, Barcelona, 2010. 240 pp., 15.00 €.
Por Anabel Sáiz Ripoll.
El amanecer del guerrero es un libro hermoso, claro y transparente. Escrito de manera sencilla, sin disquisiciones inútiles, tiene todos los ingredientes que pueden gustar a un joven lector –y a un adulto-: aventuras, amor, amistad, descubrimientos personales y mucho más. Miquel Á. Jordán, el autor de este primer libro, el que abre la saga titulada Erik, hijo de Árkhelan, tiene la habilidad de ofrecer una historia con principio y final, aunque con muchas posibilidades de cara al futuro. No se termina esta primera entrega en el aire, sino que se cierra y deja en el lector un poso de confianza en los valores importantes de la vida como el coraje y la lealtad.
Ambientada en algún país nórdico, aunque también podría ser en la antigua Hispania puesto que las incursiones de los bárbaros y la ambientación nos lo permiten imaginar así, El amanecer del guerrero es un viaje iniciático hacia la madurez del joven Erik y de sus amigos.
Erik es un muchacho curioso, lleno de fuerza, que admira mucho a su padre (su madre murió al dar a luz en su último parto), que quiere a sus hermanos (un hermano y dos hermanas), que se siente solidario ante la adversidad ajena y que se esfuerza cada día por alcanzar sus metas. Erik, poco a poco, se va convirtiendo en un guerrero fuerte, noble y capaz, un guerrero noble que no olvida el perdón ni la bondad.
La historia se inicia con el descubrimiento de una loba herida de muerte, a causa de una trampa, y los dos lobeznos. Erik decide hacerse cargo de la pareja de lobos, aunque es consciente de que él solo no podrá. Pide ayuda a Markus, un herrero que tiene fama de ser persona extraña y distante. Las apariencias engañan, como siempre, y Markus resulta ser una persona leal, noble, que ayudará no solo a Erik, sino a sus amigos. Markus se hace cargo de los lobos, Sombra y Luna, y acepta entrenar a los chicos para que aprendan a manejar la espada. Los jóvenes, poco a poco, se van transformado y van cogiendo fuerza y ganando autoestima, a la vez que aprenden a volar al Markus. Éste resulta ser pariente de Erik y persona que lleva en sus espaldas una historia de pérdidas familiares que, poco a poco, irá curando.
La novela interesa por los diálogos, frescos y directos. Los jóvenes hablan entre sí con espontaneidad, directamente. Miquel Á. Jordán muestra un dominio de los elementos de la prosa que le permiten dibujar las escenas cotidianas y acercarlas así al lector porque entre Erik y los personajes que retrata y los lectores actuales pueden darse más de una identificación.
La novela cuenta también con elementos imaginativos y permite que la emoción invada más de una página. Así, el relato del torneo de las diez millas, que Erik gana, tras una peripecia personal importante o el cumpleaños de Erik en que pasa a ser Erik Winterberg o la defensa de la aldea de las invasiones bárbaras, son momentos de una gran intensidad emotiva; pero también lo es la muerte de Olaf, el trampero, que no gozaba de muy buena reputación y que Erik aprende a valorar por sus cualidades.
Por otro lado, también se describen situaciones personales, familiares, como la relación de Erik con su padre y hermanos, cómo quiere fraternalmente a los tres y cómo para cada uno tiene la palabra adecuada. También es interesante acompañar a Erik en su proceso de enamoramiento de una joven de la aldea y en cómo poco a poco va aceptando esta realidad y aprende a expresarla. Todo, insistimos, está narrado de una manera sobria, pero llena de detalles.
En suma, El amanecer del guerrero, es el pórtico de una saga que animamos al autor a que continúe. Miquel Á. Jordán describe un mundo en que todo aún es posible, en que los sentimientos están a flor de piel, en que las relaciones humanas se basan en códigos no escritos, pero basados en la confianza y en la lealtad. Todos los lectores, jóvenes y adultos, como ya dijimos, disfrutarán con esta novela que ya va por la cuarta edición.
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