Matar zombies
Por Alberto Masa.
El día era blanco, casi como el pan o más. Los cerezos o lo que fueran esos árboles se movían de un lado a otro. Madrid estaba sitiada. En todos los sitios se oían las mismas cosas que solían oírse en los supermercados. Daba igual que fueras en el metro o montado en un elefantito…
Así se plantean las lecturas que estoy haciendo ahora. Leer está sobrevalorado. No pondré los títulos.
La televisión se encendía y apagaba sola. Un hombre entra en su pensamiento, luego en su casa y su mujer puede estar en cualquier lado, acechando. Así empieza el gran Los bosques de Upsala, de Álvaro Colomer, que luego continúa y continúa. Da igual. La mujer está metida en un armario medio muerta y el hombre recuerda sus traumas. Luego se ve a sí mismo con 35 años, que son los que tiene, y desde sus 35 años, el niño asustado que fue se ríe de él todo el rato, aunque él haya encontrado un ejemplar de la mosca tigre. Él o su becaria, que también la ha encontrado.
Y así me he pasado los últimos autobuses, sin poder parar de leer, ajeno a las voces de los supermercados y esas cosas de mierda, comida y basura y refrescos. Si una novela es unas letras detrás de otra que te obligan a averiguar por dónde van después y hacia dónde, y luego sigue la cosa igual poco más o menos, eso es un novelón como Los bosques de Upsala.
Otro tema: el reuma. No, bueno, de esto tengo poco que decir. Es el tiempo o lo que sea. Estos días son los mejores del año y el cuerpo lo nota, empieza a expulsar todas esas malditas ilusiones creadas en los desiertos. Un desierto es un reguero de luz que sale del salón cuando sabes que no hay nadie más que tú en la casa, por ejemplo. Este tiempo es bueno y nos ama. Ahora, si soy bueno, a lo mejor me pueden regalar un juego de la playstation. Lo quiero, papá, ese, el de matar zombies. Ahora mismo lo quiero. Mamá, ¿me has oído? Los quiero todos pero, en especial, el de zombies.
¿Conocéis ese juego de zombies? ¿Ese en el que tú eres uno un poco confundido porque, a pesar de que eres un zombie, obras contra los demás zombies? Pues ese es el que quiero. Un escritor de columnas escribe una columna pero no es la buena, porque obra contra las columnas de los demás columnistas. Pues igual que la vida, pero siendo todo un zombie. Aunque no sé mucho lo que son los zombies, aparte de un muerto que retorna a la vida y, al rascarse la cabeza, se le cae un ojo o el pelo o la nariz o qué sé yo ¿Y qué hace el zombie? Nada, ni siquiera se agacha a recogerlo porque ¿para qué coño lo quiere?
Esto es un zombie que entra en una consulta y dice… ¿Ves? Se ha acabado el chiste. Yo quiero un videojuego porque leer es la típica cosa que hacen las abuelas. Aparte del libro de Colomer, más buenos libros que me estoy leyendo: el tebeo ese de Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo. Jimmy está en su casa y su mamá le dice esto y lo otro. Luego Jimmy es mayor y conoce a su padre, pero luego te enteras de que no, de que ya le conocía. Jimmy no tiene edad. Sólo así se consiguen los grandes narradores y los grandes personajes de la historia, creando cosas que no tienen edad. Cuando Jimmy crece sigue siendo aquel niño obsesionado por su ídolo, que es un superhéroe que le saluda desde lo alto de un edificio y, luego de dar unos pasos, en vez de levantar el vuelo, cae estrepitosamente contra el asfalto. Luego Jimmy vuelve a ser un niño y, en la tienda de navidades, se hace amigo de un superhéroe que les invita a él y a mamá a comer. Él pasa la noche con mamá mientras Jimmy sueña que es un adulto y luego el hombre se va vestido de paisano y Jimmy dice: “adiós”. Estamos hablando de una de esas obras serias que te cagas. La luz de la lámpara se mezcla con la de la noche y Jimmy está en medio, en ese suspense que crean los dos mundos, el de antes y el de ahora y sólo se le ocurre jugar. Jugar, como yo, a un juego de matar zombies.