La cruda transparencia de la realidad
Por Amir Valle.
“Uno es del lugar donde ama”, me dijo hace tiempo un amigo que regresaba a La Habana desde un exilio de más de 15 años. Era feliz acá y allá. Y justificaba esa felicidad asegurándome que el haber atravesado el Atlántico para irse a vivir a Barcelona lo había enriquecido. “Mi mundo, ahora, son cosas de aquí y de allá, que van conmigo a todas partes, aquí”, dijo y se dio varios toques, con su grueso dedo índice, en aquella prominente sien por la que le apodamos “Calabaza”. Lo curioso es que Calabaza dejó los estudios en el nivel secundario y se convirtió en uno de esos delincuentes que se jactan de serlo en los barrios de Centro Habana. Y es curioso porque aquel amigo iletrado que regresaba de visita al país que sabía “no iba a ser más nunca mi lugar”, me dio una lección de filosofía callejera imposible de olvidar.
Recordé esta anécdota mientras leía el libro Inscrita bajo sospecha, de la escritora cubana Mabel Cuesta. Y es que descubrí en este libro intensas conexiones entre dos universos culturales tan distintos y distantes (como lo son el de mi amigo iletrado y la ensayista, crítica y narradora Mabel), unidos en un mismo ámbito: el del espacio libre, rebelde e infinito de la memoria; esa memoria de existir cuya búsqueda es el hilo conductor de las catorce historias que integran esta obra.
Esa es, justamente, la primera marca diferenciadora que quiero comentar: la voz protagonista de estas historias encabalga los pasos de su vida, hurga en los diferentes destinos a los cuales llega, salta al recuerdo tras respuestas inquietantes para el presente, en una desquiciante búsqueda de sí misma, de los sitios, las sensaciones, las músicas, los rostros y hasta los olores que cree deben pertenecerle. Es, como dirían los poetas, una “búsqueda ontológica del ser”, elemento de tanta presencia en este libro que lo convierte en una “rara avis” de la narrativa cubana actual. Y es que cada cuento es un espacio narrativo en el cual a través de una historia se arma un túnel que va guiando a una respuesta que en la siguiente historia encontrará su amplificación, su verificación, en un ciclo que se cierra de forma realmente asombrosa, perfecta, con el sonido del cañonazo de las nueve, retumbando ¿en la memoria?, ¿en la vida? de la protagonista. Este libro no es solamente una reunión de narraciones, sino un encabalgamiento de sucesos cotidianos en una vida que provocan reflexiones a las cuales habrá necesariamente, obligatoriamente, que responder, pues en esas respuestas que la protagonista va hilvanando mientras vive (y reflexiona) estarán todas las claves que convierten a Inscrita bajo sospecha en un libro distinto dentro del concierto de la actual narrativa cubana.
Inscrita bajo sospecha además, y es lo segundo que quiero resaltar, no es una simple recopilación de cuentos escritos por Mabel Cuesta, como suelen ser hoy la mayoría de las obras del género en la literatura cubana. No es este un libro que pueda leerse a retazos, como cualquier volumen de cuentos, pues muchas resonancias del mundo creado por la autora quedarían en el aire, repito, como preguntas sin respuesta. La excelencia de la estructura creada por Mabel radica precisamente en todos esos vasos comunicantes, en todos esos puentes de doble tráfico, incesante tráfico, variopinto tráfico de sensaciones, vivencias y recuerdos, que entrelazan historia con historia al estilo de aquellos libros de cuentos que en algunas literaturas los críticos llamaron “cuentinovelas”. Cada cuento se retroalimenta del resto. Y el universo íntimo existencial de la protagonista se va delineando, como en las novelas, pieza tras pieza, de modo que Mabel nos obliga a leer hasta la última página siguiendo la pauta de aquella otra inolvidable historia infantil en la que el protagonista iba dejando en el camino migas de pan. Porque la historia contada en “La tía Sara”(es decir, la respuesta a la pregunta ¿qué significado tiene ese modo de emplear la frase “este país”?) es una historia que encuentra respuestas a lo largo de todas las páginas, cuenta a cuenta, como un largo rosario desgranado por el tiempo que alguien (¿la escritora Mabel?, ¿su alter ego literario vivo en este libro?) pretende volver a unir. Y es una historia, por sólo citar una de las conexiones internas de Inscrita bajo sospecha, que parece ser respondida en absoluto en esa (lo digo sin exageración) verdadera joya de la narrativa cubana que es el cuento “Borraduras”, pero cuando sigues leyendo, otras respuestas amplificarán los múltiples sentidos de la pregunta ¿qué significado tiene ese modo en que la tía Sara dijo, una vez, “este país”? en cuentos como “Si yo fuera tú”, “Como una piedad”, “No sin ver la nieve” e incluso esa última y contundente viñeta que es “De la ciudad”.
Alucinante, por lo cautivador y cuidado, es el tercer aspecto que me veo obligado a mencionar: el lenguaje. Pues, por momentos, como me recomendó a mis 16 años el inolvidable maestro José Soler Puig “cuando quieras disfrutar de algo bien escrito”, me vi leyendo en voz alta párrafos enteros de esa prosa cantarina, dúctil, poseedora del secreto de la buena música (el juego perfecto de los sonidos y los silencios) que Mabel emplea para contar su universo. Supe de golpe que leía un modo distinto de enfrentamiento a la cruda transparencia de esa realidad cruda, triste y al parecer eterna, que los cubanos hemos vivido desde que en las raíces de nuestra nación fue inyectada la sabia del odio que hoy nos divide. Porque cada cuento de este libro parte de esa cruda realidad: la historia misma de un país, la división de sus gentes, los sueños frustrados, los miedos insuflados bajo la piel, los éxodos internos, los exilios, las mutaciones existenciales en nosotros mismos, las múltiples máscaras… las preguntas. Y todo eso lo encontramos en las páginas de Inscrita bajo sospecha sin la cacofonía triste y desgastada de la frase hecha, el “teque” o el “antiteque” (como diríamos en cubano), ya que el procedimiento para revertir esa realidad tan gastada (aunque dura, cruda, seca, cruel) en esa otra realidad que busca entender la protagonista, está en la intimidad misma del lenguaje, en la poetización de lo vulgar, en la parabolización de lo cotidiano público como un hecho que debe ser contemplado únicamente bajo el prismas purificador de lo cotidiano íntimo. Curioso, por su excelencia en materia de lenguaje, resultan los gestos de esquiva que hace la narradora de los típicos clichés que suelen ser muy difíciles de evitar en la historia de los últimos cincuenta años del cuento cubano al referirse a temas como la política, el exilio, los tabúes morales del socialismo, las rupturas sociales, la debacle económica. Baste un ejemplo: “la bolsita de lana traída desde Rusia cuando el país tenía otro nombre más abarcador”. Y así, simplemente, con esta frase se pasa vuelta a la hoja de una larga historia de más 70 años de extremismos, intolerancias, engaños cometidos por los dirigentes de aquel país llamado Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), o lo que es lo mismo, uno de los dos imperios que dominaban el mundo hasta 1989 cuando cayó el muro de Berlín y comenzó lo que se ha llamado el “desmerengamiento del socialismo”. Ese “nombre más abarcador”, indirectamente, pasa cuentas al pasado y ubica el presente pues la protagonista ya no tiembla de emoción, como temblamos muchos, cuando pronunciábamos en Cuba el “santo nombre” de nuestra “Madre Patria Política”. Y a quien quiera entender más directamente, y no a través de frases sueltas, lo que aquí hago referencia, le sugiero leer el último cuento: “De la ciudad”, otra joyita de este libro.
Inscrita bajo sospecha, como bien lo dice en el prólogo otra excelente cuentista, Odette Alonso Yodú, es una indagación insaciable, pero es, sobre todo, como también asegura Odette, el fin de todos los silencios. Y es que Mabel Cuesta en este libro encuentra casi todas las respuestas a sus preguntas, muchas de las cuales son también nuestras preguntas: esas preguntas que quienes viven allá, en la isla, y los que desandamos por este mundo, ancho y ajeno al decir de Ciro Alegría, buscamos responder para no morir aplastados por tantos silencios.
Sin embargo a trav s de una serie de situaciones y experiencias que le ocurren tanto en las cimas como en los valles el joven realiza importantes descubrimientos.