Entrevista a Andrés Barba
“El amor adolescente es egocéntrico”.
Por Silvia Campillo.
Treinta y cinco años. Bueno, casi. En realidad todavía no los ha cumplido. Pero Andrés Barba no ha necesitado más tiempo para convertirse en un gran escritor, quizá uno de los más grandes de la literatura española contemporánea. La hermana de Katia y Las maños pequeñas son imprescindibles, consiguiendo que la crítica, entre los que estaba el mismísimo Vargas Llosa, se rindiese ante él.
Barba ha vuelto con Agosto, Octubre (Anagrama), una novela que se desarrolla en un escenario tan complicado como es la adolescencia y la psicología de los adolescentes. Paradigma de literatura de calidad, de control absoluto sobre lo que quiere decir y lo que está diciendo, Andrés Barba vuelve a demostrar que merece la pena seguir leyendo.
P. ¿La violencia es algo natural en el ser humano?
R. Es algo a lo que nadie puede eludir. Se manifiesta hacia fuera o se hacia dentro dependiendo de cómo sea el carácter de la persona. En el caso del protagonista de Agosto, octubre, se manifiesta hacia fuera, porque es un adolescente y es una edad en la que la violencia se manifiesta siempre así, porque la violencia da información. Cuando una persona provoca un acontecimiento de violencia, hacía fuera o hacia dentro, lo provoca porque sabe que a recibir una gran cantidad de información acerca de sí mismo. Por eso la violencia siempre es subjetiva, interesante y tentadora.
P. Es uno de los temas a los que, casi siempre, sueles hacer alusión en tus novelas…
R. Más que el episodio violento, en lo que tampoco me detengo demasiado, me interesa mucho todo lo que sucede alrededor de lo violento: la predisposición a la violencia y las consecuencias de haber sido violento. Hay muchos tipos de violencia, algunas muy sutiles, y me parece que eso forma parte de nuestro avatar sentimental, de nuestro ser social. Toda nuestra vida sentimental, profesional y social está punteada de episodios violentos.
P. ¿Qué es lo que más marca a un adolescente?
R. La infancia y la adolescencia son edades desgraciadas por naturaleza. Creo que la inmensa mayoría de los adolescentes se describen como seres desgraciados. Lo más característico de la vida del adolescente es la conciencia social. Es la edad en la que se desarrolla el sentido de lo social, y en la que se borra el individuo de manera más clara. Es una etapa de exploración empática: físicamente se sufren transformaciones muy claras, se viven las primeras experiencias sexuales…
P. ¿Hay episodios de tu adolescencia en la novela?
R. No, porque no quería hacer un retrato de los adolescentes de mi generación, sino los de hoy. La adolescencia de mi generación, los primeros niños de la democracia, estaba determinada por las fantasías y las proyecciones de nuestros padres. Quería hablar de unos adolescentes liberados ideológica y religiosamente. Que no tuvieran, por ejemplo grandes dilemas religiosos con respecto a lo sexual, que se relacionaran de un modo natural con las drogas, que perdiesen la virginidad mucho antes que nuestra generación, que la ha perdido tarde. Quería un adolescente más de ese estilo.
P. Te muestras bastante esperanzador con la adolescencia de hoy en día…
R. Es una visión esperanzadora porque, en realidad, lo que me interesaba era hacer una novela sobre el perdón. Quise escribir una novela en la que alguien vivía, en un momento crucial de su vida, la experiencia de haber sido perdonado y cómo esa experiencia le convertía en una persona distinta.
P. ¿El hecho de perdonar o ser perdonado es, entonces, el paso de la adolescencia a la juventud?
R. No lo sé. Yo no sé cuál es la experiencia que hace que uno deje de ser adolescente y se convierta en un joven. Probablemente sea alguna de esas: o es el perdón, o es el desamor o es la muerte. El enamoramiento no, porque el amor adolescente es algo muy egocéntrico. El adolescente se enamora más de su sensación de enamoramiento que de la presencia del otro. La referencia del otro se consigue realmente si es negativa. Cuando el mundo empieza a dejar de girar alrededor de ti y empiezas a concebir que existen otros centros, tan válidos como el tuyo, en ese momento empieza la madurez.
P. Es una novela muy cinematográfica, ¿te la imaginas bien en la pantalla?
R. Ha salido ha novela cinematográfica, pero no era mi intención. Creo que hay cosas de la novela que son difíciles de representar en el cine. Hay cosas de esta novela que en una imagen serían mucho más violentas. La literatura es menos correcta que el cine, sobre todo que el cine español que es repulsivamente correcto y cada vez más. Ha habido algunas películas sobre disminuidos que son de una ñoñeria preocupante.
P. Tú, sin embargo, hablas de los disminuidos psíquicos con mucha normalidad…
R. En general se tiene miedo a hablar de ciertas realidades, por ejemplo de la sexualidad de los síndromes de Down, que la tienen muy desarrollada. El cine, que es el termómetro de las conciencias sociales en este terreno, también es muy engañososo y muy mentiroso. Cuando lo conciben, y hacen una película, es sobre un síndrome de Down masculino del que se enamora una chica normal a pesar de lo que los otros piensen. Pero si a eso le das la vuelta y en vez de ser un chico el síndrome de Down es una chica, y el que es normal es un chico, adquiere todo una especie de perversión y de repugnancia.
P. ¿Tardaste mucho en escribir Agosto, octubre?
R. Es un libro que traté de escribir varias veces sin conseguirlo. Esta vez he tardado siete meses o algo así.
P. ¿Estás satisfecho con el resultado?
R. No lo sé. No lo he releído. No releo los libros nunca.
Estás hecho ya todo un clásico!!!
Hay que leer a Andrés Barba!
Tus incondicionables fans y amigos. L& M