Rosa Ortega Sánchez nació en Port de la Serva, Girona, un pequeño pueblo pesquero de la Costa Brava. A los cinco años su familia regresó a Granada. Mientras estudiaba Psicología, aprobó oposiciones y pasó unos años en Guadix por cuestiones de trabajo. Publicó en la revista Wadi-as y con el colectivo Sustari una antología. Participó con relatos breves en Los ojos del orfebre, La paloma, Amor con humor se paga y con poesía en Azul y Por un puñado de versos. Publicó algunos poemas en la revista malagueña Zoque y ha escrito los poemarios Te puedo contar, Palabras impares y con Sonámbulos Ediciones publica Una mujer cabalga versos y Lejos del aguacero.

Considera la poesía como un antídoto en esta época deshumanizada que nos ha tocado vivir. Hoy pasa por este rincón para darnos su Primera Impresión sobre Lejos del aguacero, su poemario más reciente.

 

Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

Rosa Ortega: Podría haber sido ayer, o mañana, o simplemente no haber sido. Hay veces que del silencio surge una voz poética, como un susurro, que ignoro inmiscuida en la vorágine de la prisa. Esa voz persiste y me empuja a volcar en un papel las emociones que bullen dentro de mí de forma desordenada. Será después de dejarlas reposar cuando poco a poco voy dándoles la forma adecuada.

Yo no decido el momento ni el ahora, como no decido respirar, es más el deseo de expresar, de compartir, de romper mi individualidad y dejar emerger mis luces y mis sombras; es a la vez una necesidad y un placer.

Mis poemarios no tienen un tema concreto

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?

No sabría poner una fecha concreta, escribo sin más. Cuando hay material suficiente hago un primer cribado, luego un segundo, incluso un tercero, y si el resultado me convence me planteo publicarlo. Mis poemarios no tienen un tema concreto, son como ventanas repartidas por la habitación que muestran distintos paisajes: el amor, la guerra, la soledad, los recuerdos, mis creencias y mis dudas.

¿Qué pistas o claves te gustaría dar a los posibles lectores?

Un lector de poesía no creo que necesite pistas, ya las trae de serie. A un lector que no esté acostumbrado a leer poesía le aconsejaría que se acerque con curiosidad y sin expectativas, que se deje llevar por los sonidos del poema y que lo saboree sin prisa.

Hay tanta poesía como poetas y como lectores.

¿Qué efecto esperas que tenga en ellos?

Es algo que ya no depende de mí aunque me gustaría que viesen la poesía como otra forma de ver el mundo, como un espacio donde dos palabras irreconciliables pueden ir juntas despertando nuevas y emotivas sensaciones y por otra parte una palabra común, una palabra que no tiene ningún matiz adquirir un significado con multitud de nuevos e inesperados giros.

Espero que cada lector descubra la magia de un lenguaje que nos abre una paleta de emociones universales pero únicas. Hay tanta poesía como poetas y como lectores.

El proceso ha sido deliberadamente intuitivo.

¿Qué importancia tiene la estructura o disposición de los poemas en el volumen? ¿Fue deliberado o intuitivo durante el proceso de creación?

El libro se estructura en cuatro partes que se corresponderían con “el yo”, “nosotros”, “ellos” y “el mundo”, introducida cada parte por una cita poética de cuatro poetas a las que admiro. Esos bloques los decidí cuando el libro ya estaba acabado. Van de lo íntimo a lo social. Podría decirse que todo el proceso ha sido deliberadamente intuitivo.

Mis poemas, como yo, han ido madurando con el tiempo

¿En qué medida veremos en el a la Rosa de sus anteriores obras?

Creo que mis poemas, como yo, han ido madurando con el tiempo. Todo lo que lees, lo que escribes, así como lo que vives, te va haciendo avanzar. Disfruto cada paso, cada parada, cada descubrimiento y contemplo la vida como un paisaje del que formo parte activa y que puedo moldear con mis versos.

Si tuvieras que quedarte con tres poemas de Lejos del aguacero, ¿cuáles serían?

“Soledades”, “Un tiempo diáfano” y “Afganistán”.

¿De quién te gustaría conocer su primera impresión?

De cualquier desconocido. Mi pareja me hizo descubrir el placer de llegar a una librería y elegir al azar libros de poesía, autoras y autores desconocidos que no tienen ninguna difusión y que ese desinteresado y azaroso gesto hace que pueda descubrir tesoros que de otra forma seguirían en el perverso anonimato de nuestra sociedad de consumo.

 

***
Tres poemas de Lejos del aguacero

SOLEDADES

No saben en qué punto
dejaron de entenderse,
qué estertor predijo
la agonía de su aniquilación,
qué incertidumbre
los desalojó del cuerpo compartido
y los cubrió de una pegajosa nostalgia,
volviéndolos irascibles y cobardes.

No recuerdan cuándo
dejaron de quererse,
sí fue el silencio
con su punzante indiferencia,
o la indiferencia
que buscó en el silencio la contraseña.

Dos fantasmas
que se tienen miedo,
dos esquivas soledades
atrapadas en la misma jaula.

No recuerdan el sabor del amor
cuando se besan,
pero se abrazan a la rutina
y se soportan,
unos días mejor, otros a ciegas,
siempre alerta,
masticando despacio,
muy despacio,
la contradicción y el asco.

 

UN TIEMPO DIÁFANO

La tarde somnolienta
tumbada al sol,
aquel pueblecito perdido
que besaba el mar,
un porvenir de puntos suspensivos.

El mundo, distraído,
nos dejaba jugar
al libre albedrío,
la inocencia como parapeto
de las cosas serias.

Mis pies sobre una arena
de castillos y fantasmas inofensivos,
mi geografía protegida
de vientos y mareas.

Me recuerdo pequeña
y te recuerdo fuerte,
sentada en tus hombros
me hacías crecer
orgullosos los dos de aquella sincronía.

Qué fácil resultaba ser feliz
mientras desabrochaba la vida
con sana curiosidad.

La casa luminosa,
el calor del hogar en tu abrazo
y tu serenidad
escribiéndome el futuro.

 

AFGANISTÁN

Un hombre que abulta
siglo y medio,
una niña destrenzada
a navajazos.
Con su vínculo,
la sacralización de la barbarie.

Un pueblo opaco
y un Dios entronizado
para legalizar el ritual.

Maldita simiente
que en una tierra tan bella
os permitió crecer.

Malditos quienes creen
que no hay nada que hacer.

ENTREVISTA REALIZADA POR JAVIER GILABERT
Granada, 1973. Maestro avemariano, es autor de PoeAmario (2017), En los Estantes (2019), Sonetos para el fin del mundo conocido (2021) junto con Diego Medina Poveda, Bajo el signo del Cazador (2021) junto con Fernando Jaén, Todavía el asombro (2023). Copromotor, antólogo, coeditor y periodista cultural.