EL ARMARIO SECRETO DE SAN JUAN DE LA CRUZ

Foto: Consuelo De Arco

Por Antonio Costa Gómez.

Fuimos en un taxi desde Peñaranda de Bracamonde a Fontiveros. Visitamos la iglesia en el lugar donde nació San Juan de la Cruz. Vimos una laguna donde el poeta solía bañarse y casi se ahoga cuando era niño.

Comimos en un mesón castellano comida de verdad sustanciosa. De esa que notas en la lengua y en el cuerpo todo. Y en la sensibilidad y en el recuerdo, no en los conceptos abstractos. Cuando queremos comer, no hacer matemáticas ni abstracciones ni que nos diga un tipo qué listo es. Y que moderno es y que nos cobra mucho porque es muy pijo y muy moderno.

Consuelo le recitó la Noche oscura a unos viejos que estaban sentados en la plaza principal. Llevábamos la poesía completa del santo y leíamos trozos en distintas esquinas. Pero sobre todo la Noche oscura.

La gente se empeña en dar un sentido negativo a la noche. Aunque el poema habla de la “noche dichosa”, dice que la noche es más amable que la alborada, dice que la luz secreta de la noche alumbra más que la luz del día.

La noche precisamente es la plenitud. Es que se callen los ruidos externos e internos y se escuche lo que no suele escucharse. Es que se calle todo y podamos escuchar. Es que de verdad conectemos, que captemos el silencio del mundo lleno de sonidos hondos y secretos. Es que se apague lo consciente y se encienda la consciente. Es que se calle la cabeza y hable todo el ser.

Como en la noche de cualquier día, cuando dejan de marearnos con rollos y podemos escuchar la casa y la vida. Cuando se acaban los ruidos y los discursos. Y empieza a hablar el mundo secreto.

La gente repite tópicos mecánicamente y no se entera de nada. Dicen que la noche significa males, problemas. Que significa crisis, algo que hay que superar. Con la mentalidad clasicista, la noche siempre es algo malo. Porque lo bueno son las fórmulas y los prejuicios del día. Y las normas y las separaciones del día.

Y ponen eso en los libros de texto y lo repiten los chavales sin enterarse de nada. Porque no leen el poema, porque solo tragan simplismos y fórmulas de la enseñanza convencional. Porque no leen nada por sí mismos ni escuchan nada por sí mismos. Tampoco la vida en general. Lo mismo que se dejan guiar en grupo en las visitas turísticas. La gente va en rebaño masificada y simplificada de acá para allá. Y también con los poetas y matan a los poetas. Y matan toda poesía.

Pero Consuelo y yo en Fontiveros sí que conocíamos la noche dichosa de San Juan de la Cruz. Como conocíamos al amante del Cántico Espiritual que le va preguntando a todas las cosas los secretos del amado. Y va notando el perfume del amado por todas partes y se encuentra con él en las profundas cavernas del sentido.

La gente no se entera de nada. San Juan de la Cruz habla de la “noche del sentido” para librarse de las distracciones y los ruidos sensoriales. Y de la “noche del espíritu” para libarse de los estorbos y los ruidos conceptuales. Para librarse de todo lo que estorba y escuchar de verdad. Y tocar de verdad profundamente. La noche entonces es la apertura, a atención completa y la plenitud. Es abrir la ventana del todo, es abrir el ser. Y es liberarse el ser.

Consuelo y yo en Fontiveros sí sabíamos lo que era la noche de San Juan de la Cruz. Y ella se la leía a los viejos en la plaza principal y la leía para nosotros en las esquinas.

Consuelo y yo siempre amamos la noche y sabemos lo que nos da la noche. Más allá de este mundo de fórmulas y de conceptos, de actuar para la galería y de normas sociales. Nos dijimos al principio de conocernos que amábamos la noche y por eso conectamos enseguida. Y también amamos los dos a San Juan de la Cruz.

Y por eso teníamos que ir sin falta a Fontiveros, el lugar natal del poeta. Siempre me daba envidia cuando alguien me decía que había estado en Fontiveros. Pero al fin lo hicimos. Y vivimos hondamente la visita. Y estuvimos en la laguna donde casi murió de niño, cuando seguramente presentía ya la hondura de sus noches y la pasión tan lúcida de sus poemas. Porque San Juan de la Cruz nos enseña, al contrario que todos los tópicos baratos, que la pasión es el conocimiento más hondo, es contactar profundamente las cosas.

Y en la casa donde nació había un patio íntimo con un árbol secreto. Y había un armario secreto que tenía dentro una representación alucinante del Bautismo de Cristo. Tres figuras desbordadas con los ojos alborotados. Esos ojos visionarios como su poema sobre la Noche Oscura. Y el agua alborotada con toda la vitalidad del espíritu. Es la pasión de la noche escondida en ese armario secreto. Comprendimos mejor al grandísimo poeta.

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