‘La seca’, de Txani Rodríguez
Marisa Arias.
La seca es una novela contemporánea, algo social o costumbrista que refleja muy bien por una parte, la forma de ganarse la vida en el campo, en concreto el trabajo de los corcheros – jornaleros que sacan esta sustancia a los alcornoques, trabajos u oficios que pasan de generación en generación y ya casi olvidados.
Por otra parte, se refleja la nostalgia del campo en vacaciones, el vacío que se vive en dichos pueblos fuera de esa época de verano, de vida, de ruido, de amores de verano. La tradición siempre está cara a la modernidad. Y el plantear el pueblo como el marco escénico por excelencia y esta profesión en concreto, como única forma de vida en un pueblo para sus habitantes, es una buena sugerencia de lectura. En parte son estos “trabajadores o arrieros” los que marcan un poco las circunstancias de Nuria y su círculo, y de la novela. Nuria, la protagonista, es una chica joven y con su madre con la que vive, mantiene una relación algo bidireccional, es decir los roles se intercambian madre e hija porque no se sabe muy bien quién cuida a quién. ¿Será la hija la que está más pendiente de la madre por alguna razón y esto le limita en su madurez emocional y en sus decisiones de la vida al ser más dependiente? ¿Tiene la madre alguna actitud algo preocupante ? Podría haber distintos motivos para todo esto pero dejemos al lector descubrir estos y más interesantes interrogantes que remiten a la niñez de Nuria.
Ellas viven en el País Vasco y hacen un largo recorrido hasta la serranía de Ronda todos los veranos para unirse al grupo de corcheros al que pertenecen con familia y amigos. Nuria como protagonista, es una mujer llena de miedos, soledad y conflictos de los que no sabe salir tan fácilmente, no es segura y es débil a la hora de pensar en ella misma. Su relación con los demás son algo complejas empezando por una pareja que tiene, que es mucho mayor que ella o con otros chicos de su edad y en contraposición: su madre, siempre su madre.
Lo más bonito que me ha quedado de la novela es la exaltación al paisaje, incluyendo matices o preocupaciones ambientales que nos transportan al cristal de una gran ventana de tren al que podemos asomarnos y contemplar lo que vemos mientras nos dirigimos a nuestro destino. Incluso los olores se consiguen transmitir porque están muy bien descritos y eso es un disfrute. Pero a la hora por ejemplo de analizar los personajes en general todos en su conjunto son algo desconocidos, light, para el lector, hay inseguridad a momentos y una pizca de frustración porque el lector se encierra en sus problemas y no consigue trazar metas ni ver esperanza, ni tan siquiera una pequeña luz que los haga progresar, avanzar o conocerse a sí mismos. Digamos que la vida de cualquiera de ellos es monótona, invariable y un poco sin salida, aunque no de todos. La misma Nuria está encerrada en una relación de pareja con un hombre casado como si estuviera en un bucle. Estamos de acuerdo que todos en la sociedad tenemos nuestros problemas, traumas, equivocaciones o si se quiere…imperfecciones, ¡claro! es verdad la misma vida es así y siempre lo será y en eso Txani Rodríguez da en la diana.
Este título La Seca es el nombre del hongo del alcornoque o encina que lo enferma y bien se podría emparentar perfectamente con la vida personal de Nuria, con su interior al menos en un principio. Aunque admito que no termino de verla de forma clara porque para mí faltan datos a la hora de verla por dentro y comprenderla en su forma de pensar, en su personalidad, su mundo emocional o ver su simple imaginación de juventud.
Por terminar sí se puede decir como conclusión que el momento de escribir la novela para el autor quizás haya sido decisivo el paisaje y la soledad como pilares que lo inundan casi todo porque va un poco en esa honda.
La Seca es una apuesta segura para reivindicar la pérdida de lo rural o ciertas profesiones rurales pero también una desesperanza flotante como un fantasma, unida a cambio, a una gran reflexión de toda la sociedad y con eso me quedo.