‘Conquistas prohibidas’, españoles en Borneo y Camboya durante el siglo XVI

Ricardo Martínez.

En la extensa, documentada y explícita introducción (311pp.) de Juan Gil (de la RAE) como premonitorio y clarificador texto a propósito de este original e interesantísimo libro destinado, digamos, a las otras conquistas imperiales habidas durante el siglo XVI en ell extremo Oriente, leemos oportunamente que “a nadie se le oculta que el ímpetu conquistador de los españoles (no siempre revestido, amparado en los fines religiosos y sí, en mucho, económicos o comerciales), lejos de detenerse en las islas llamadas Filipinas en honor de Felipe II, hizo suyo el emblema de Carlos I, Plus Ultra, y quiso ir más allá, sometiendo a su dominio las islas y tierras comarcanas”; y aclara, oportunamente: “huelga decir, asimismo, que los soldados no necesitaron de estímulo alguno para emprender nuevas empresas (tal como así era esperable de ellos) Más llamativo es que algunos frailes alentasen por su cuenta la expansión por las armas cuando ‘so color de pasar adelante a su curiosidad y ver tierras nuevas’ (fundamento en la cultura griega donde los haya, atendiendo al principio humanísimo de la curiosidad) abandonaron la humilde misión que les incumbía en las Filipinas para soñar con hacer conversiones milagrosas en otros reinos de mayor atractivo y nombradía”.

El extenso título de tan jugoso libro, pues, queda bien refrendado. Y veremos como en su interior nos toparemos con numerosa y variada documentación alusiva: ‘La toma de Brunei por el gobernador Francisco de Sande’(1578), ‘Viaje a Borneo del capitán Juan Arce (1579), ‘Expedición de Juan Suárez a Camboya’ (1596), ‘El mundo de los sueños de don Luis Pérez das Mariñas’ (incluye memoriales: 1600-1603); y, en fin, como un principal opúsculo integrante, hacer mención de ‘Fray Gabriel de san Antonio. Breve y verdadera relación de lo sucesos del reino de Camboya’, a pesar de no haber éste participado directamente en tales sucesos. Todo un cúmulo de animadísima y barroca literatura, que puede hacer las delicias de cualquier lector sensible en tan pródigas materias como pueda apetecer.

A fin de dejar constancia de algunas particularidades en la tal literatura, he querido extraer dos ejemplos vívidos y expresivos: de una parte, la descripción de los mercados, a saber. “Usan mercado o feria que llaman basar y esto es, ordinariamente, dos veces cada día, una por la mañana y otra a la tarde. Venden en él todos géneros de comida a su usanza y las demás cosas que tienen que vender. Y como la ciudad está sobre agua, andan en unas embarcaciones pequeñas, que se llaman bancas, y en cada una de estas bancas va uno pregonando lo que vende. Y cuando se quieren ir a sus casas, van pregonando por las calles lo que llevan que vender”.

Otra descripción, curiosa, lleva por título ‘la prostitución’ y ahí se lee: “Hay mujeres que ganan a vender su cuerpo públicamente, las cuales no ganan en sus casas, sino, en siendo de noche, andan por la ciudad en muchas bancas y, en cada banca, las mujeres que pueden ir, tañendo y cantando con panderetes, sin que venga ningún hombre con ellas; y en la banca traen un pabellón (…) Y entonces, el hombre que tiene gana llama la banca, y allí escoge la que le parece (…) Y cuando van a este trato, van con licencia de sus amos y danles la mitad de lo que han ganado; no tienen tasa, sino en lo que más pueden. Llaman a este género de trato palaguey”.

Vienen luego descripciones tales como ‘La armada’, ‘El alcanfor’, ‘Feudos’, o los nombre de la semana o del mes. Lo cierto es que en la parte original del libro hallamos un verdadero festín lingüistico, emocional, histórico, lo que viene a definir, en mi opinión, un rico legado no sólo material de productos o especias, sino de un maravilloso mundo de expresiones y palabras que llenan de vida un mundo, el revelado, no siempre lleno de parabienes.

Tales avatares, tales aventuras nacidas porque, tal como se nos expone con verosimilitu histórica, “el hallazgo de la ruta de tornavije hizo posible la comunicación regular entre Manila y Acapulco a la vez que aseguró el asentamiento en Filipinas. Esta estabilidad alentó el ímpetu de los españoles por crear un imperio asiático paralelo al americano, pero se vio amenazada por los desencuentros con los portugueses, los corsarios chinos y los afanes expansionistas del Japón”. Naturalezas de lo humano en estado puro.

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