Era Ronda, estaba Rilke
ESPAÑA EN SORDINA
ERA RONDA, ESTABA RILKE
Junto al precipicio Rilke concibió su poema “La trilogía española” : juntar un montón de cosas, fundirlas, para hacer otra cosa, “señor, señor, la cosa” que es a la vez cósmica y terrestre, que no tiene otro horizonte que la llegada. Que a la vez está lleno de raíz y de vuelo, de extrañeza y de suelo.
Así concibió Rilke España. Le alucinó tanto como Rusia, la encontró mística y apasionada, desbordante y existencial. Se sintió revelado en ella. No había medias tintas, no había burocracia. Era el puro existir para él. (Ahora ya tenemos mucha más burocracia. Pero la desorganización de España, ese puro milagro de seguir a pesar de todas las contradicciones, fascinó a muchos escritores del mundo. Ese ser al mismo tiempo cósmica y terrestre).
Rilke pensaba en Toledo, se confesó con una perrita solitaria y prodigiosa en Córdoba, se dirigía luego hacia la costa de Málaga. Pero le dio por ir a Ronda. Y allí junto al precipicio (ese precipicio que siempre fue España, pero nunca nos caemos en él, somos solo una contradicción pura, como Rilke, y una inquietud permanente, como Rilke), allí junto al precipicio se sintió encontrado y cósmico. Se sintió reivindicado.
Vio la profundidad de campo en el precipicio, el verse a sí mismo a través del vértigo, antes de que lo viera Orson Welles. También a Rilke le fascinaban los toros y su tragedia vitalista (pasmen ustedes con el exquisito Rilke) y seguro que visitó la plaza de toros de Ronda antes que Welles.
Y escribió La trilogía española, sobre España que es tres cosas (y tantas cosas), y es cósmica y es terrestre, y es mística y hace tan bien el pan. En el vértigo de Ronda Rilke vio el vértigo de España y de sí mismo.
ANTONIO COSTA GÓMEZ FOTO: CONSUELO DE ARCO