‘Aliento, ojos, memoria’, de Edwidge Danticat

Aliento, ojos, memoria

Edwidge Danticat

Traducción de Damiá Alou

Consonni

Bilbao, 2024

237 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

Uno emigra creyendo que la solución está ahí, lejos, en el destino, que el lugar el al que se dirige tiene mucho en común con el cielo. Pero cuando sale de casa deja atrás la pelota de trapo y la cajita de cartón con soldados de plástico que le acompañaron en la infancia. En realidad, uno deja atrás la infancia. Para salir de la pobreza, mucha gente se ve obligada a saltarse todas las etapas que supone ir madurando, saltarse la pubertad y los besos adolescentes entre los coches, para afrontar la vida del adulto sin otra nostalgia que no sea la de echar de menos caminar descalzo sobre la arena de la playa o los guijarros del patio de la escuela. El lamento es no haber tenido derecho a surcar los años de juventud dejando una estela blanca, con lo que los recuerdos no nos ocasionan tristeza sino desgarro. Nada queda de hermoso, ni siquiera la esperanza de que la mejora económica de la vida suponga una vida más feliz.

Eso le sucede a la protagonista de Aliento, ojos, memoria, que parte de Haití siendo muy jovencita y vigilada por su madre. La obsesión de la madre, su vigilancia, se centra sobre todo en la virginidad. Para poder salir de la atmósfera tóxica, apenas cumplida la mayoría de edad se enamora de un hombre mucho mayor que ella, con el deseo de que todo salga bien. La novela de Edwidge Danticat (Puerto Príncipe, 1969) fue publicada originalmente en 1994, y Consonni la rescata en un momento en que el debate sobre migración está candente. Hay una propuesta de carácter político en la obra, la de decirnos que no hablamos de un fenómeno, que hablamos de migrantes. Y que las vicisitudes suponen violencia real, violencia en la carne y en los sentimientos. Danticat nos lleva por la vida de esta mujer, Sophie Caco, presentándonos al personaje en varios momentos de su biografía, los más significativos. Pero en las elipsis también hay sucesos, también hay cambios, porque ha habido sufrimiento, el que arrastra consigo por las tradiciones y el que resulta de las dificultades de la integración. Danticat no intenta aprovecharse de la ventaja sentimental que la historia podría ofrecerle, y elige dirigirse a nosotros haciéndonos testigos, y eso que está dando voz a la protagonista, que es quien nos habla. La verdad es que la implicación demasiado emocional nos aturdiría, porque bastante duro es ir guardando cuentas de los acontecimientos. Eso nos lleva a admirar a la narradora, a la protagonista, y a ir conservando la esperanza de que sabrá conducir su propia vida. El anhelo de belleza que debe tener toda obra artística, en este caso se nos muestra al desnudo, es decir, con mucho anhelo. Ese es, posiblemente, el gran acierto de esta novela.

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