Magnífico y sutil Ginés García Millán en Luces de Bohemia

Horacio Otheguy Riveira.

Cualquier contraste, perspectiva o panorámica personal puede valer, tantas Luces de Bohemia hemos visto desde aquel impactante José María Rodero de 1970 y 1984… de manera que las libertades, recreaciones e inventos del director Eduardo Vasco forman parte de una cosmogonía o cosmoagonía valleinclanesca con impactantes aciertos y desiguales deformaciones lindantes con el esperpento.

Lindantes porque inventa a su aire en plena licitud de convivencia con lo que interpreta en su ya tradicional aplicación en adaptar textos clásicos. Y este lo es, puesto en circulación en 1924 con retrato espectral, realista y surrealista del Madrid de esa década en torno a lo que será la última noche de Max Estrella (“Soy el más grande poeta de España”) miserable y desgraciado, pateando calles de un Madrid “absurdo, brillante y hambriento”.

Primer Antihéroe visceral del teatro y la literatura española, a través de una capital de reino miserable, tan bien retratada por Pérez Galdós (Misericordia, por ejemplo) —Ver Juan Varias García, Galdós y Valle Inclán—, Max caído en desgracia carece de la pícara maldad de su lazarillo, pero es también un canalla capaz de despilfarrar las cuatro perras que sale a buscar para su hambrienta familia: vociferante contra todo y todos, él mismo tiene los rasgos de la España degradada que desprecia… hasta acabar frío cadáver robado por su mejor amigo.

 

Una creación viva, ¡admirable! y sinuosa

 

Lo que se ve en el Español es, sin duda, discutible y por eso mismo muy interesante. Entre lo que puede rechazarse y aquello que conforma una auténtica creación muy personal desde la iluminación y la escenografía: muy presentes en la formulación de un contexto social y poético relevante por lo mucho que sugiere y humaniza.

Cuenta con un prodigioso reparto alrededor de los protagonistas Ginés García Millán y Antonio Molero, algunos en brevísimas intervenciones. Lo que Vasco hace con esto o aquello ya es más discutible, como es lógico tratándose de obra tan compleja como apasionante en torno al poeta ciego y arruinado Max Estrella donde Valle Inclán creó una autoficción cuando se ignoraba el término, hoy tan sobrevalorado.

Mucho del discurso cabreado contra España en medio de tiempos difíciles, de revuelta anarquista, ferocidad empresarial, crisis política y corrupción institucional, pertenece al propio Valle, extraordinariamente retratado por Ramón Gómez de la Serna en su “Don Ramón María del Valle Inclán”, convertido en monólogo magistral por Xavier Albertí y Pedro Casablanc en esta misma sala la pasada temporada.

Autoficción con verdades, señuelos y embustes a los que Eduardo Vasco acompaña de buena música aplicando referencias populares (sainete, zarzuela…), ritmos y melodías que funcionan con disciplina rigurosa, evitando siempre tapar a los actores, más bien elaboradas composiciones que susurran angustias y alegrías.

Puesta en escena que cuando acierta es armonía conmovedora, y cuando no, se torna áspera y sinuosa, a ratos chirriante como su burda mofa de Rubén Darío, sobre el que Valle Inclán ironiza (¡Admirable! ¡Admirable!) al tiempo que admira de corazón, pues es el único por el que siente afecto tras abominar de Ibsen y Unamuno.

 

Gran Ginés, desgarrado y divertido Max Estrella

 

Por lo demás hay muchas soluciones espaciales muy logradas y en todo caso una labor excepcional de Ginés García Millán, quien compone con voz propia al Max Estrella que vibra en muchos espectadores a cargo de, por ejemplo, José María Rodero, Ramón Barea, Gonzalo de Castro, Juan Codina… Sólo recordados vagamente al comienzo. Ginés logra componer con un estilo propio que luce con energía, en gran medida por el profundo entendimiento con Eduardo Vasco con quien llevó a cabo inolvidables versiones de Hamlet (2005)  y Don Juan Tenorio (2010).

Maravilla de Valle Inclán (como el Montenegro de sus Comedias Bárbaras) en la creación de un poderoso personaje minado de contradicciones, y en este río de talento con tantas vertientes, conmueve García Millán en el desaforado como en el tierno, en el tipo con inigualable sentido del humor y en el desolado ante la desgracia ajena. Magnífico y sutil, compone a Max Estrella con la musicalidad que tan bien domina el director, concierto humanista de impecable factura.

 

 

 

Antonio Molero, Latino de Hispalis, un lazarillo sombrío  y gracioso cuyo peligro solo es señalado a voz en cuello  por Claudinita, la hija de Max: “¡Me crispa! ¡No puedo verlo! ¡Ese hombre es el asesino de papá! ¡El único asesino, le aborrezco!”

 

Aquí con Alcobendas, el rebelde Preso catalán a punto de ser fusilado: una de las escenas que escapan del esperpento para instalarse en el corazón de un noble melodrama.

 

Ríe Max ante el invite de la joven prostituta: una prostituta callejera bordada por Lara Grube.

 

LA LUNARES: ¿Quieres saber como soy? ¡Soy muy negra y muy fea!
MAX: No lo pareces! Debes tener quince años.
LA LUNARES: Esos mismos tendré. Ya pasa de tres que me visita el nuncio. No lo pienses más y vamos. Aquí cerca hay una casa muy decente.

 

 

Nuestra lectura parte de algunos estímulos conocidos e inevitables que envuelven tanto a Valle como a la propia obra —espejos cóncavos, la deformación grotesca, el expresionismo o el distanciamiento— sazonados con otros menos habituales y que forman parte, para nosotros, del imaginario concreto e indispensable de este genuino género esperpéntico y que van desde el sainete, la opereta y el género chico hasta el Grand Guignol o los asombrosos títeres del Teatro dei Piccoli de Vitorio Podrecca. A partir de aquí y contando con un reparto extraordinario —que es lo que realmente marca la diferencia—, hemos jugado la obra buscando sus vínculos con nosotros y con ustedes, tratando de que este viaje castizo por los madriles de antaño nos haga pensar en los de hogaño y lleguemos, quizás,  a alguna reflexión constructiva, sobre temas fundamentales, que nos acerque a consensos que tanta falta hacen. Eduardo Vasco

 

Autor: Ramón del Valle-Inclán

Versión y dirección: Eduardo Vasco

Reparto:

Max Estrella: Ginés García Millán

Latino de Hispalis: Antonio Molero

Basilio Soulinake/Viejo que escribe: Alejandro Sigüenza

Claudinita: Andrea M. Santos

Zaratustra/Sereno: Ángel Solo

Don Filiberto/Borracho: César Camino

El Marqués de Bradomín/Guardia: David Luque

Rubén Darío/Guardia: Ernesto Arias

Madame Collet/Madre del niño: Irene Arcos

El chico de la taberna/Piano: Iván López-Ortega 

Don Gay/Sepulturero: Jesús Barranco 

Preso/El Pollo: José Luis Alcobendas

Capitán Pitito/Sepulturero: José Luis Martínez 

Gálvez/Contrabajo/Guitarra: José Ramón Arredondo

Serafín el Bonito/Camarero: Juan Carlos Talavera

Clarinito/El Joven: Juan de Vera

La Lunares/La Chica: Lara Grube

Pérez/Guitarra/Percusión: Luis Espacio

La Pisabien: María Isasi

El Ministro/El Cochero: Mariano Llorente 

El Rey de Portugal/Dieguito: Mario Portillo

Dorio de Gádex: Pablo Gómez Pando

La Portera/La Periodista: Puchi Lagarde

Vieja pintada/La Vecina: Silvia de Pé

Pica Lagartos/Ujier: Toni Misó

 

Escenografía y atrezzo: Carolina González 

Iluminación: Miguel Ángel Camacho

Vestuario: Lorenzo Caprile

Música y ambientes sonoros: Eduardo Vasco

Ayudante de dirección: Laura Garmo

Ayudante de escenografía: Lucía Ríos

Ayudante de vestuario: Lucía de Ramón-Laca

Residente de ayudantía de dirección: Inés Gasset

Asistente artístico: Paul Alcaide

Agradecimientos: RESAD

Una producción del Teatro Español

 

TEATRO ESPAÑOL. HASTA EL 15 DE DICIEMBRE 2024

 

 

 

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