El ojo de Eva: primera novela negra nórdica de Karin Fossum

Horacio Otheguy Riveira.

Primera obra cargada de intenciones en la que debuta el inspector Sejer, quien protagonizará diez títulos de éxito. Aquí interesa especialmente todo lo relacionado con las manos de una pintora caída en desgracia, una crisis económica de divorciada con hija en custodia. Y una mirada tan importante como se retrata en su propio título.

Eva es un personaje sumamente interesante que se va construyendo sobre la marcha porque ella misma, en un alarde glorioso de empatía con los lectores, se busca, se encuentra y se pierde entre desesperadas emociones.

La artista —y lo que cree captar su ojo— conforman una trayectoria en la que la soledad, las dificultades económicas, el sexo de alquiler de una amiga rica… y la revelación de una violencia impensada, resultan suficiente material para que el estilo de la autora, aún en marcha, nos permita adentrarnos en el gran paisaje humano por el que el crimen y el misterio, los impulsos ciegos y las necesidades mundanas conformarán una rica trayectoria literaria.

 

 

 

Una invitación peligrosa

 

Eva pinta obras en estilo abstracto, ninguna lleva título, empeñada en que cada espectador lo interprete y titule a su aire. Divorciada por decisión de su marido que está con otra mujer, comparte custodia de una niña de 9 años… y de pronto se reencuentra con una amiga de infancia, prostituta adinerada que acumula dinero en objetos, “su banco seguro”; una parte en el apartamento de los encuentros profesionales, y la mayor parte en una cabaña.

Muy segura de sí misma y de las virtudes de su negocio, la profesional del sexo de alquiler invita a su ingenua amiga a resolver sus dificultades convirtiéndose en su socia, para lo cual insiste en sus ventajas: una “prostitución sin caricias, técnicamente elaborada, con hombres que pagan bien para cubrir una necesidad fisiológica”.

Como Eva duda, acepta esconderse en un armario para observar uno de esos encuentros “sin consecuencias, rápidos y bien pagados”. Desde un armario, apenas entreabierto, libera un ojo en el que verá un coito rápido, desagradable “con un tipo enorme con barriga cervecera”… hasta que sucede un acto que cambiará su vida radicalmente.

 

Un cuerpo para todo el que se lo pueda permitir

 

Todo empezó con una escena muy acogedora en un buen restaurante que pagó su antigua amiga…

«[…] Es mejor que vender tu alma. ¿No es eso lo que hacéis los artistas? Si hay algo que uno debe reservarse para sí mismo y ocultar a los demás, es el alma, ¿no? El cuerpo no es más que una funda que vamos arrastrando a todas partes, no veo en él nada sagrado. ¿Por qué no repartirlo y mostrarse generosa si con ello ayudas a alguien? Pero el alma… eso de colgar o exhibir tus propios sueños o añoranzas, tu propia angustia, en una galería para que todo dios la contemple —y encima cobrar por ello—, a eso sí que llamo yo prostitución.

Eva se puso rígida. Por la boca le salía una pequeña zanahoria.

—No es exactamente así.

—¿Ah, no? ¿No es lo que dicen todos los artistas? ¿Acaso no dices que tienes que optar por desnudarte completamente?

—¿De dónde has sacado eso?

—Aunque soy puta, no soy tonta. Eso es un malentendido muy extendido.

Se limpió con la servilleta las comisuras de los labios.

—También es un malentendido eso de que las putas son mujeres infelices que han perdido su autoestima; que hacen la calle muertas de frío con medias finas y que no reciben más sueldo que las palizas de algún chulo bruto […] Las putas que yo conozco son chicas inteligentes que trabajan duramente y que saben lo que quieren. ¿Sabes? A mí me gustan las putas. Son las chicas más majas que conozco.

Hizo señas al camarero para que les llenara los vasos. Eva se sentía ya ligeramente mareada.

—Yo no soy la más idónea para ese tipo de actividad. Dices que estoy demasiado delgada.

—¡Qué va, estás estupenda! Un poco diferente tal vez, una cosa rara. Pero lo que tienes entre las piernas  es una mina de oro. Allí es donde quieren llegar. Los hombres son muy directos, al menos los que vienen a mí…».

 

Fotograma de la película noruega de 1999.

 

“Unas veces, ni un alma ha visto u oído nada, o creen que no es importante. Otras, o la gente está tan sedienta de publicidad que nos asaltan con toda clase de sospechas, o tienen tanto miedo de hacer el ridículo que optan por callarse”.

 

KARIN FOSSUM (Sandefjord, Noruega, 1954) es una de las autoras de thrillers más reconocidas en el panorama internacional.

Obtuvo el prestigioso premio Glass Key con la novela No mires atrás (1996), segunda entrega de la serie protagonizada por el inspector Sejer. A esta la había precedido El ojo de Eva (1995) y la siguieron Quién teme al lobo (1997), La luz del diablo (1998), Una mujer en tu camino (2000), Segundos negros (2002)…

Siete de ellas han sido publicadas en español y están disponibles en el catálogo de Debolsillo. Yo veo en la oscuridad (2013) es una novela independiente, que no pertenece a ninguna serie. Sus novelas han sido traducidas a veinticinco idiomas y han ganado numerosos premios.

 

 

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