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Marcos Díez: «Lo que he leído y escrito me ha transformado»

Marcos Díez (Santander, 1976). Es autor de los libros de poemas: Puntos de apoyo (Creática, 2010), Combustión (Visor, 2014), Desguace (Visor, 2018), Belleza sin nosotros (Visor, 2022) y Con Sol dentro (poesía reunida 1999-2024), volumen editado por Visor con el apoyo de la Fundación Gerardo Diego y en el que se incluye un libro inédito, Besar la tierra, escrito entre 2022 y 2024. Ha sido reconocido con premios de poesía como el Hermanos Argensola, Ciudad de Burgos, Ciudad de Alcalá o Generación del 27. Es autor del libro de cuentos Desdoblados (Valnera, 2011) y de la recopilación de artículos El festín (Valnera, 2016). Entre 2011 y 2019 fue director de la Fundación Santander Creativa. Desde 2019 dirige el centro cultural Torre de Don Borja, en Santillana del Mar. Con sol dentro (https://www.visor-libros.com/products/con-sol-dentro-copia), su último poemario publicado, es el libro sobre el que hoy nos da su Primera Impresión.

 

Javier Gilabert: ¿Qué te decidió a publicar tu poesía reunida?

Marcos Díez: Me voy acercando a esa edad simbólica de los cincuenta años y me pareció que era un buen momento para reunir los poemas escritos en los últimos veinticinco. Esta poesía reunida, de alguna manera, cierra una etapa. El libro nace, además, de la oportunidad que me brinda la colaboración entre la editorial Visor y la Fundación Gerardo Diego, que ha hecho posible esta edición.

 

No hay libro de poemas que no pase desapercibido

¿Y por qué –amén de por lo obvio- incluir en ella un libro inédito en lugar de publicarlo de manera independiente?

Buenos amigos me aconsejaron que no lo hiciera, porque consideraban que era ‘quemar el libro’, que pasaría desapercibido. Dudé un tiempo, pero luego pensé que, en cierto modo, no hay libro de poemas que no pase desapercibido, que es posible que sea esa siempre su naturaleza. Y como lo tenía ya escrito, me pareció que al publicarlo completaba el volumen, que le daba más sentido y que contribuiría a cerrar esa etapa de la que hablaba antes. Al tiempo, al incluirlo, se ofrece un libro nuevo e inédito a los lectores.

Es un libro de corte espiritual en el que está muy presente el gesto del descenso

Háblanos un poco de ese libro, Besar la tierra.

Besar la tierra se abre con una cita de María Zambrano que dice “Sabido es que lo difícil no es ascender, sino descender”. Diría que es un libro de corte espiritual en el que está muy presente el gesto del descenso. Al volver a los poemas me doy cuenta de que se propone en ellos algo como una resistencia frente al mandato que predomina en nuestro mundo de hoy: el de que hay que ascender, subir, acumular posesiones, tener siempre más éxito y experiencias. En Besar la tierra, en contraposición, está muy presente el gesto de descender, bajar de uno mismo, darse menos importancia, reconocerse frágil e insignificante, despojarse de ilusiones, quimeras y espejismos para poder conectarse con las cosas esenciales, con la propia vida, que anda a ras de tierra y suele ser bien austera.

¿Qué efecto esperas que tenga en ellos, sobre todo en aquellos que se acercan a tu poesía por vez primera?

Espero que conecte con experiencias personales de los lectores que son universales: con las inquietudes, pesares, gozos y alegrías que a todos nos atraviesan. Ojalá que unas veces conmuevan y otras hagan pensar, o que contribuyan a caer en la cuenta de alguna cosa, que es lo que a mí me gusta cuando soy lector de los poemas de otros. Aspiro a que se perciba como una poesía sencilla, que no enturbia de manera innecesaria, que habla con claridad y profundidad de cosas que no son obvias sino misteriosas e inciertas.

Te pongo en un aprieto; tras reunir toda tu obra poética, si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de Con Sol dentro, ¿cuáles serían?

Es un buen aprieto, sí. Quizás El descenso, Temporada de descuidos y Desguace. Por elegir tres de los últimos tres libros. Podrían ser otros, pero estos también.

He andado siempre royendo los mismos huesos

¿Desde dónde escribe Marcos Díez? Visto con retrospectiva, ¿qué temas te mueven, a qué cuestiones tratas de responder en tus poemas?

Lo explico en el prólogo de la poesía reunida. He andado siempre royendo los mismos huesos, no he sido en eso demasiado original: el misterio de la vida, la fatalidad de la muerte, el discurrir del tiempo, el amor, el dolor, los otros, la identidad, cómo se manifiesta en mi conciencia lo que experimento o el propio lenguaje. Son mis obsesiones.

La poesía es algo como un candil que no ilumina la noche pero que ofrece consuelo frente a la oscuridad

Dice el poeta sevillano Juan Manuel Romero de tu voz que «cree en el poder del lenguaje para transmitir belleza, emoción y verdad». ¿Cuál es el poder de la poesía, si es que tiene alguno?

La poesía reunida la he titulado Con sol dentro, partiendo de un verso de Juan Ramón Jiménez que dice: “tengo abierta la puerta donde vivo, con sol dentro”. Siempre me gustó esa ambigüedad: no se sabe si es al abrir la puerta cuando entra el sol o si ha sido al abrirla cuando hemos podido ver ese sol que ya estaba dentro de la casa. En este sentido, me parece que la poesía, y ese es su principal poder, conduce a cierta iluminación de lo de fuera y de lo de dentro: es una puerta que cuando se abre permite ver una luz que hay en nosotros o que introduce en nuestro interior una luz que viene del exterior y que entra de la mano del poema. Se podría decir, también, y esta idea está en alguno de los poemas del libro, que la poesía es algo como un candil que no ilumina la noche pero que ofrece consuelo frente a la oscuridad.

 

Por otra parte, veo los poemas como una fuente de conocimiento y de sentido, como una forma de relacionarme con la experiencia de vivir. A través de su lectura y escritura aprendo cosas de mí, de los demás y de esta cosa tan rara, asombrosa, gozosa y áspera que es la vida. La poesía hace, es mi percepción personal, más rica esta existencia humana tan efímera en la que el dolor y alegría conviven a todas horas. Lo que he leído y escrito me ha transformado, me ha ido despojando de todo lo que sobra, me ha erosionado hasta dejarme casi en los huesos, ha hecho de mí quien soy.

(La poesía) está presente en mi vida cotidiana porque implica una manera de mirar y de vivir.

Te queda, qué duda cabe, mucha poesía por escribir. ¿Es este libro un punto de inflexión? ¿En qué andas, literariamente hablando, ahora?

Creo que vendrán unos años de silencio poético, aunque nunca se sabe. Pero es mi sensación ahora. Con todo, desde que entregué el libro he escrito un puñado de poemas. Eso es incontrolable, llegan cuando llegan. La poesía, en cualquier caso, la escriba o no, la publique o no, está presente en mi vida cotidiana porque implica una manera de mirar y de vivir. Por otra parte, a nivel literario, estoy enfrascado en la escritura de una novela, pero ando con bastantes inseguridades y me queda mucho trabajo. Ya veremos si llega a buen puerto o si naufraga. Pienso ahora que eso quizás no sea importante, aunque lo parezca a veces. Me parece que lo realmente importante, lo que de verdad tiene valor y da sentido, es el compromiso con lo que hacemos, con independencia de a dónde nos lleve eso que hacemos. Y con este proyecto, sea o no fallido, me siento comprometido. Así que bien.

Lo bueno y lo malo de la poesía es que está al margen de los circuitos comerciales.

Tu labor profesional te procura una atalaya privilegiada desde la que observar hacia dónde van la cultura y la poesía actuales. ¿Gozan de buena salud?

Lo bueno y lo malo de la poesía es que está al margen de los circuitos comerciales. Eso hace que uno escriba porque sí, porque lo necesita, porque quiere, porque es una fatalidad y una pasión. Se escribe pese al escaso recorrido que tienen los libros de poemas (y eso si tenemos la suerte de poder publicarlos). Se podría decir que esa precariedad da a la poesía, de forma paradójica, una salud de hierro.  La poesía tiene poquísimos lectores y, pese a ello, un extraño prestigio. Es raro. Mi opinión es que lo poético siempre ha sido algo muy minoritario, y hoy también es así, aunque resulta esencial para algunas personas, entre las que me incluyo.

 

En cuanto a la cultura en un sentido más amplio, tengo la suerte de trabajar en un espacio, la Torre de Don Borja, que, por sus características, permite ir despacio y cuidar lo que se hace. Es un ritmo coherente con las que, entiendo, son las mejores virtudes asociadas a la cultura: reflexión, calma, profundidad, sensibilidad, atención. Pero este proyecto es una isla y un privilegio en el mundo cultural de hoy. Muchas instituciones o empresas culturales acaban trabajando, lo digo porque lo he vivido, con ritmos y procedimientos que, por su velocidad y necesidad de resultados tangibles y traducibles a números, recuerdan mucho al mundo de la empresa, con su marketing, su necesidad de vender y todo lo demás. Pero la poesía, el teatro, la pintura, la música clásica o la danza no son tornillos, inversiones inmobiliarias o valores que cotizan en bolsa, no tienen una rentabilidad clara, más allá de su impacto intangible e imposible de medir en la vida personal e íntima de cada uno. Cuando la gestión cultural incorpora criterios que vienen del mundo de los negocios y el mercado, es cuando más cerca acaba estando lo cultural del producto o de la mercancía y más lejos, me parece, de la aventura de conocimiento o de transformación personal que, en mi opinión, es lo que importa. En este sentido, comulgo más con la visión de Nuccio Ordine y de su manifiesto La utilidad de lo inútil que con todo lo que tenga que ver con eso que se llama Industrias culturales.

Por último, como lector, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?

Pienso en José Mateos, poeta al que admiro y que acaba de reunir su poesía en la editorial Vandalia bajo el título Los nombres que te he dado.

 

***

Tres poemas de Con sol dentro

 

EL DESCENSO

 

Porque ya no soy joven

y mi cuerpo me anuncia,

ahora ya no en voz baja, mi caída.

 

Porque he visto caer

a muchos

como si fueran moscas.

 

Porque a algunos los quise

e igualmente cayeron.

 

Porque nadie está a salvo.

 

Porque no hay protección.

 

Porque he vivido casi medio siglo

y he llegado a saber de mi insignificancia.

 

Porque voy por costumbre,

igual que quien acude a un monasterio,

a ver arte rupestre en una cueva

que hay cerca de mi casa.

Hace quince mil años,

en un humilde gesto que duró

tan solo unos segundos,

otros que aquí vivieron

arrojaron pigmentos contra la oscuridad

y fijaron sus manos, iguales a las mías,

en la piedra impasible.

En la pared aún vibran sus desapariciones.

 

Porque una anciana un día me miró

igual que si supiera lo que yo desconozco

pero habré de saber cuando envejezca.

 

Porque los animales

para saciar la sed

se agachan

y se agachan también

para calmar el hambre.

 

Porque viene la lluvia de la tierra

y a la tierra regresa.

 

Porque siempre fui un necio

cuando pretendí ser

más allá de mí mismo.

 

Porque he sido tan torpe y tan inútil,

tan ignorante siempre,

que no me queda orgullo.

 

Porque he visto morir y la muerte me dice

que hay senderos sencillos para los pies descalzos.

 

Porque el azar me enseña

que caben en mis manos pocas cosas.

 

Porque desde la altura miro al suelo

pero echado en el suelo contemplo el infinito

y se tiende a mi lado una llana alegría.

 

Porque reptan los niños

y ellos son la inocencia

y en su inocencia ven.

 

Porque al bajar de mí

me zambullo desnudo

en la disolución.

 

Porque la intimidad es un refugio

al que se entra agachado.

 

Porque cuando me entrego puedo amar.

 

Por todas estas cosas ahora sé

que debo descender,

inclinarme sin falta cada día

hasta besar la tierra con mis labios.

 

 

TEMPORADA DE DESCUIDOS

 

Bastó una temporada de descuidos

para que la maleza se adueñara

del pequeño jardín.

Con qué velocidad creció la zarza,

cómo la mala hierba fue ganando terreno

a aquello que plantamos buscando la armonía.

 

¿Existe la armonía?

 

Pregunto porque dudo que la armonía exista,

porque miro el jardín tomado por las cosas

que tú y yo despreciábamos y encuentro que es hermosa

la vida desatada, que hay luz en el desorden,

que existe una belleza sin nosotros.

 

 

DESGUACE

 

Alcanzo a ver a veces, cuando miro sin mí,

una esencia sin nombre, anterior al lenguaje.

 

No sabría explicarlo. No podría.

Es como despertar de un sueño vívido

a una verdad más clara,

llana como el secreto que se ofrece

a algunos moribundos.

 

Lo real está ahí: con su potencia queda

desguazada la vida de los nombres.

 

No sabría explicarlo. No podría

decir qué es lo que ocurre

cuando los espejismos se derrumban.

 

Es todo muy confuso

porque sé que no sueño cuando escribo

pero ocurre en el sueño este poema.

 

ENTREVISTA REALIZADA POR JAVIER GILABERT
Granada, 1973. Maestro avemariano, es autor de PoeAmario (2017), En los Estantes (2019), Sonetos para el fin del mundo conocido (2021) junto con Diego Medina Poveda, Bajo el signo del Cazador (2021) junto con Fernando Jaén, Todavía el asombro (2023). Copromotor, antólogo, coeditor y periodista cultural.

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