Hong Sang-soo: La narrativa del punto y aparte
Por Paco Martínez-Abarca.
La lenta pero clara evolución en el cine de Hong Sang-soo (Seúl, 1961) entra en cierta contradicción con ese característico calificativo que numerosos medios le atribuyen de hacer siempre la misma película. Pero es justamente esta cualidad de su cine la que demuestra que sus películas nunca son iguales. Los lugares comunes de muchas de sus historias (reencuentro con un viejo amigo, momento de borrachera…) permiten observar los cambios en el cineasta que en narraciones más diferentes sería más difícil apreciar.
Podría decirse que el cine de Hong Sang-soo es como un amigo al que ves todas las semanas. A lo largo de los años va cambiando, pero como sus cambios son paulatinos, la sensación es que sigue siendo el mismo. Pero si, por azares de la vida dejamos de verlo durante casi 20 años y por casualidad nos lo volvemos a encontrar, nos damos cuenta de lo mucho que ha cambiado. Esto mismo ocurre, por ejemplo, si vemos dos películas separadas por dos décadas: Un cuento de cine (2004) y La novelista y su película (2022). Así como se puede hablar de un estilo naturalista en el cineasta coreano, también podemos emplear ese calificativo para referirnos a su evolución, en la que gracias a una vasta producción (sobre todo en los últimos 10 años), la manera en la que se aproxima a ciertos temas como el amor, se puede asemejar en gran medida a cómo cualquiera de nosotros experimentamos estos cambios a lo largo de nuestra vida.
Bajo esta idea de que sus películas sí que cambian, podemos hablar de algunas etapas a lo largo del tiempo. Si hoy en día Hong Sang-soo y Kim Min-hee son dos nombres que van de la mano, en realidad hace menos tiempo del que imaginamos que el cineasta coreano comenzara a realizar películas protagonizadas por mujeres. Y tenemos que separar a la mujer del hombre porque así es como Hong ha visto el intrincado mundo de las relaciones humanas en sus primeras películas: a través de un arquetípico hombre joven y deseoso de rascar de donde fuera cualquier experiencia vital, sin perjuicio de denostar a la otra parte, o incluso de hacerle la vida imposible. Los hombres protagonistas de sus películas, abanderados de la “masculinidad tóxica”, han pensado ante todo en ellos mismos, y además sin estar dotados de la suficiente valentía para exteriorizar sus sentimientos o entrar en ningún compromiso amoroso. Y sí que han sabido amar, como bien sucede en La puerta de la vuelta (2002), donde tras tener una aventura con Myung-sook (Ye Ji-won) cuando visitaba a un viejo amigo, Gyung-soo (Kim Sang-kyung) mientras vuelve a su ciudad en el tren, cambia de vagón para buscar otro asiento, y es allí donde conoce a otra chica de la que sí se enamora. El problema es sencillo: ella ya está casada y aunque mantienen un breve encuentro amoroso, tras acudir a una vidente que le lee a ella un futuro próspero con su marido, decide abandonarlo. Aquí se aprecia especialmente la particular narrativa que el cineasta coreano ha venido desarrollando (con su consecuente evolución) a lo largo de su filmografía: la narrativa de las segundas oportunidades. Pese a existir una separación total y heterogénea entre la primera y la segunda conquista amorosa, la experiencia que ha recogido Gyung-soo con la primera mujer resuena en la segunda. Y es que, se puede incluso hablar de un castigo a Gyung-soo, si tenemos en cuenta que pese a hacer las cosas (más o menos) bien al conocer a Seon-young (Chu Sang-mi), algo como un destino termina por separar a esta pareja. Precisamente lo que acaba por inclinar la balanza es la ya mencionada visita a la vidente, hecho que pertenece al mundo del esoterismo y de la magia.
No se puede entender el cine de Hong sin estas bifurcaciones en sus historias, que pese a existir desde siempre, rompen cualquier expectativa en la historia para dar paso a algo nuevo, pero que no deja de remitir y rimar con lo ya visto. A veces se trata de las mismas premisas que van tomando distintos caminos, como en En otro país (2012). Otras veces sorprende con cambios de rumbo radicales, como en Un cuento de cine, donde lo que hemos visto la primera mitad resulta que es la película que están proyectando en el cine. Para el caso de La novelista y su película, con la que hemos querido comparar al comienzo del texto, introduce al personaje del “estudiante de cine” como alguien con unos férreos preceptos formales, los cuales terminan por limitar su visión del mundo. El personaje de la novelista le hace entender que pese a que exista un guion en la película que van a realizar, no se debe dejar de lado la realidad y la improvisación. Quizás, aquí Hong Sang-soo está relacionando sutilmente ese director novel con el director que fue él al dirigir Un cuento de cine.
Probablemente, la película que incorpora de forma más radical el juego de bifurcaciones narrativas sea Ahora sí, antes no (2015). Lo es porque es aquí cuando comienza a ser más autoconsciente de su cine, haciendo esta segunda historia una alternativa total a la primera. Los desdoblamientos narrativos ya no mantienen esa linealidad temporal. Y es que si en la primera mitad de la película el destino de sus protagonistas se veía truncado por la archiconocida falta de sinceridad de él, la segunda versión viaja en el tiempo 24 horas atrás, para volver a filmar el mismo encuentro, con los mismos actores, las mismas escenas y prácticamente los mismos diálogos. Pero con el cambio (que acaba por variar el curso de todos los acontecimientos) de que ahora Ham Chun-su (Jung Jae-young) le revela a Yoon Hee-jung (Kim Min-hee) todo lo que no le ha contado antes sobre su pasado. El desenlace confirma la mirada más optimista de Hong Sang-soo, que además coincide con la primera de las películas que va a protagonizar la actriz Kim Min-hee y actual pareja del director.
Pese a pasar por los mismos lugares en ambas versiones de la historia, el hecho de que encuentre un anillo de compromiso a la entrada del bar tan solo en la segunda versión da buena cuenta de que el cineasta está premiando a su personaje por sus actos. Este gesto de “intervención” es parte de la lógica interna de cada una de sus historias. Las casualidades a menudo superan cualquier verosimilitud. Volviendo a La puerta de la vuelta, las dos mujeres distintas que conoce infructuosamente Gyung-soo acaban escribiendo sendos poemas de despedida sospechosamente similares, reforzando esa idea de que el destino que nos juzga por los actos está ahí, y se materializa en forma de un mundo exterior hostil a los personajes. Más adelante, en el desenlace de la película, espera a la puerta de su casa a que ella salga, pero una lluvia torrencial comienza a castigar a su protagonista, con lo que instantes después, tiene que correr por donde ha venido, reescribiendo además la leyenda de la que habla el título.
Es así, a través de influencias externas, de las fuerzas de la naturaleza, o de hechos directamente inexplicables, cómo se conforma un relato inexacto, impredecible y que solo puede responder a una lógica antinaturalista que sobrepasa cualquier tipo de explicación dentro de los márgenes de lo verosímil, para ubicarse en un contexto de puro posmodernismo. Por eso, si pensamos en las películas más recientes de Hong Sang-soo, estos saltos hacia lo más antinaturalista se hacen aún con más descaro, como en el final de La novelista y su película, donde el cineasta ya termina por entrar físicamente al mundo de la película, dejando verse (o escucharse) a través de un “te quiero” que le lanza a Kim Min-hee. La elipsis que crea la llegada a la pantalla de estas imágenes finales, rodadas con otra cámara, crea una diferenciación que impide asociarla completamente a la historia de la que ha hablado la película hasta ese instante. Precisamente, el “te quiero” de Hong Sang-soo viene a confirmar su desvinculación (parcial o total) con la película. Esta inclusión de imágenes responde, como hemos dicho antes, a querer homenajear a su actriz y compañera de vida, más que a formar parte activa en la narración. Con el paso de los años, ha dejado a un lado cierta continuidad física y temporal para ganar en naturalidad a la hora de saltar de mundos. Las consecuentes elipsis del cine más reciente de Hong son fascinantes porque las vemos con la normalidad de quien las lleva realizando toda la vida.
La separación entre el artista y su cine se disuelve cada vez más, en un cine que en realidad siempre ha estado sujeto a la experiencia de su director. Con la introducción de Kim Min-hee en 2015, encontramos historias más optimistas y detallistas, pero sobre todo una nueva perspectiva femenina de las cosas, que deja de ver a la mujer como un deseo, para pasar a ser la protagonista.
Ahora sí, antes no se pliega en dos mitades que logran dividir fielmente el pasado y el presente del cine de Hong Sang-soo. Esa primera versión de la historia bien puede servirnos para pensar en el cine que ha venido haciendo hasta ese momento: hay reflejos al hombre cobarde de otras películas como Mujer en la playa (2006), y un final desesperanzador debido a los errores que uno comete. La división que establece Hong entre ambas versiones de la historia hace pensar en que asistimos al cine para ver una sesión doble: dos películas distintas, puesto que una vez terminan los créditos todo vuelve a empezar de cero. Hong Sang-soo pone un punto y aparte en su obra para comenzar a ver el mundo con los ojos de quien está enamorado.
Muy interesante. Jugar con las posibilidades para crear historias diferentes.
Volveré a ver las pelis añadiendo esta mirada. Me ha gustado mucho.
Con este artículo tan exhaustivo estoy deseando descubrir el epílogo, Hong Sang – soo!
Me ha encantado el artículo.
Excelente artículo sobre la mirada cinematográfica a sí misma. La autoconciencia del creador, en este caso un eficiente Hong Sang -Soo, no es un ejercicio narcisista, sino todo lo contrario. Compartimos con él director, cuando asistimos a la proyección, el que la ficción “arregle”, de alguna manera, la realidad. Enhorabuena!