Come From Away: música para solidarios divertidos
Horacio Otheguy Riveira.
Los hechos ocurrieron y de allí partieron a la adaptación escénica de un musical como no hay otro, ya que ocho músicos se distribuyen, casi imperceptiblemente, entre 12 actores-cantantes para contar una asombrosa aventura que sucedió cuando la tragedia del 11S asolaba Nueva York y el mundo. Treinta y ocho aviones fueron desviados a un escondido aeropuerto canadiense en la isla de Gander (Terranova), y mientras la muerte agitaba cuerpos y conciencias de supervivientes, allí gente de pueblos pequeños, diversos, dieron cauce a sus pocos medios para transformarlos en grandes: vivienda, alimentos, abrigos, servicios médicos… para miles de desconocidos que hablaban distintos idiomas.
El mundo boca abajo, víctima del diverso odio terrorista y los terrorismos de varios estados que alimentan la industria militar y, por tanto, múltiples guerras y ataques de todo tipo a la población civil —con excusas políticas o religiosas—, mientras el mundo sigue andando con manos tendidas, casi siempre entre gente que arriesga su vida por ayudar a los demás.
En aquella etapa trágica de 2001 miles de personas pacíficas, habitantes de un paisaje bucólico con un buen aeropuerto de uso comercial se vieron invadidas sin aviso previo. Con este panorama, tras días de desconcierto y desesperación, sin cobertura para los móviles, ni explicaciones coherentes fueron desarrollándose unas insólitas capacidades de organización colectiva en una población sin antecedentes del fenómeno migratorio.
Un gran coro en permanente acción
Come From Away (Vienen de lejos) nos cuenta de manera coral, con breves intervenciones individuales, hablando y cantando toda la gran aventura de comienzo a fin. Su mayor acierto está en la alta calidad de la compañía, tanto los actores cantantes como los músicos, y su mayor fallo, en la propia concepción del espectáculo estadounidense, al llevar a cabo una estructura escénica muy acelerada, que genera confusión en la narrativa y agotamiento en las posibilidades de seguimiento de los espectadores.
Es una constante en piezas de los últimos años, como si tuvieran que ir a todo gas para no superar los 90 0 105 minutos. Pocos momentos hay de freno al frenesí de la función, pocas situaciones donde la comunicación con determinadas historias individuales dé paso a la imprescindible serenidad de momentos intimistas, más allá de la caricatura o el aceleramiento coral de bailes y canciones.
La compañía es, sin duda, tan buena que logra una armonía coral asombrosa, en el entorno de enorme precisión que reclama un espectáculo de estas características.
Director Vocal, Directora General y Director Musical ajustando todo para las últimas funciones en Buenos Aires y las primeras en Madrid. Son @sebamazzoni @carlicalabrese y @santiagorosso_
The Stage Company realizó sus primeros ensayos en el Maipo para instalarse en Madrid como The Stage Company España con nuevos integrantes del proyecto que se suman como actores músicos y técnicos en Madrid al equipo de argentinos que se mudan para trabajar en España junto a sus directores para esta movida internacional sin precedentes . De Broadway al Teatro Maipo y del Maipo a Madrid.
Reparto: Gabriela Bevacqua, Carla Calabrese, Sebastián Holz. Mela Lenoir, Fernando Margenet, Argentino Molinuevo, Edgardo Moreira, Silvina Nieto, Marisol Otero, entre otros.
Dirección: Carla Calabrese
Idea original: Irene Sankoff, David Hein
Adaptación: Carla Calabrese, Marcelo Kotliar
Ayudantía de dirección: Patricio Witis, Mela Lenoir, Agustín Perez Costa
Dirección musical: Santiago Rosso
Músicos: Santiago Rosso, Santiago Molina, Maximiliano Cataldi, Natacha Tello, Mariano Sáenz Tejeira, Paula Solange Morales, Pablo Mengo, Luis Lattanzi
Escenografía: Tadeo Jones
Iluminación: Gonzalo González
Sonido: Eugenio Mellano Lanfranco
Vestuario: Silvana Morini
Coreografía: Agustín Pérez Costa
Diseño gráfico: Clara Ezcurra
Fotografía: Gabriel Machado
Comunicación: BMZ Comunicaciones
Producción: The Stage Company