Carlos Bruno nos sitúa a un “piti” de la realidad actual 

Nos encontramos en una sociedad en la que la industrialización ha dado paso a una sociedad basada en los servicios. En este mundo, además, el trabajo ha perdido el componente simbólico que tuvo y ya no resulta ser un elemento sustancial de la vida. Ello se ve en las personas más jóvenes, además, los que se ven abocados a un trabajo precario. Un trabajo mal remunerado que dificulta la vida cotidiana y que puede convertir a las personas trabajadoras en empobrecidas. Esto ha hecho que, en los ámbitos científicos, se hable de precariado como esa nueva clase social que se ve obligada a vivir en precario (económica y socialmente).

Estamos ante los precarios de este mundo acelerado que hemos construido, de esta sociedad de entornos en los que todo cambia y en los que constantemente necesitamos ir redefiniendo lo que somos. Pues bien, es ahí donde Carlos Bruno asienta su nuevo trabajo Piti Break. Un cómic sencillo y crítico que pretende mostrarnos nuestra realidad social. Una sociedad en la que algunos optan por la ignorancia como tabla de salvación, otros repiten como androides los comportamientos y las preguntas, y… no parece que tengamos nada más. 

Por todo ello Piti Break es una obra desencantada y enrabietada. Un trabajo interesante que enlaza con la línea editorial que viene planteando Unbrained Comics desde hace tiempo y que atiende especialmente a lo social y se aleja de lo antropológico e histórico.  

Los jóvenes que se retratan no ven salida hacia un mundo diferente. Parecería que los pequeños micromundos comerciales son la totalidad de la existencia. No hay más alternativa que estar en una cafetería o en un almacén. Bueno… siempre y cuando logres mantener tu trabajo. Al ver todo esto, nuestra mente podría buscar soluciones sencillas y simples, y afirmar que esto sucede por vagancia o por no ser proactivo (entre otras opciones). Pues bien, Carlos Bruno se aleja de la moralina y simplemente se ocupa de retratar todo esto sin escatimar en personajes chocantes y extraños. 

Pero parece que no hay salida a esta situación, a esa precariedad social en la que vivimos constantemente. Por esto al acercarnos a la obra resuenan algunas ideas de Schopenhauer o Bobbio. Estamos ante un trabajo decadente en su narrativa interna, una obra desencantada de la sociedad. Pero el autor también nos ofrece una posibilidad un tanto curiosa de darle la vuelta a las cosas.  

Quizás el único momento en el que las cosas pueden “cambiar” es cuando paramos y nos fumamos un cigarrillo. Ahora bien, ese cigarrillo no nos conduce a nada. Es un es un cigarrillo social de relaciones humanas que sirve como una especie de terapia colectiva para. Empezar a deshacer esta maraña de desilusiones. Posiblemente no es la mejor opción, pero es una que nos puede dar algo de aliento hasta que decidamos cambiar algo en nuestras vidas. 

El planteamiento narrativo de Piti Break es directo y claro. No hay demasiados personajes que nos despisten de su narrativa escrita; la cual es fraccionaria y cambia constantemente. Me pregunto si busca atender a esa sociedad también acelerada y cambiante en la que estamos inmersos. Así mismo, y como obra decadentista que es, utiliza pequeños elementos surrealistas, aunque ellos no son frecuentes como sucede en, por ejemplo, Sapo Aspen (un trabajo del que ya hemos hablado en otra ocasión).  

Por otro lado, la narrativa visual atiende claramente al cómic underground. Ahora bien, es una narración simplista, sin alardes gráficos. Los fondos son sencillos y las expresiones no están demasiado matizadas. Todo ello hace que no podamos afirmar que es un cómic, aunque realmente funciona muy bien. Es una obra muy interesante, sobre todo por el contenido social de la narración escrita, más que por la narrativa visual. Sin duda alguna, este es el objetivo de la obra. 

 

Por Juan R. Coca 

 

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