“Los versos de Lázaro”, de Isaac Páez
La poesía de la mano de un hijo con autismo. Testimonio y retrato.
Por Ana Isabel Alvea Sánchez.
Los versos de Lázaro resulta un poemario especial, enraizado en la realidad y en la vida, fundamentalmente vivencial, lleno de ternura, amor, miedo y preocupación, donde la mayoría de los lectores pueden verse identificados al versar sobre la paternidad. En sus poemas nos va desentrañando una experiencia compleja y profunda, dotada de tanto amor como esfuerzo y sacrificio. Testimonia igualmente lo que supuso el nacimiento de un hijo en plena pandemia, una situación bien angustiante; lo duro y desconcertante y cansado que resulta ser padres y más si a tu niño le diagnostican que presenta rasgos propios del espectro autista. Y en este sentido es muy especial para mí, pues tengo un sobrino con autismo al que adoro.
La pandemia está inevitablemente de fondo, pues Lázaro nace el 16 de mayo de 2020, en pleno confinamiento, un período tan inverosímil y terrible de mascarillas y test, negativos o no, con el continuo crecimiento del número de contagios y fallecimientos. Todo este trance aparece muy bien reflejado. A estas circunstancias se le suma el dolor personal por la desoladora muerte del abuelo materno, como nos indica en el poema “El mismo peso”, y la enfermedad del abuelo paterno referido en “El aliento de Dios”. Constan varios poemas sobre el nacimiento y parto en este contexto, así en el poema “La noche en que naciste” se describe aquella noche con cierta originalidad, aludiendo a diferentes artistas: los vídeos típicos sobre desinfectarse las manos los compara con los de Muntadas; al vigilante de seguridad con las esculturas de Cattelan, “el extintor de verso octosílabo / rómpase en caso de incendio”; asociaciones que muestran la capacidad metafórica del autor.
En el libro apreciamos un cambio de tono, como es comprensible: se inicia con una voz más trágica, dado el escenario preocupante del parto, añadiendo el hecho de enfrentarse a las noches sin dormir, con la consiguiente falta de descanso y sus repercusiones, y la constatación de que la conducta del pequeño no es la usual, sus conductas obsesivas, más tarde la falta de lenguaje. Sin embargo, parece que una vez le hacen el diagnóstico y ya saben qué ocurre exactamente y le aconsejan cómo actuar y hacen todo lo posible por Lázaro, van comprendiéndolo mejor, aparece cierta relajación, deslizándose hacia el poema final, “Lázaro”, más luminoso y esperanzador. Un poema plagado de buenas imágenes y metáforas, en él se dirige a sus pequeños, contrapone el mundo en bancarrota con la inocencia de los pequeños, les habla de nuestra sociedad y sus peligros, les aconseja y educa, define la familia como sostén, apoyo y luz, “la explosión de amor que dio comienzo al mundo / y no termina nunca de extinguirse”.
Llaman a su hijo Lázaro – nos recuerda al título “Los poemas de Lázaro” de José Ángel Valente-, un nombre simbólico, con el deseo de que esta denominación pueda crear la realidad deseada y Lázaro sea capaz de superar todos los obstáculos, resucitar pese a todo: Le llamaremos Lázaro para que siempre / pueda elevarse pese a todo, / resurrecto en mitad de tanta muerte / y tanta angustia / del ser ya sin consuelo. Hay resonancias bíblicas en el nombre del hijo y en todo el libro, donde se menciona reiteradamente a Dios, invocando en la adversidad la posibilidad del milagro, una esperanza que todos hemos abrigado en algún momento.
“Yo vivo en tu voz, Lázaro. / Desprendiendo la noche que refleja / la longitud de tu silencio”, nos dice en “Reproducir de nuevo”. Algunas personas del espectro autista no logran desarrollar el lenguaje y quienes sí logran hablar será con mucha constancia y trabajo. Este inicial problema de incomunicación debió desconcertar, pues Lázaro no puede comunicarse, entonces grita y estalla en llantos, pero los padres no saben qué le puede ocurrir exactamente. Ese silencio de Lázaro le parece al autor metáfora de los tiempos oscuros y del dolor que tuvimos que vivir, según nos dice en el poema “Espectro”. Parece ser que, tal como indica nuestro poeta, existe una relación directa entre los problemas de lenguaje de los nacidos en la pandemia con el hecho de llevar mascarilla y tener la boca tapada.
Describe de un modo fidedigno los rasgos del espectro autista, los veo en mi sobrino como si me asomara a un espejo: trastornos del sueño, insomnio, problemas con el lenguaje y la comunicación (le enseñan a señalar con el dedo), ecolalias, cuando entran en un bucle de conductas obsesivas, como si la mano de Dios diese a “reproducir de nuevo”, nos confiesa. En este retrato de la realidad podemos englobar el poema “Club Carrefour”, supermercado que estableció la hora silenciosa. En él se resalta con mayor claridad el contraste entre la crudeza de lo real –La vida se parece al Carrefour / porque cada cual arrastra dentro con su carga- y los anuncios publicitarios que muestran una vida de escaparte y consumo, entre el futuro soñado y el posible. La vida es lo que pensamos mientras dura un anuncio, nos dirá en el poema “Reproducir de nuevo”
Manifiesta igualmente las múltiples necesidades de su hijo. Es preciso trabajar mucho con ellos, requieren de terapeutas, logopedas, de pruebas y valoraciones que tendrán que sufragar los padres, resulta un extra en las casas bastante difícil de sufragar.
Subyacen en estos poemas reflexiones sobre el lenguaje, el Arte, incluso perfila su poética. Considera el Arte como una continua evocación. “Escribir en vez de rezar”, nos confiesa en “Escribir”, la poesía como un acto de fe. Piensa en la palabra como conjuro y en la poesía como un intento de explicar lo inexplicable, siguiendo el criterio de Valente.
Formalmente, combina poemas cortos, intensos y sugerentes, con poemas largos más narrativos, explicativos o argumentales, no faltos de lirismo y de imágenes originales. Hay una intención de hacerse entender en su claridad, pero introduce innovaciones en sus poemas, no escribe con un estilo “clásico”, así lo podemos observar en “Club Carrefour” o “Desde entonces”, busca otro modo de poetizar, experimenta. Testimonia con precisión y acierto una realidad y la variedad de sentimientos que provoca, lo emotivo está muy presente, como no podía ser de otro modo. Sabe ser rotundo en los versos, a veces parecen sentencias o aforismos. En cuanto a la estructura, dada la temática, es muy unitaria y coherente, no se divide en apartados y parece seguir un orden cronológico, desde el nacimiento hasta los tres o cuatro años de Lázaro.
La conducta de Lázaro, y la de cualquier crío, me ha recordado este fragmento de Francisco Umbral en Mortal y rosa: Yo voy por la calle llevando a mi hijo de la mano. Converso con mi hijo, a cuyos ojos se asoma un borrico de inocencia y obstinación. Con toda seguridad, estimados lectores, este poemario os llegará hondo, incluso a muchos padres les puede guiar y orientar en una situación semejante. Yo reviví mi infancia de la mano de mi sobrino, incluso fui más feliz cuando mi sobrino pequeño que en mi propia infancia. Espero que Isaac y Lázaro disfruten también de días alegres y divertidos. Y siguiendo con Umbral: Sólo quiero la infancia, la mía y la del mundo, la de mi hijo y la de todos los hijos. Felicidad, felicidad para la infancia, además de educación y amor.
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