“Shakespeare: Rise of a Genius”. Satisfactoria biografía.

Por Carlos Ortega Pardo.

Vayan por delante las dificultades para acceder a la (mini) serie Shakespeare: Rise of a Genius —en el caso de los no residentes en territorio británico, se entiende—. Sólo disponible en YouTube y a trancas y barrancas: a principios de año se podían ver los dos primeros episodios y no el tercero; seis meses después subieron también éste para al poco tiempo borrar los tres de un plumazo.

Quejas aparte, se trata de un producto de indiscutible interés. Precisamente desde los tiempos de Shakespeare, la escena inglesa acredita un talento extraordinario para las reconstrucciones históricas. La BBC, que resulta paradigmática a tal respecto, pone su proverbial savoir faire al servicio de la enésima —y no por ello menos fascinante— biografía del Bardo de Avon.

Con la claridad expositiva que asimismo adorna a la ensayística de tradición anglosajona y un diseño de producción de indiscutible atractivo, Shakespeare: Rise of a Genius nos regala una recreación muy veraz de la época isabelina: abanderada de la Reforma protestante frente al catolicismo tridentino, a caballo entre el Renacimiento y el Barroco, cuando refinamientos estéticos de raíz clásica conviven con vestigios medievales de asombrosa brutalidad; un imperio ultramarino todavía en pañales el boato de cuyos próceres contrasta con la miseria de la inmensa mayoría de sus súbditos.

Combinados con las mencionadas dramatizaciones encontramos los testimonios a cámara de una nutrida nómina de expertos, entre ellos actores de la talla de Judi Dench y Brian Cox; a fin de cuentas, no hay intérprete en lengua inglesa que se precie que no haya pasado por la prueba de fuego del texto shakesperiano. Lo mismo debería poder predicarse en el caso de los nuestros y, por ejemplo, Lope de Vega. Otro gallo nos cantaría.

En aras del rigor histórico —y del sentido común—, se elude cualquier tentación cuestionadora de la identidad del genio, detalle en absoluto baladí, habida cuenta de que hasta hace no tanto —echen un vistazo, si no, a Anonymous (ídem, 2011)— estaba muy de moda jugar al Quién es quién en torno al autor de las obras «atribuidas a Shakespeare». Al contrario, sus responsables se acogen —a mi juicio, atinadamente— a la navaja de Ockham, principio según el cual «en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable». Así, a la pregunta, habitualmente alegada por los escépticos, «¿cómo pudo el hijo de un guantero convertirse en la mayor gloria de las letras inglesas?» se responde con naturalidad que no sucedió de la noche a la mañana, sino previo paso por todos los estratos del mundillo teatral, empezando como tramoyista, hasta acabar erigiéndose en dramaturgo de gran éxito, predilecto del pueblo y de la corona.

Asimismo, se nos revelan detalles de su peripecia vital que cabía sospechar —los recelos que un tipo sin más formación que una escolarización a priori sumaria despertaba en escritores de procedencia universitaria como Marlowe, Kyd o Greene— y otros bastante novedosos, tales que el pleito con Lady Russell a cuenta de la abortada construcción de un teatro en Blackfriars y las fuentes de inspiración para los personajes de Falstaff y Bardolfo, de parentesco evidente con dicha señora, no se sabe bien si causa o consecuencia de un litigio que casi le cuesta a Shakespeare la ruina, y no sólo económica.

En conclusión, si tienen la posibilidad de echarle un vistazo —insisto, y lamento, que remota; ojalá alguna plataforma de las mayoritarias se hiciera con los derechos—, no dejen escapar este documental en tres partes que se engalana con una conjunción, tan medida como desusada, de concisión, veracidad y sentido del espectáculo. Del gusto del connaisseur y de quien no lo es tanto. Puro Shakespeare, vaya.

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