“Las olvidadas” llegan al teatro para quedarse en un inolvidable abanico de perfiles
Horacio Otheguy / Mauricio Torres.
Las olvidadas, escrita y dirigida por Lara Díez Quintanilla, pasó por Madrid con una serie de funciones en la Sala Mirador, ya finalizadas. CULTURAMAS estuvo presente en uno de los últimos días, y aquí dejamos constancia de la trascendencia de una creación que surgió hace tiempo con otro elenco.
Es este nuestro testimonio de un acontecimiento que, seguramente, seguirá dando de sí en otras salas, otros ámbitos, con una energía teatral de fábula y ensueño, grave, bien documentada, con su punto de grotesco en los límites del humor que nos hace desesperar: carcajada que brota en medio de la amargura, del horror histórico, presente y futuro… en torno siempre a la utilización brutal de cuerpos y mentes de los seres pertenecientes al género femenino: imprescindibles para mantener viva la sociedad patriarcal [bajo mandato de un furibundo dios fálico], obligadas a acatar severas normas para que no tomen vuelo, y tras parir, regresen a la prisión de donde han salido, temidos objetos de deseo destinados a la procreación. Tantos siglos de sometimiento y, tras profundos avances de liberación, se renuevan poderes que creíamos en gran medida eliminados. Vuelven en mascarada de movimientos político-religiosos para que las mujeres se abstengan de cualquier acción que las aleje de su principal objetivo: mantenerse vírgenes en cuerpo y alma.
En este espectáculo, dos mujeres anónimas (B y M) se encuentran en escena sin saber por qué ni cómo llegaron allí, una excusa dramáticamente perfecta para que en escena todo sea posible, y a partir de allí la representación se lleve a cabo en un fantástico juego de roles, ya que a través de una sensacional resolución en el diseño de vestuario, con muy poco se producen precisas transformaciones, y en el menos es más —tan propio del gran teatro despojado de abalorios— despliegue de un talento que envuelve a los espectadores.
«B y M aparecen en el suelo. Abren los ojos. Tienen una importante confusión pero sin
angustia. Es como si se acabaran de despertar de un sueño muy intenso. Entre ellas se
reconocen como si hubieran hecho un viaje largo juntas per no acaban de identificarse.
Miran el espacio. No encuentran las palabras ni el lenguaje.
M- Tu y…
B- Si, ¿no?
M- Pero no sé muy bien…
B- No, no, yo tampoco.
M- Tampoco sé cómo…
B- No…yo tampoco»…
Las olvidadas habla de mujeres anónimas. Aquellas de las que no se escriben libros, ni se realizan pinturas, ni se erigen como símbolo de una determinada feminidad. Son mujeres que han estado allí pero que no las recordamos porque nunca hemos oído su voz.
Nadie las entrevistó jamás. Generaciones y generaciones de maltrato y sumisión en todas las culturas y en todos los estamentos sociales. Miremos donde miremos, mujeres y mujeres y mujeres anónimas, esclavas de los hombres.
La aparición de dos elegantes señoras corona de gloria humorística la sucesión de situaciones diversas. Si toda la pieza lleva el control de las emociones desnudas (de allí las fotografías, como metáfora metateatral, ya que ningún desnudo se produce en escena) con muy bien articulada dramaturgia, hacia la mitad llega este encuentro que es amargo y desopilante a la vez, en el que detrás de la armonía existencial de las “damas” se filtran agudas neurosis…
[…] «B- Es que ¡ya lo tenemos todo hecho! Los hijos casados y con nietos… ¿Qué más queremos?
M- Nada más. Somos muy afortunadas.
B- Mucho.
M- Tenemos unos maridos maravillosos.
B- No hemos trabajado nunca.
M- Hemos tenido siempre servicio.
B- ¡Ay sí! Pero yo con cuatro personas a cargo voy apurada.
M- ¿Cuatro? ¡Si yo con cinco no puedo! Son gente que se les tiene que decir lo que deben hacer, lo que tienen que comprar, cómo y qué quieres que limpien.
B- Sí y, parece que no, pero es.
M- Es mucho.
B- Estar a punto, ir arreglada y bien vestida es un trabajo que no está nada valorado.
M- Decidir y hablar con la profesional de estética el color del pelo, el corte, el peinado, los complementos, arreglar las cejas, pestañas, labio superior, lentillas, maquillaje, joyas…
B- Joyas lo dices muy alegremente: pendientes, anillos, pulseras, colgantes… Y tratamientos para tener la… la…
M- La florecita.
B- ¡Eso! Para tenerla a punto y bien cuidada.
M- De forma, color y olor.
B- Y la ropa interior y ropa de ir a dormir…
M- Y ¿qué me dices de las dietas para mantener la figura exacta?
B- ¡Ay sí! Y organizar comidas en casa para fechas señaladas.
M- ¡Recordar las fechas importantes! Todos los aniversarios y santos de la familia.
B- Estar a punto para las cenas con los jefes o compañeros de trabajo.
M- Decorar la casa…
Silencio
[…] M- Te tengo que confesar una cosa.
B- Dime.
M- Ahora no, ¿eh? Pero me gustaba comerme la espuma del sofá.
B- ¿Cómo?
M- Ya me has oído.
B- ¿La espuma, espuma?
M- Creo que a lo largo de mi vida me he comido el equivalente a dos butacas.
B- ¿Y no lo notaba nadie?
M- Una vez se notó mucho en un cojín y le di la culpa al perro». […]
EXTRACTO DE LA ENTREVISTA A LARA DÍEZ QUINTANILLA EN LA REVISTA TEATROS
¿Cómo surgió esta idea de dramaturgia y qué la empujó a desarrollarla?
La obra está dentro de la trilogía “El vacío de la parcela olvidada”. La primera parte es “Llenando el vacío”, la segunda “Nuestra parcela” y la tercera “Las olvidadas”. Estas tres creaciones nacen de la necesidad de entender alguna cosa sobre nuestra existencia y ponen el foco especialmente en cómo hemos creado las personas dogmas, dioses, leyes, lenguaje y normas y los hemos elevado a verdades universales. En todas las piezas se encuentran repentinamente dos mujeres en un cuadrado sin ningún tipo de información sobre su funcionamiento. Necesitaba que la tercera pieza hablara específicamente de las mujeres, porque somos el colectivo eternamente torturado por la tiranía del machismo. Así que quise acercarme al sentido de la existencia a través de la memoria de las mujeres que hemos sido para aportar luz a las que somos y a las que vendrán.
Algunos ejemplos de grandes olvidadas de nuestra historia que conoceremos en la pieza:
Las mujeres de los conflictos bélicos. Siempre se habla de los hombres guerreros y de las mujeres como causantes del conflicto por amor y posesión, nunca de las que también lucharon o vivieron las consecuencias. Las mujeres clausuradas y dominadas por religiones o dogmas que las sitúan al servicio del hombre. Las amas de casa sean de clase alta, media o baja que han hecho lo que se esperaba socialmente de ellas, girando alrededor del proyecto de un hombre. Las mujeres que se han sumado a la tiranía del capitalismo salvaje, endémicamente machista, que nos vendía libertad y se han destrozado la vida por el camino. Las mujeres que ejercen la prostitución y son requeridas a prácticas de dominación y vejación por hombres. Las abuelas y mujeres mayores que socialmente no se les concede interés alguno.
¿Por qué se han callado las voces de estas mujeres a lo largo de los siglos?
Porque se ha puesto siempre en el centro al hombre. Porque ha habido una única constante en la que la humanidad se ha puesto de acuerdo y es que las mujeres tienen que estar al servicio del hombre y estar por debajo de este. Esta construcción se ha elevado a verdad absoluta y, por eso mismo, la voz, el pensamiento y la mirada de la mujer está en un lugar menor.
Texto y dirección Lara Díez Quintanilla
Traducción del catalán Ana Quintanilla Sanz
Reparto Leidy Gómez, Carolina Sobisch
Ayudantía de dirección Ramon Bonvehí
Escenografía Carles Royo y Gustavo Acevedo
Diseño de iluminación Miki Arbizu y Xavi Gardés
Diseño de sonido Xavi Gardés
Vestuario Catou Verdier
Confección Lluna Albert
Fotografía Maia Alcire
Producción La VOLCÀNICA
Agradecimientos:
Chus Martín, Bàrbara Roig, Miriam Monlleó, Sala Beckett, Sala La Planeta, Lluis Robirola, ayuntamiento de l’Ampolla, Xavi Costas, Adriana Roslin, Patricia Fong, Mireia Illamola, Sergio Bosco, Matias Laney, Esther Melción, Cristina Lopez, Bernat Llaberia, Tecuatro MZS,S.L., Cristina Rota, Ana Quintanilla, Pere Fité, Ignacio Martínez, Jeztoo.