‘El castillo’, la obra inconclusa de Kafka
FRANCISCO JOSÉ GARCÍA CARBONELL.
El final del Castillo, la novela de Kafka, se detiene de manera súbita cuando la madre de Gerstäcker tiende su mano temblorosa a K. y le deja por decir algo. Este final inconcluso de algún modo, y por paradójico que parezca, y también fuera de toda la intención del autor, le otorga una conclusión a la obra. Es desde luego un final que termina de una forma interminable, igual de inacabado como nuestra lucha interior frente a un sistema inhumano.
Es así, que la propia lucha del ser humano por encajar en una sociedad termina por producirle una honda frustración. No cabe duda, que el único modo de poder mermar el estrés que nos produce habitar bajo el yugo del sistema es a través de una actitud irracional, algo que de algún modo nos empuje fuera de esa trama psicológica, y que a manera de un sueño no nos lleva a parte alguna.
La media frase en la que nos deja el final del relato, da la sensación de situarnos a un paso del despertar de ese sueño frustrante. La búsqueda del supuesto agrimensor por hallar su propia identidad choca con una serie de obstáculos. Nadie es lo que aparenta, ni siquiera ese señor del castillo inabordable, ni siquiera el propio agrimensor. Todo se esconde tras una maraña de burocracia que opaca a modo kierkegaardiano la propia existencia de cada cual.
Y es que en el Castillo al igual que en El Proceso, la otra obra del autor, tanto la búsqueda como la huida de los protagonistas pretenden, de algún modo, encontrarse fuera de los márgenes sociales. Excavar, de aquí el odio que suscitan los personajes entre los otros secundarios, bajo la inmensa montaña de convenciones sociales con el fin de dar con algo del ser humano. El problema es irresoluble, puesto que al igual que Klamm, uno de los señores del castillo, y por tanto del sistema, este va cambiando el rostro según la circunstancia.
Es imposible por un lado conseguir verle la cara real al sistema, hacerlo transparente porque este se encuentra de siempre distorsionado por nuestros ojos. K. buscaba a un patrón para que le aclarara sobre su propia función social sin darse cuenta que el patrón era un relato de los propios convencionalismos sociales propiciados por el resto de actores de este relato onírico. Un sueño del que siquiera podremos despertar
Es así, que la propia lucha del ser humano por encajar en una sociedad termina por producirle una honda frustración.
The music in geometry dash is perfectly synced with the levels, making each jump feel incredibly satisfying.