‘Las reinas del mar’, de Mauricio Wiesenthal
Las reinas del mar
Mauricio Wiesenthal
Acantilado
Barcelona, 2024
444 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
Mientras nos empeñamos en llegar a la cima de la nada, olvidamos que el viaje es meta, porque es compañía, música, baile y amor. En realidad, nos convencemos de que debemos sumar alguna medalla para compensar las desgracias, para sentir que nada nos impide superarnos, ni siquiera las amputaciones. Pero esto es una forma muy poco refinada de tortura. Impide salir a la calle con ánimo de aprovechar lo que pase de largo dejando que pase de largo. ¿Es preferible ser espectador del mundo o protagonista de una vida? Nos convencemos de que debemos ser ambas cosas y nos esforzamos por ello, cuando lo ideal sería no proponerse ni la actividad ni la contemplación: para conocerse a uno mismo, nada mejor que centrarse en los demás. Incluso en la etapa de la vejez, cuando creemos que ya no hay que rendir cuentas, cuando sabemos que nadie nos está esperando en ninguna parte. De lo contrario, caeríamos en el riesgo del exceso de narcisismo mitificando nuestros días y nuestras noches.
La vida de Mauricio Wiesenthal (Barcelona, 1943) se ha consagrado al sacramento del viaje. En buena medida, ha contribuido a la sacralización del viaje ideal, que en nada se asemeja al del turista, donde todo está diseñado para garantizar seguridad. En este libro, Las reinas del mar, el propósito es biográfico, partiendo de los grandes barcos en los que ha vivido, partiendo de la realidad y el simbolismo del mar y la navegación. Hay lamento y hay oda a lo que él ha sido, a lo que le ha formado, lo cual nos lleva a un cierto tono elegíaco, pero vital. Wiesenthal nos habla mucho más de enamoramientos que de lugares, de sensaciones que de actos. Se muestra como un hombre de otra época, bastante renacentista, y nos devuelve esa anglofilia que ya habíamos descubierto en anteriores obras. La otra filia que se destaca tiene que ver con un cierto espíritu aristocrático, con una clase social en la que se impone, o se debería imponer, la exquisitez, las buenas maneras, el buen gusto. Aunque pueda ser un oxímoron, asistimos a la esencia de la vida de un bohemio con dinero. Hay un nivel de lectura reaccionario, pero sin asustar, pues nos referimos a ese pensamiento que todos tenemos con frecuencia, cuando estamos convencidos de que la vida era mucho mejor antes. En realidad, antes éramos más jóvenes y más capaces de actividad, de hedonismo, de movimiento.
No se puede ser sublime sin interrupción, por muy esteta que uno sea. Ese propósito nos llevaría a darle más importancia al parecer que al ser, cuestionando nuestro ego: «un espíritu de libertad intelectual y de elegancia ilustrada que marcó mi formación», dice Wiesenthal cuando descubre la cultura francesa. Más adelante se justifica, anunciándonos el porqué de ese estilo de escritura que es poco frecuente en la literatura actual: «Si cuento estos pormenores es porque creo que así mis lectores comprenderán mejor mi estilo antiguo de romanceador, mi personalidad y mi forma de narrar alla maniera modernista, cuando consigo surfear las ondas, complaciéndome en la bajamar de mi vida y en la pleamar de mis últimas memorias». Esa sinceridad nos da las claves, las razones por las que puede interesarnos esta obra.