‘Los últimos tres días de Fernando Pessoa’, de Tabucchi
FERNANDO JOSÉ GARCÍA CARBONELL.
Antes tengo que afeitarme… Así empieza la pequeña obra de Tabucchi Los tres últimos días de Pessoa, haciendo mención a la pulcritud del personaje literario. Es esta la historia imaginaria de un hombre imaginario en un mundo enrevesado de desdoblamientos personale
Pessoa es el poeta del enigma, un hombre que se pierde de vista a través de la creación de otras vidas, y que ahora, en esta obra, se despide de todas las personas ficticias en las que se imaginó en el entrecruzado de su vasta escritura. Sus heterónimos se acercan a despedirlo, a darle empuje y, cómo no, a sobrevivirle.
Antes de que a Tabucchi también le llegara sus últimos tres días, aquejado por un cáncer terminal, el autor italiano había dejado dicho: “El hombre es una criatura estúpida porque atisba una pequeña idea relacionada con la inmortalidad y quiere pensar que no morirá nunca”. Esa es la mayor desilusión que experimenta la persona cuando se acerca a las postrimerías de su propia muerte, el duro sentimiento del fracaso de la vida frente al abismo de la nada. Más allá de nosotros mismos solo nuestras obras se vuelven espíritu y nos trascienden, por lo demás, y como se dice el Pessoa literario en esta obra mientras charla con Caeiro, uno de sus otros yo: “La vida es indescifrable (…), nunca hay que preguntar, nunca hay que creer, todo está oculto”.
Así, la vida se nos regala a modo de gracia. Esta surge de una oscuridad que no puede ser pervertida para quedar acomodada a nuestras ilusiones. Desde ese miedo a lo impredecible al que nos arrastra el mismo vacío de la muerte, el ser humano intenta iluminar de manera inútil su futuro, de calcularlo o construir un nuevo orden permanente. Toda acción que tienda atar al ser humano en una utopía está llamada al fracaso, pues toda perfección lleva a imponerse contra nuestra autonomía y nuestra libertad de elección en un mundo con tan distintos caminos. La poesía presenta frente a la prosa ese punto oscuro que no se puede atrapar, que es incontrolable, que nos muestra como seres imperfectos.
De esta forma, Pessoa ya en su lecho de muerte, y frente a frente con la propia muerte, vuelve a invocar a los dioses de la naturaleza y apartar, de este modo, cualquier relación personal con ese dios absoluto, síntoma del miedo, y que hasta ahora había anestesiado los propios temores del hombre. Tabucchi pone en boca del poeta:
“… los dioses volverán, porque toda esta historia del alma única y de un solo dios es algo pasajero que está a punto de terminar dentro de los breves ciclos de la historia. Y cuando los dioses vuelvan los hombres perderemos esta unicidad del alma, y nuestra alma podrá ser de nuevo plural, como quiere la Naturaleza”.