‘El humor judío: Una historia seria’, de Jeremy Dauber
RICARDO MARTÍNEZ.
Habremos de entender que este libro nos habla más bien de ejemplos tomados de la realidad, de situaciones personales, sociológicas, concretas, donde se pone de manifiesto esa realidad no tanto del humor judío, tal vez, sino de la visión o interpretación que la inteligencia judía, la condición de judío deduce de la realidad (en la que vive imbricado de una manera eficiente y entregada)
Con ejemplos concretos de la posible verosimilitud; por ejemplo, el siguiente chiste, que suele situarse en la Alemania nazi: “Un camisa parda detiene por la calle a un judío y lo desafía: ¿Quién tiene la culpa de la decadencia de Europa, eh? Los judíos, responde el judío, que no es tonto y sabe de que pié cojea (no calza, tal vez, como se lee) el otro, y los ciclistas. ¿Los ciclistas?, ¿A qué vienen los ciclistas? ¿A qué vienen los judíos –replica el judío?”
Los ejemplos de inteligencia –para el caso de inteligencia sobreviviente, tomada la realidad cruel con sentido del humor-ironía, acaso por hacerla más llevadera- se acotan de un modo eficaz, también, en Lion Feuchtwanger, un notable escritor judío alemán que se opuso a Hitler desde el principio; él incluyó los ataques a su hogar y su propiedad en el largo e irónico inventario que ofrecía en su ensayo cómico ‘Balance de mi vida’: El escritor L.F. cometió 22257 pecados veniales, consecuencia principalmente de la indolencia y de una búsqueda un tanto flemática del placer (…) Cuando los nacionalsocialistas llegaron al poder, poseía 28 manuscritos, 10248 libros, 1 auto, 1 gato, 2 tortugas (a saber el simbolismo de estos animales, si hubiera de considerarse), 9 macetas de flores y otros 4212 objetos que fueron debidamente destruidos, aniquilados, perdidos o sustraídos de alguna otra forma cuando los nacionalsocialistas saquearon su casa.
Lástima del escaso sentido del humor (inteligencia viva) de los políticos represores.
La didáctica transita con rara disponibilidad por todas estas páginas, fruto de un trabajo ímprobo, exhaustivo, acerca de una idea del mal llevada hasta el extremo más rechazable, pero, al fin, realidad de los hombres entre los hombres, para el caso con los judíos como víctimas.
Se aprende el sentido de la realidad, el sacrificio, la inútil ceremonia de la celebración de una dominación bárbara contra un pueblo como el judío que siempre ha querido defender su idiosincrasia –en la actualidad, por desgracia, puesta en trágico entredicho por numerosas instituciones internacionales por causa de su propia actuación beligerante contra los palestinos. Siempre Hobbes, siempre el animal hombre contra el racional hombre.
Como, tratándose del pueblo judío resulta inevitable aludir a la Biblia, a las escrituras, sirva como colofón este magnífico pasaje (p. 201) “El filósofo inglés, que conocía bien a Platón, también era un lector sutil y cuidadoso de la Biblia, y no es de extrañar que en su concepción del humor hayan influido en buena medida algunas escenas de las Escrituras. Pero, como correspondía a un perfecto defensor del statu quo, se centró exclusivamente en un lado de la ecuación: el sentido del humor del fuerte. En los capítulos anteriores ya nos hemos referido a esa risa desdeñosa, tan común en la Biblia (crónica ella, dígase también, de tantos relatos trágicos)
El libro, al fin, resulta de una gran fecundidad ejemplar y su lectura, múltiple, se hace llevadera por cuanto está muy bien escrito, algo de agradecer cuando se alude a uno de los episodios más desgraciados de la historia moderna de la humanidad.
Acaso, al fin, el lector concluya: no a la burda opresión, reiterada, de un pueblo sobre otro. Hagamos, al contrario, digna la libertad.