“El color de la distancia”, de Carlos Murciano
Por Jesús Cárdenas
El soneto es protagonista en la interpretación temporal de la obra de Carlos Murciano (Arcos de la Frontera, 1931). Autor de una amplia obra poética, de las más extensas del grupo del 50. Entre otras distinciones destacan el Premio Nacional en 1970, con Este claro silencio. En 2000, fue distinguido con el Premio Internacional Atlántida por el conjunto de su obra poética. En 2015, se otorgó el Premio Nacional de Bibliofila a un volumen que incluía los sonetos, Amantes Celebres, amor más allá de la muerte. A la poesía hay que sumarle otras tantas publicaciones de novela corta, relato, ensayo, traducción y crítica. Es, por ello, por lo que debemos de felicitarnos encontrar en la colección de poesía Erato, El color de la distancia.
Como reza el subtítulo, Antología 1977-2022, son casi setenta años, toda una vida dedicada a la escritura poética. Encargado del prólogo y selección su hijo, Jorge de Arco. Es precisamente este quien define el devenir lírico:
un escritor cuyo discurso aúna tradición e introspección, que condensa su conjetura existencial y descifra su personal universo como tejido afectivo, historicidad temporal, irredento tránsito.
En los primeros libros, como deducimos de la muestra presente, la memoria ejerce como componente intransferible de identidad. Somos al recordarnos. Así, en los primeros versos recogidos en el volumen: “Nadie regresa a nada, nunca, nadie. / Nadie es el mismo nunca. / Estar ausente te deforma el rostro, / te cambia el corazón, / te salpica los ojos de ceniza. / Otro regresa”. Como vemos, no sólo sonetos escribe Carlos Murciano, sino que emplea el verso libre, sonoro en determinados momentos, apoyado también en el ritmo endecasilábico.
Hay en las “Notas para una poética” que nos regala el propio Murciano en forma de máxima. Tres aspectos que el lector halla también en sus poemas: la precisión, la claridad y el misterio. A ellos sumemos quizá el más relevante que se piensa porque existe: la tensión que imprime el escritor arcense al someter al lenguaje escrito y conducirlo hacia la distinción alejado de la práctica del lenguaje hablado; ambas prácticas se tensan hasta lograr un discurso caracterizado por su fuerza lírica. Es hermoso el terceto climático con el que concluye el soneto “Calavera”, dedicado a Juan Van-Halen, publicado en el 78, pero tan atemporal: “Pasa la tarde, no la muerte. Presos / en su desnuda cárcel, polvo muerden / los blancos dientes que mordieran besos”.
El tono nostálgico o melancólico se percibe en esta gavilla de poemas. En la práctica del poema extenso (sesenta versos) fluido, libre, destaca el dedicado a la lluvia de Madrid, que lleva como nota “31 de diciembre” o el extenso (unas ochenta versos), noctámbulo, con hallazgos surrealistas interesantes, “Los perros”: “Atrancan puertas y ventanas, ganan / la oscuridad / y se arrebujan bajo las mantas. // Después vendrá la noche con sus túneles”.
Varias son las muestras de las distinciones logradas por Carlos Murciano, Historias de otra edad fue Premio Leonor, por ejemplo. Una de las composiciones rimadas incluidas de origen renacentista, a demás del soneto, destaca el serventesio. Cuando se encadenan contribuyen al deleite estético: “Desconfía de ti, de los que claman / en el desierto de las multitudes. / Oye sus negras voces que te llaman / desde una larga fila de ataúdes”. Tras el encanto prosódico se revela un pensamiento identitario, una declaración cuyos principios morales deberían abanderar todas las generaciones. La desconfianza ética da paso a la espiritual, y esta encauza la generada por el propio asombro del lenguaje hasta hallar el poema, como puede verse las composiciones sin titular pertenecientes a la entrega de 2011, Algo tiembla, que representa, con seis composiciones, una muestra destacada en esta antología: “Miedo cerval y cándido / de quien lo puede / todo, / porque conoce cuánto de dios falso, / cuánto de barro y de ceniza guarda / su pobre criatura”. En la conciencia de estas propuestas éticas, de huella unamuniana, nos acerca a otros poetas de los cincuenta como José Ángel Valente, Claudio Rodríguez o José Hierro.
Trascienden los sonetos en la obra de Carlos Murciano en las últimas páginas que titula En la esquina más ultima, escritos en 2021, del que espigamos el terceto final: “Vivir: lanzar al aire una moneda. / Verla rodar hacia el mañana, espanta. / De lo que fuera ayer, ya nada queda”. Tanto la vertiente tradicional como la voz personal se aúnan sinérgicamente en la trayectoria del poeta Carlos Murciano, lo que hace especial hincapié en la actualidad de su poesía. Formulado con las palabras de Emilio Lledó: “porque bajo la forma de escritura todo tiempo es ya futuro, a la espera de un posible lector”.