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‘Mathilda’, de Mary Shelley

JOSEP MASANÉS.

Elegí leer este libro con muchas ganas, no en vano Frankenstein junto con La Odisea es algo así como un elemento mítico de mi infancia, después de haber leído durante estas últimas semanas dos clásicos, El violín de fayenza, de Champfleury, y Las Encantadas, de Melville, que están entre las mejores lecturas de estos últimos meses. De algún modo, en mi madurez, me encuentro reconciliándome con los clásicos de los que llevo prácticamente toda la vida huyendo.

La protagonista de Mathilda (Nórdica Libros) cuenta la historia de su padre, el cual se casa muy joven y al cabo de poco tiempo tiene una hija, que es la protagonista, y fallece la madre, lo cual lo suma en una gran tristeza y hace que él parta a Europa y deje a la niña al cuidado de una tía.

Una de las cosas más sorprendentes del libro es la extrema juventud de su autora, tanto en la escritura de este libro como en el de Frankenstein, así como la notable formación literaria que atesoraba con esta corta edad y también de conocimiento de muchos de los secretos de la vida. Mathilda fue escrita por Mary Shelley con tan sólo 23 años. Fue la esposa del poeta Percy Shelley, con quien tuvo un amor adúltero cuando ella era una jovencita de tan solo 17 años. La mujer de Shelley se suicidó y los amantes se casaron y estuvieron en Italia y en Ginebra junto con Byron y Polidori cuando construyó la historia de Frankenstein, y luego Percy murió en un naufragio en las costas italianas quedando ella viuda con tan solo 25 años. El padre de Mary Shelley era un filósofo anarquista que la crio solo, pues su madre, filósofa feminista, murió de fiebres puerperales, es decir, que su biografía es propia del argumento de una novela del período romántico.

Mathilda no vio la luz en vida de la autora pues el manuscrito quedó en manos de su padre que consideró que el texto podía ser malinterpretado por los paralelismos con la biografía de la autora. La cuestión autobiográfica creo debe interpretarse en el sentido que sus experiencias vitales sirven de modelo para distintos aspectos de la construcción de personajes y conductas.

Se trata de una novela corta dividida en doce capítulos en que la protagonista se dirige a un querido amigo para expresarle que, en la medida en que no piensa vivir un invierno más, quiere contarle el motivo de su tristeza y de su desasosiego.

Una novela de una cadencia, de una ambientación, claramente romántica, históricamente romántica, y que es un deleite para la inteligencia y, como ya ocurre en Frankenstein, con unas firmes y profundas bases filosóficas en los mitos griegos, y en asuntos de una dureza y una complejidad que a veces pretendemos obviar y que constituyen parte de los impulsos humanos que reprimimos.

Debe advertirse que esta novela no deja de ser la novela escrita por alguien de las clases más acomodadas de la sociedad, gente que en sus ratos de ocio, aparte de disfrutar de la naturaleza durante el día, pasan las noches leyendo poemas de grandes clásicos o tocando el arpa, y por tanto una obra que refleja el ideario y el pensamiento de las personas más acomodadas de la sociedad, aunque en este caso se trate de una mujer y, por tanto, uno de las pocos casos en la historia de la literatura anterior al siglo XX de mujeres que triunfan en la literatura y que ha llegado hasta nuestros días, pero, para entendernos, es como si una hermana de Tamara Iglesias o de doña Leticia escribiese una novela sobre la sociedad que la rodea.

Mathilda refleja muy bien lo que en ocasiones se produce por parte de los hijos que son abandonados por los padres y que proceden a hacer una idealización del progenitor y a encontrar siempre algún motivo, alguna justificación, para acto tan temerario y cruel.

Una literatura que tiene todos los tópicos románticos: la naturaleza, la muerte, el amor, la desesperación, y, de hecho, los personajes pueden pasar de una línea a la otra de la tristeza a la alegría y nuevamente a la tristeza y otra vez a la alegría. Un texto con un número mayor de lo habitual de signos de exclamación y de interrogación y con muchos verbos y adjetivos referidos a los sentimientos de tristeza y alegría. Una novela que tiene todas las marcas del romanticismo, en este caso, del romanticismo inglés.

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