‘La historia de amor del señor Gilfil’, de George Eliot
CATALINA LEÓN.
Mary Ann Evans había nacido en las Midlands, esa zona del Reino Unido de la que habla en sus libros D. H. Lawrence, el escritor que descubrí con pocos años y del que aprendí algunas cosas imposibles de explicar. Allí, en South Farm, Arbury, condado de Warwick, en una familia de la clase media rural y de fuertes convicciones evangélicas, nació y se crió esta escritora que, tras pasar por un colegio de primera enseñanza, estuvo en un internado hasta que a los diecisiete años tuvo que volver a su casa por la muerte de su madre. Ese era el destino que le esperaba. Cuidar de la casa, de la hacienda y de su padre.
Pero, de forma autodidacta, Mary Ann estudió griego, latín, alemán, italiano y adquirió una formación inaudita para una mujer de su tiempo. Y para un hombre, añado. Y para cualquier persona de cualquier época, me parece. Tras viajar por Europa durante dos años se dedicó a realizar reseñas de libros en la revista “Westminster Review”, hasta que, en el año 1856 comenzó a publicar libros con el pseudónimo que la haría famosa, George Eliot.
Entre esas publicaciones están “Amos Barton” y en 1857/58 “Escenas de la vida clerical” que salió en formato libro. Dentro estaba “La historia de amor del señor Gilfil” que se publicó antes de forma anónima en la revista literaria “Blackwood’s Magazine”. La serie de obras que continuó publicando sigue con “Adam Bede” de 1859, “El molino junto al Floss” de 1860, “Silas Marner” de 1861, “Romola” de 1863, “Felix Holt, el Radical” de 1866, “Middlemarch” de 1871/72, “Daniel Deronda” de 1876, “Las impresiones de Theophrastus Such”, de 1879 y otros textos dedicados a ensayos y, en menor medida, a la poesía. Seguramente “Middlemarch” es el que más repercusión ha tenido entre el público y la crítica y la obra más conocida de la escritora.
En “La historia de amor del señor Gilfil” se cuenta la historia de Caterina Sarti, una niña italiana que es huérfana y a la que acoge una aristocrática familia que la cría en Inglaterra. Dos jóvenes muy distintos aparecen en la vida de la muchacha, uno de buenos sentimientos y otro que va a jugar con ella y a engañarla. Una especie de irregular trío que le da emoción y duda al relato. Es una historia, por tanto, de desesperanza y de salvación, porque la tristeza ocasionada por uno va a ser paliada por la ayuda del otro. Una historia cotidiana, si nos fijamos, y que la autora cuenta con su particular estilo directo y realista, más allá de exageraciones y adornos, dando primacía al modo de ser de los personajes y a aspectos como la educación del carácter o las conveniencias sociales. Aquí estaban gran parte de sus preocupaciones personales.
La obra de George Eliot está caracterizada por la sensibilidad, por realizar certeros retratos de la vida de la gente sencilla. Fue una racionalista que se alejó de las creencias puritanas que había recibido de niña y que se cuestionó aspectos de la vida que la situaron más adelantada a su tiempo que el resto de escritores de la época. “Middlemarch” una de sus obras más representativas, se subtituló como “A study of provincial life”, dando así muestras de su apego a la tierra, de su forma de acercar la vida cotidiana a los libros, de la misma manera en que lo hacía, por ejemplo, Jane Austen, maestra de todas las narradoras inglesas.