“La Mesías”: Arte y emoción
Por Gerardo Gonzalo.
Hace ya unos cuantos años, fui a un teatro de Madrid (concretamente el Lara) a ver una obra que estaba dando mucho que hablar. Su título, La llamada, y debía ser el año 2013. Yo por aquel entonces no sabía quién era ni Javier Ambrossi ni Javier Calvo. La obra me agradó, me pareció original esa forma de mezclar música y religión, con un fondo de reivindicación por la libertad, desde un tono lúdico, pero que trataba a la vez cuestiones de cierto calado y hondura.
10 años después, Los Javis son unos personajes populares. Por un lado, por su presencia en medios, donde despliegan una simpatía y desparpajo, con la que personalmente empatizo. Pero sobre todo, han realizado películas y series que les convierten en unos de los referentes de la ficción española actual. De hecho, muchos dicen que son el futuro.
Me sorprende ver en Wikipedia las edades de esta pareja, 39 y 32 años. Quién lo diría después de ver La Mesías. estrenada hace poco en Movistar. Una obra tan madura, tan rotunda y tan excepcional. Una evolución de La llamada al infinito, que más parece la culminación de una carrera o el compendio de todo un viaje artístico, que una obra hecha por dos tipos tan jóvenes, con un talento fuera de lo normal y que además tienen todo el futuro por delante.
Pero, ¿Qué es La Mesías? A esto puedo responder de dos formas. La más académica, diría que se trata de una miniserie de 7 episodios que nos cuenta, en diferentes planos temporales, la historia de una familia que deriva hacia un fanatismo religioso extremo. Si tuviera que dar una explicación más personal, lo que diría es que La Mesías es una ficción única y estremecedora, capaz de sacudirte a través de la emoción, llevándote por caminos que nunca esperas. Siendo aún más concreto y categórico, La Mesías, es en mi opinión, una obra magna de la ficción, que desde ya debe estar entre las mejores series españolas (o más) de la historia.
Es evidente, que una afirmación tan hiperbólica, debiera derivar en otra pregunta ¿Por qué? Voy a intentar analizarlo, aunque sé que me quedaré corto, ya que La Mesías discurre por senderos poco transitados y recurre a emociones aletargadas, que la convierten en una rareza tan indefinible como fantástica.
Hay que reconocer que la serie no se muestra desde el principio. De hecho, a quien se la recomiendo, procuro prevenirlo de su primer capítulo. No por su falta de calidad, ni porque tenga algún problema concreto, pero Los Javis, en una decisión acertada, sueltan al espectador con el tren en marcha, con la irrupción de un protagonista al que vemos roto por dentro, un lugar extraño, unos vídeos de youtube, extraterrestres, … En resumen, toda una amalgama de elementos que de primeras, el espectador no abarca a entender, pero que son la base sobre la que se va a ir sustentando un relato que gira sobre sí mismo, que salta temporalmente, construído como un rompecabezas emocional, sobre la peripecia vital de unas personas que han vivido una experiencia fuera de lo normal, que les ha quebrado.
Porque una vez que se fija el relato y percibimos el camino que se está transitando, el viaje que nos propone nos lleva al extremo. La indignación, la empatía, el drama, la comedia, la música, pero sobre todo la emoción, por lo que han vivido los personajes y la intriga por saber cómo se ensamblan todas esas piezas del rompecabezas.
Así surge otra pregunta ¿Cómo lo han hecho? También es difícil contestar a esto, como es complicado describir lo superlativo, lo diferente,…. aunque yo creo intuir algunos soportes ocultos, alguna educación visual, que ha podido ser el magma de este monumental estallido.
Tengo que volver a mi juventud, para recordar una sacudida emocional de este tipo. Algo que más allá de ser bueno o malo, te haga estallar la cabeza. Y me acuerdo de Rompiendo las Olas (Breaking the Waves, 1996) de Lars Von Trier. También había un elemento religioso, también estaba la música como elemento vertebrador, se intuye algún homenaje explícito y me recordaba a mi mismo, como espectador, hace muchos años, sacudido, sobrecogido y desconcertado. Pero es que se nota que Los Javis han visto también a Sorrentino, Haneke y a Lanthimos, … y también a Dolan, pero no para hacer un pastiche de lo mejor y más original de cada uno, sino para convertirse ellos mismos en otro engranaje de una cadena de autores excelsos, en una evolución que transita otras vías inéditas y que los hace también singulares respecto a estos.
En ese cómo, es también fundamental la banda sonora, la elección de las canciones, el sentido y peso de cada elemento musical en el desarrollo de la trama (por cierto, que bien metido está “Absolute Beginners”, de Bowie) alternando la grandiosidad de algunos momentos sublimes, con la perpetración de canciones y números musicales infames. El cielo y el infierno musicales están ahí, Bowie frente a Stella Marris, Gene Kelly frente a los bailes de las hermanas. Fanatismo contra la razón. Fé o vida.
Pero el cómo también precisa de una realización que en lo técnico resulta extraordinaria. Hay algunos planos secuencia excepcionales, movimientos de cámara audaces, encuadres portentosos, momentos antológicos, experiencias sensoriales, inmersivas, IA, …. Todo denota una planificación milimétrica y un trabajo, me imagino que extenuante, para poder ver y transmitir lo que apenas es descriptible con palabras. Una invención única
Pero sobre el cómo también acaba incidiendo el ¿Quién? Y es que esta carga emocional, esta experiencia, sólo puede llevarse a cabo con unos actores que vayan más allá de la interpretación, para apelar al sentimiento del espectador a través de una historia de consecuencias personales incalculables. Y todos están estupendos, quizás podría nombrar a Ana Rujas y a Lola Dueñas, y también a los hermanos en sus diferentes edades. Muy bien dirigidos, resultan conmovedoras las interpretaciones de los niños y eso requiere una sensibilidad y trato emocional especial por parte de los realizadores. Punto y aparte merece el único actor que permanece invariable con el paso de los años en la historia, Albert Pla. Recuerdo verle por primera vez en A los que aman (1998) de Isabel Coixet, y más allá de apariciones episódicas, no ha sido hasta ahora, 25 años después, que Pla tiene otro papel tan relevante. ¡Y cómo lo hace! Otra vez el cómo. Lo que interpreta Pla, parece que es algo que está destinado solo para que lo haga él. Parece que hay dos tipos de personas en el mundo, Albert Pla y el resto. Perturbador, cruel, patético, introvertido, tenaz, impasible. Él ensambla la serie, él crea la deriva, marca la inflexión y alimenta el desvarío. Es la sala de máquinas del fanatismo y a diferencia del resto, permanece siempre en el camino, en la deriva. Nunca duda, ni se desvía, ni flaquea un solo momento. Un hallazgo de Los Javis, pensar en él, crear este papel con este intérprete, una auténtica genialidad.
En resumen, una obra excepcional, que me ha emocionado. Me da un poco igual que el último capítulo pueda suscitar alguna duda, o que quizás la pata de la ufología, del supuesto contacto extraterrestre, quede algo coja. Yo, que soy un espectador muy curtido en series y cine, he vuelto a sentir ese relámpago de las primeras veces. Esa experiencia iniciática que vives intensamente y que no sabes por dónde va a salir. Incapaz de atisbar qué será lo siguiente que ocurra y arrastrado por la corriente de un torrente, del que lo mejor que puedes hacer es dejarte llevar, rumbo a lo desconocido, en este caso, rumbo a la emoción. Así me he sentido viendo La Mesías, como esos niños que por primera vez en su vida ven una película y descubren la música y el baile viendo Cantando bajo la lluvia.