‘Matilde’, de Angelique Pfitzner
MARISA ARIAS.
El principio de esta preciosa novela histórica costumbrista arranca con esta frase: “Aprendí que la libertad no necesita alas para volar solo jaulas que olvidar”. Aquí se cuenta en primera persona la historia de Matilde que habla de su pasado y desde su presente -ahora con noventa y siete años- nos enseña un mundo muy diferente.
Su autora Angelique Pfitzner nos lleva a la España de 1929 y llegará a los años 2000 con una narrativa tan bonita y sencilla que llena y emociona al lector. De la mano de su protagonista, Matilde, nos da la visión más sensitiva de la vida.
Su gran descripción mantiene viva la lectura y nos transporta a muchas épocas y a muchos lugares. Y junto con el marco histórico-social nos hace viajar por los años captando el día a día, el interior y todo lo que le rodea de forma completa y emotiva, gracias a su gran documentación.
Las mujeres que estuvieron en esta situación como Matilde, se sentirán muchas reflejadas, porque aunque ella habla desde una sencilla habitación de su residencia geriátrica, hace crecer en los corazones del lector y de estas mujeres poco a poco, pasiones, recuerdos y emociones arrancados del pasado y traspasados al alma de todos y cada uno de nosotros. Porque nos sentimos, más tarde o más temprano, identificados de alguna forma con Matilde.
Este libro nos lleva en concreto a Andalucía pero puede ser de cualquier rincón donde uno se identifica y echa sus raíces. La generación de los años 20 era una generación luchadora y trabajadora que no tuvo mucho donde poder elegir y tampoco lo tuvo fácil. Con esta historia se aprende mucho de mentalidad, de circunstancias, de lucha, de valores, de perjuicios, de consecuencias…en suma de todo, en una España llena de momentos duros donde un jornal a tres pesetas nos ha conducido a los euros. O del reinado de Alfonso XIII al de Felipe VI.
Ya han pasado casi cien años de estos recuerdos en nuestras manos como un auténtico informativo o nodo de televisión de los de antes lleno de obligaciones, miedos, sacrificios, impulsos guardados, silencios, emociones reprimidas, hipocresía… todo lo que se guardaba bajo llave en un cajón o como en una gastada maleta que viajaba de un lado a otro en un antiguo vagón de tren. Pero ahora es el presente y viviremos para contarlo y entenderlo. Porque tal vez alguien en el futuro, deje un ramo de flores sobre la caja o lápida de despedida mientras le viene la imagen de ese él o ella. De ese su sabio y querido familiar, ahora sin futuro, que ya no está contándote las historias o su vida como preciado tesoro y al que se unió a ti para darte la vida y el amor en un pasado. Ya no estará físicamente, pero sí en alma.
Particularmente me ha gustado mucho la composición del pasado y del presente a la vez, que ha hecho Angelique Pfitzner para Matilde.
Y que conste que si pudiéramos poner en paralelismo una época y otra, el final sería lo mismo: los corros de silla por las tardes y furtivas miradas, contra el facebook o Instagram. Una lujosa piscina y unas hamacas con su césped, contra la pequeña alberca rodeada de olivos y el olor a campo. El visitarse cara a cara en las casas para verse y charlar un rato, contra las videollamadas.
Y a ti futuro lector – yo que he disfrutado con Matilde- te pido esto: “Los baños de verano sin crema bajo el sol, la niñez, los juegos en la calle con los amigos, la juventud, el primer beso, el primer viaje de estudios con tus compañeros, la madurez, los hijos, el presente o sin más los sueños…. no permitas que entren en el túnel del olvido”. Siempre habrá alguien que necesite de otro alguien para seguir escuchando, amando y viviendo.
Este libro trata de eso y está lleno de una gran realidad y de grandes frases que son verdades. Se necesita escribir el pasado, o muchas ‘ Matilde’, como una forma de recuperar el recuerdo ya que la enfermedad y la muerte es la triste viajera por desgracia de Matilde y de cualquiera de nosotros. Pero afortunadamente siempre habrá un mañana y por tanto una esperanza para mejorar nuestro presente.