Sobre la cultura y sus fantasmas
La fuerza y el poder van delante, y solamente después, con el camino asolado por ellos, la verdad marcha plácidamente repartiendo buenas palabras… y las evidencias adecuadas. Y así, la cultura termina siendo aquella que llegó en la mochila de los soldados.
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Ahora los vencedores no esclavizan a los vencidos, les inyectan su cultura: el canon sigue al cañón…y, con ellos, la moda, el quinto brazo del dominio. Parodiando a Rimbaud, se habría podido gritar: “¡Están desembarcado en Normandía! ¡Están desembarcando el canon…!”. Bien es verdad que el canon tiene ahora otras vías de desembarcar y no la fuerza. Ahora ya no se impone con las espadas, los trabucos o las bombas. Ahora simplemente se extiende mediante dosis adecuadas de televisión, series y telefilms. Detrás de la espada y los cañones antes iban los misioneros, ahora van Hollywood, sus telefilms y la Televisión.
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¡Ah!, y el dinero: todo envuelto en el dinero y sus estrategias… Modernamente, creo que la mayor desgracia –quizás inevitable- que le ha ocurrido a la cultura es la de haber caído en mano de economistas y sus estrategias. Desde el empresario que funda una cadena de televisión o un periódico, hasta los informantes de una editorial o el ejecutivo que decide la publicación de un libro, pasando por el director general… En todo el proceso, me parece que los únicos que no están pensando en el dinero son las máquinas y los ordenadores.
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“Las diferentes culturas son diferentes climas espirituales, cada uno de los cuales es eminentemente nocivo o saludable para este o aquel organismo. La historia en conjunto, en cuanto el saber de las diferentes culturas, es la farmacología, pero no la ciencia misma de la terapéutica” (Nietzsche). En efecto; ¡cuántos no han equivocado el momento, y desde luego el lugar, de nacimiento! Por ejemplo, a mí me ha tocado vivir en la época de los ordenadores…, y a joderse. ¡A ver qué terapéutica histórica emplear!
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Ahora se considera un hombre culto aquel diletante que sabe de la tontería última del canon y su cristalización más aparatosa: la moda.
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“Un griego y un inglés tienen una manera de ser bellos que nada tienen en común”, observaba el pintor Delacroix. Y si lo refiriéramos a la filosofía… Y todo porque no tienen en común la manera de ser feliz. Una diferente cultura es una diferente manera de ser feliz.
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Hay que aislarse antes de caer prisionero en la cultura del tiempo. En el garlito del “ambiente” cultural ─de la moda/dinero─ caen hasta las inteligencias más finas. El aislamiento permite sustraerse a ese ambiente y, así, es la condición inicial de una consciencia objetiva sobre la realidad. En contra del sentir común, considero, pues, que únicamente el aislamiento puede dar la perspectiva adecuada para juzgar o, en su caso, ser beligerante, no sólo con los fenómenos sociales generales, sino todos los de carácter intelectual, cualesquiera que fueren. El aislamiento, pues, cumple la misma función de la Historia: juzgar fuera de ambiente, fuera de moda, los productos culturales.
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Un fantasma recorre la Cultura Occidental: la razón está siendo sustituida por las encuestas. Por ello, llama a tu orgullo y di: dadme razones, no encuestas ni estadísticas.
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Siempre me habían dicho que las tres cosas más importantes de la vida eran la salud, el dinero y el amor. Que yo recuerde, nunca me dijeron que fuera la cultura.
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