Forever Van Gogh, un prodigioso musical sin canciones

Horacio Otheguy Riveira.

Música creada por Ara Malikian en muy buenas grabaciones, y en directo, Simón García, excelente violinista para un fresco muy elaborado, con tanta pasión por el arte escénico como por el genial artista que se homenajea, por ello se consigue un río pertinaz de imágenes, palabras y sensaciones que invita a ser navegado una y otra vez. De hecho, este cronista ha conocido gente que ya la vio dos veces y se prepara para una tercera, en un recorrido ideal, propio del mundo del teatro, en cada ocasión desde un ángulo distinto: muy cerca, alejado en el patio de butacas, arriba en el Club…

Chaquetas manchadas de pintura en las butacas: el universo de Vincent presente antes de empezar la función.

La sala entera es Van Gogh por todas partes. Está decorada en clave de la obra, y del notable ritmo del espectáculo se adueña el arte de Chevy Moraday en coreografías para actores-bailarines, con especial lucimiento en las danzas masculinas, cuerpos que dialogan, se enfrentan, ansían reencontrarse y siguen buscando sobre sus propios músculos y trepando por una sorprendente “Pared de pinchos” que forma parte de la formidable escenografía de Alessio Meloni, a través de la cual se dan cita personajes y ensueños, pesadillas de puertas abiertas y fascinantes búsquedas en óleos inquietantes, una y otra vez despreciados.

Alternan el pasado —con muy fantásticos trajes de época de Pier Paolo Alvaro— con voces de nuestros contemporáneos pagando millones en subastas internacionales. El choque de aquella miseria y la exagerada feria de vanidades millonarias en nuestra época transcurre “naturalmente” en este musical cuyas canciones no existen pero parecen abundar, tal la riqueza de la expresión corporal de todo el elenco, la síntesis dramática con riquísimos momentos poéticos o las situaciones clásicas de teatro psicológico, arropadas todas con diversas atmósferas creadas por el diseño de iluminación de Felipe Ramos.

Cisco Lara es un Van Gogh sutil y exasperado, según convenga. Bailarín-actor convence con mínimas o amplias composiciones físicas, mas también con variados registros de voz entre ternuras y gritos que nunca rompen la armonía escénica. A su lado, Felipe Ansola —quien fuera un inolvidable Lobo Feroz y el joven perdido de 24 horas en la vida de una mujer— es Theo, el amado hermano al que protege con la convicción de que es genial y todos los que rechazan su obra se equivocan. Los episodios crueles, la desesperación del pintor reciben el consuelo del hermano-amigo incondicional con un afán biográfico que, sobre todo, es teatro vivo, palpitante, en el que el apoyo de las figuras que se proyectan en escena y las paredes de la sala, se apoya en un uso muy dosificado de la tecnología, que no impide que en algunas escenas solo veamos marcos de cuadros.

Imaginación y riqueza de elementos con una gran capacidad de síntesis dramática que cierra con una danza conmovedora entre hermanos: público en pie con el corazón en la mano. Un nuevo logro de Ignasi Vidal, autor y director, quien además se ha rodeado de profesionales muy sensibles, trabajadores, exigentes. Y un reparto que se entrega generosamente en el difícil devenir de muchos personajes interpretados por un puñado de hombres y mujeres que se mueven bailando, que bailan andando, que dicen y respiran al unísono de la formidable armonía de todo el espectáculo. Con especial aplauso para Tomy Álvarez en un arrebatador Paul Gauguin, fiel interpretación de cuanto conocemos del artista.

Theo y Vincent, Felipe Ansola y Cisco Lara: una hermandad muy sólida en manos de dos sobresalientes actores, en esta ocasión también bailarines. (Foto: Nacho Sweet)

Fotografías: Antonio Castro
Fotografía: Nacho Sweet.

 

 

 

 

 

 

 

Fotografías de Alessio Meloni, el escenógrafo creador de espacios tan potentes como este bosque con Vincent (Cisco Lara) a punto de una acción, y Simón García acompañándole con su violín. Y a la derecha la “pared de pinchos” —al fondo del escenario— por las que los actores-bailarines componen cuadros de imponente colorido.

Paul Gauguin en admirable interpretación de Tomy Álvarez. En breves secuencias, plasmación intensa de la compleja amistad con Van Gogh.
La Compañía (el último a la derecha, autor y director Ignasi Vidal, con las manos en los bolsillos, todavía dándole vueltas a sus ideas). Fotografía: Antonio Castro.

Texto y dirección: Ignasi Vidal

Intérpretes: Cisco Lara, Felipe Ansola, Tomy Álvarez, Paco Morales, Vicky Condomí Alcorta, Tamar Vela, Noelia Venza, Inés Valderas, Andoni Larrabeti, Joaquín Fernández, Mario Glez, Víctor Ramos

Violinista en escena: Simón García

Ayudantía de dirección: Sebastián Prada

Dirección técnica: Pablo Santos

Iluminación: Felipe Ramos

Escenografía: Alessio Meloni

Vestuario: Pier Paolo Álvaro

Coreografía: Chevi Muraday

Música original: Ara Malikian

Producción: beon. Entertainment

Producción ejecutiva: Dario Regattieri

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