Silvia Montesinos: alma mater de la nueva versión de El fantasma de la ópera

Horacio Otheguy Riveira.

De apariencia frágil, es portadora de una sonrisa que expande fortaleza interior y capacidad de ensueño dentro del teatro musical. Traductora, adaptadora y directora asociada del musical de Andrew Lloyd Weber, El fantasma de la ópera, de reciente estreno en Madrid. Aparentemente una reposición, pero en realidad se trata de una versión más interesante que logra resurgir de las tinieblas al protagonista de una nueva oscuridad, aprovechando los avances de las artes escénicas y, al mismo tiempo, de los propios espectadores que hoy asumen puntos de vista creativos que en anteriores montajes se desconocieron.

Para que esta nueva adaptación española lograra un resultado pleno, a su vez aprobado por los exigentes supervisores de la Marca Weber, se necesitó un trabajo muy complejo, minucioso, de Silvia Montesinos, quien ejerce diversas funciones, como por ejemplo, responsable de la Coordinación-Dirección Artística de Letsgo Entertainment, empresa con la que ya participó en siete espectáculos como, por ejemplo, El jovencito Frankenstein, Ghost, La familia Addams, Kinky Boots y Charlie y la fábrica de chocolate. 

Pero detrás de las bambalinas, propias de su papel de Directora Asociada de este Fantasma de la ópera, con su ajetreo entre músicos y actores, junto al director-escenógrafo italiano Federico Bellone… está la escritora que lleva muchos años recorriendo traducciones de diálogos y canciones… Una gran mujer de teatro que escribe en castellano para componer emociones en forma de diálogos y canciones.

Lejos del devenir de los montajes y las representaciones, mucho antes de que todo se pusiera en pie, se aisló para llenar páginas en blanco, internándose en la oscura experiencia de una trama histórica: la de un hombre torturado con capacidad de confundir el amor con una posesión absoluta.

Hora tras hora, Silvia deambuló solitaria por esas sombras con música exigente que indaga en una nueva forma de ver el clásico drama de comienzos del siglo XX, con cinco películas, desde 1925 en el cine mudo, y a partir de 1986 en el teatro en manos de Andrew Lloyd Weber.

Me formé en Teatro Musical en España y fui becada para estudiar dos años en AMDA (Academia de Música y Drama) en Nueva York donde me especialicé en Interpretación en el musical, materia de la que soy funcionaria de carrera y he sido docente durante 11 años en la ESAD (Escuela Superior de Arte Dramático) de Murcia. Paralelamente he estado dirigiendo y adaptando musicales, así como asistiendo y coreografiando para otros directores.

—Primero en escuelas de interpretación…

—Sí, me llevó mi tiempo descubrir que me encantaba el mundo de los actores, pero que no quería ser actriz. De pronto descubrí que me interesaba estar detrás de todo. Texto, dirección, la totalidad del difícil mundo del musical donde se necesita la creatividad y disciplina de mucha gente.

—Tiene usted fama de llevarse muy bien con los intérpretes. De lidiar con mucha paciencia ante divos y otros caracteres.

—Bueno, el mundo de los divos ya no se ve entre nosotros. Podemos tener días buenos y días malos, como todo el mundo, pero los aires de grandeza no se ven. Por el contrario, me fascina la capacidad de transformación de actrices y actores, que además han de cantar y moverse en espacios escénicos generalmente complicados.

—¿Cuál es la fórmula para crear un buen ambiente con los elencos?

—Confianza, buena voluntad y saber escuchar. Sobre todo, el respeto por sus horarios y descansos aportando un riguroso plan de días de ensayo y reuniones para comentar cómo fue la función de la noche anterior, qué fallos y aciertos se dieron. La armonía es un trabajo muy delicado que empieza en casa, es decir, en los que dirigimos.

—¿Con qué disfruta más?

—(Risas) ¡Con todo! Pero si hay que escoger, pues del principio, sobre el papel, y del final, cuando todo se ha unido y el público ovaciona.

—¿También participa en las funciones de este Fantasma en Italia?

—Sí, ya estrenamos en Trieste y pronto se hará en Milán.

—¿También habla italiano?

—Un poco, porque a menudo paso allí semanas, pero la versión teatral es en inglés con sobretítulos. En Italia no se hacen musicales en su idioma, ya que competiría con la ópera, que es un género que aman.

—¿Y sigue habiendo mucha ópera en vivo?

—Mucha. Para los musicales, como se interpretan en inglés, contratan estrellas de Broadway con un éxito enorme. Agotan las entradas con meses de antelación.

Imagen del estreno en Trieste, con la misma puesta en escena que se puede ver en Madrid. Protagonizada por un iraní-estadounidense de gran éxito: Ramin Karimloo.

La canción La música de la oscuridad  crea un momento sublime que ha exigido un minucioso trabajo de traducción al castellano y su adaptación correspondiente desde el punto de vista musical:

«Creo que es la escena más importante para definir a los personajes. Muchas veces se ha tratado como cima sentimental, y sin embargo es de una gran belleza perversa, ya que Christine es una muñeca para las fantasías del músico recluido. En otras versiones se ha banalizado, ya desde el título, como Música en la noche, como si fuera un tema melódico u operístico puramente sentimental. La oscuridad no es la noche, sino un mundo propio creativo y fatalmente posesivo. Y esto creo que es el significado profundo del tema, de toda la obra, para lo cual evité la traducción literal. No fue fácil convencer a la gente de Webber, muy preocupada de que se dijera lo mismo, pues para mí —para nosotros con el director y el productor—, lo importante era que significara lo mismo, aunque se utilizaran otras palabras, la diferencia sustancial entre significar y decir…»

 

Sin duda, la densidad y belleza de la escena ganan en la creación de un ambiente muy distinto, cuya perversidad deviene en gran atmósfera de sensualidad lindante con el terror que para entonces, El Fantasma ya se ocupó de expandir en el célebre teatro de ópera donde irrumpió una noche…

 

En la noche hay tantas sensaciones

Que despiertan imaginaciones

Mudos y perdidos se rinden los sentidos

Suave, lenta

Logra su grandeza

Tierna, cruenta

Logra su grandeza

Tierna, cruenta

Muestra su belleza

Deja de buscar en la luz, la claridad

Y Permítele a la noche revelar

La música que da la oscuridad 

A tus sueños secretos abandónate

Deja atrás lo que fue tu realidad

Y permite a tu espíritu volar,

Sensación que jamás olvidarás.

Melodías salen de tu mente

Te acarician, quieren poseerte.

Puedes escuchar tus deseos palpitar

Es un pulso que no puedes evitar:

La música que da la oscuridad.

El fantasma (Gerónimo Rauch) canta Música en la oscuridad a su idolatrada soprano Christine (Talía del Val): una de las escenas más bellas y profundas de la obra.

 

 

 

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