El polaco, de J.M. Coetzee: autoseducción de una mujer en tiempo muerto
Horacio Otheguy Riveira.
Encandilada por un hombre mucho mayor al que no le encuentra encanto de ningún tipo, una mujer que no asume su derrota matrimonial, se va dejando seducir por una fantasía, una singular autoseducción que la va acercando a quien había decidido dejar de lado. Notable novela corta que discurre por un desolado paisaje femenino a cargo de un personaje que se resiste a reconocer su necesidad de caricias en una vida rutinaria de camas separadas y ausencia de pasiones.
En esta breve novela del sudafricano nacionalizado australiano J.M. Coetzee, un hombre y una mujer se encuentran, atendiendo un compromiso profesional. El escenario es la ciudad de Barcelona, y otros paisajes catalanes acariciados por el mar. Lo que los une en un principio es la música de Chopin, un personaje ausente cuya historia e intensos compases se convierten en una ausencia multipresente.
Witold es un pianista polaco, más de 70 años, y Beatriz, española, en torno a los 50, ocupa un cargo en ambientes culturales. En un principio solo tienen la lengua inglesa para hacerse entender. Más tarde, la forma más esquiva de la traducción será la clave para un último acercamiento entre ambos. Diferencias de gustos, diferencias culturales, diferencias de los sexos: sobre estas tensiones J.M. Coetzee narra lo feliz y lo fallido de este amor a medias desde la perspectiva oscura y a la vez precisa, sincera y aguda de su protagonista femenina.
«9 Dan un paseo por un sendero escoltado por árboles a la vera del río. Es un agradable día de otoño. Las hojas están cambiando de color, etcétera.
—Pregunto de nuevo —dice ella—. ¿Por qué ha venido hasta aquí? Girona… no tiene usted ninguna razón para estar en Girona.
—Todos tenemos que estar en algún lugar. No podemos estar en ningún lugar. Es la condición humana. Pero no. Estoy aquí por ti.
For you.
—Eso es lo que usted dice, pero ¿a qué se refiere? ¿Qué quiere de mí? No me invitó para que venga a oír sus clases de piano. ¿Quiere que me acueste con usted? Si es así, permítame decirle de inmediato que eso no va a suceder.
—No se enfade —dice él—. Por favor.
—No me enfado. Me impaciento. No tengo tiempo para juegos. Me invitó a venir aquí. ¿Por qué?
¿Por qué estará tan enfadada? ¿Qué es lo que quiere ella de él y que él se niega a darle?
—Dear lady —dice el polaco, querida dama—. ¿Recuerda a Dante Alighieri, el poeta? Su Beatrice nunca le regaló una palabra y él la amó durante toda su vida.
¡Dear lady!
—¿Y es por eso que estoy aquí? ¿Para que me informe de que usted planea amarme durante toda su vida?
—Mi vida no es tan larga —dice el polaco.
¡Pobre tonto!, quisiera ella decir. Has llegado demasiado tarde, la fiesta terminó.
[…]
27 Una semana tras la partida del polaco llega un paquete a la sala de conciertos, a su nombre, con estampillas y sellos alemanes. Contiene un CD —su grabación de los Nocturnos de Chopin— y una nota en inglés: “Al ángel que veló por mí en Barcelona. Rogando que la música le hable. Witold”.
28 ¿Le gusta este hombre, Witold? Quizá sí, a fin de cuentas. Le apena, levemente le apena, saber que no volverá a verlo. Le gusta el modo en que el hombre se mantiene recto de pie, recto al sentarse. Le gusta su atención, la seriedad con la que escucha cuando ella habla. La mujer de las preguntas profundas: se alegra de que él lo reconozca. Y le divierte ese inglés, con su gramática correcta y sus modismos defectuosos.
¿Qué le disgusta de él? Diversas cosas. Ante todo su dentadura, demasiado reluciente, demasiado blanca, demasiado falsa».
[***]
«Todavía es temprano. En su playa favorita los grupos de familias no han llegado aún. La única gente por ahí son los aficionados a la natación. Es una extraña experiencia para los dos, que hace unas pocas horas estaban desnudos en la misma cama, contemplarse ahora, semidesnudos, en la luz deslumbrante del sol. ¿Qué es lo que ella va? Que las piernas del polaco son delgadas, casi larguiruchas. Ella espera que él no note la trecería de venillas azules en la parte interior de sus muslos».
¿Por qué es importante Chopin? Porque nos habla de nosotros. De nuestros deseos. Que a veces no son claros para nosotros. Esa es mi opinión. Que son deseos a veces por algo que no podemos tener. Eso que está más allá de nosotros.