Una deontología en/de la Cultura

JESÚS MILLÁN MUÑOZ.

Hoy, se necesita una ética deontológica en las cultura y Cultura, en los oficios diversos de la cultura y en todas las artes, saberes, ciencias, letras…

Un producto cultural equis, tiene un autor o autora, pero alrededor y después, están multitud de oficios y profesiones y vocaciones de y sobre la cultura. Un libro, un disco, una obra de teatro, una exposición, una pintura, una sinfonía, una canción y todas las artes y saberes, está formado y construido por el autor, pero también el empresario o promotor, que según cada saber tiene un nombre, la crítica, directores de revistas, directores de museos, profesores expertos en la rama, articulistas de periódicos, comentaristas, coleccionistas, consumidores de ese producto cultural, etc. Decenas de oficios, cientos de personas…

De ahí, aquella frase que se le atribuye a Picasso, que todo cuadro es firmado por el autor y por su tiempo-época-crítica-etc. Una obra de arte o de un saber determinado, incluso, ciencia o filosofía o teología o gastronomía o fotografía o pintura o libro o artículo periodístico su aceptación, es más su publicación o darlo al público, está formado y conformado por la autoría, pero después, condicionan esencialmente, decenas de oficios, y decenas o cientos de personas.

Por eso, y de ahí, la necesidad, de ser conscientes de esta realidad. Un libro, millones de libros, se quedan en los cajones y así han dormido durante siglos. Acabando perdiéndose. Lo mismo sucede, en el resto de productos culturales de artes, letras, ciencias, filosofías, teologías, cultura en general, etc.

De ahí, pensamos y sentimos y percibimos la necesidad, que una comisión o equipo interdisciplinario cree códigos éticos o códigos deontológicos, en general, de la cultura, o, por ramas o saberes o artes o letras, o cómo quieran hacerlo. El primer código deontológico se le achaca a Hipócrates, médico, maestro viejo de la medicina griega. Desde entonces se han ido creando y criando a la luz de las circunstancias diversos códigos morales profesionales, de diversos oficios y profesiones y vocaciones… Ahora, creo que le llega al turno a los oficios de la cultura, a las profesiones y vocaciones de la cultura. De la cultura en general, de cada una de las ramas…

Puede parecer que esto sería una realidad sin importancia, pero debemos aceptar que quizás, muchos productos culturales, no tienen pervivencia en el tiempo, no se les ofrece la importancia que disponen, porque quizás, las personas que los juzgan, valoran, aquilatan, pueden publicarlos o exponerlos, la crítica, los coleccionistas, etc., no cumplen con algunas normas morales mínimas aplicadas a cualquier oficio o profesión, y, en concreto a la creación o producción cultural…

Quizás, tengamos que pensar, que muchas obras se queden dormidas y desaparecen, porque al final, las primeras selecciones y las personas que lo hacen, no cumplen, con una normativa mínima subjetiva de ética deontológica… Quizás, muchos autores y autoras con potenciales elevados, se quedan en nada, porque nadie les ha apoyado, porque no se han cumplido normas deontológicas mínimas…

Quizás, muchos autores y autoras, de valía, que podrían desarrollar enormemente su trabajo, y llevarnos a todos, cada uno en su oficio o profesión o vocación, a niveles importantes de producción cultural, e, incluso de novedad e ingenio y calidad y maestría, no llegarán nunca, porque no se les dio las posibilidades, no se les dejó entrar en el juego de la cultura, y, sus producciones, no siempre se valoraron con equidad, justicia, liberalidad, calidad, cantidad, etc.

Se ha dado una enorme importancia al autor y autores de las producciones científica, que Copérnico y Galileo y Descartes son esenciales, pero si el tiempo y su momento no les acogen, no les estudian, no les valoran las obras, pues estas pueden quedar relegadas en el olvido, en el silencio, en el ostracismo cultural, etc. Y, he puesto estos ejemplos, porque en parte sucedió algo de esto. Pero evidentemente la ciencia, como diría Popper, dispone de la capacidad de verificación o de falsación.

Pero en los productos culturales de humanidades en general, esto no ocurre de la misma manera como en las ciencias, con lo cual, el juzgamiento y juicio de las personas que están alrededor de ese producto cultural y de esa persona que produce cultura, son esenciales, para dejar que haya personas que puedan correr la carrera cultural, o se les cierra, puertas y portillos, que en la práctica, aunque continúen produciendo. Su producción cultural, no llega a nadie o a casi nadie. Está condenado al silencio, al vacío, al ostracismo cultural, al exilio interior…

Ahora, Internet, ha ofrecido un aire de esperanza en la producción cultural, al menos, en la publicación o exposición o enseñar a los demás. Pero, este fenómeno que hace unos lustros, ofreció un aire de enorme esperanza a muchos autores y autoras, en todas las ramas. Ya, ya muchos, se van dando cuenta, que es cierto, se pueden mostrar y publicar y enseñar.

Pero también es cierto, que en tal cantidad de producción cultural. Cientos de miles de blogs, páginas, webs, redes sociales de una misma especialidad cultural. Pues difícilmente, llegan a un público extenso. No hay tanto tiempo para consumir y percibir y pensar tanta producción cultural. Dicen, nos dicen, les dicen… ¿¡Cuánta obra de notable valía se quedará en los vientres de los ordenadores y perdidas y olvidadas y destruidas en el misterio del tiempo y de la historia…!?

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