«Ritual de la inocencia», de José Luis Puerto
El camino de la transparencia.
Por Asunción Escribano.
Hay un grupo imparable de poetas en España, cada vez más numeroso y mejores sus obras. Son poetas de lo que importa para la poesía, de la verdad que la define y le da forma. Cantan a lo mismo que cantaron los eternos cuya estela siguen desde Homero a Juan Ramón. El autor de Ritual de la inocencia (Reino de Cordelia, 2023), José Luis Puerto, es uno de ellos. Como sus compañeros de fortuna bebió de los mejores cálices en un siglo xx que también fue de oro, y ahora está recogiendo sus mejores frutos en verse reflejado en quienes llegan desde atrás izando similares banderas. ¿Quién se atreve –hablando en serio y más allá del mero cálculo comercial– a decir nada contra la poesía?
Aunque no es fácil ser ni sentir como José Luis Puerto. Es muy difícil escribir ciertos versos, aunque pueda parecer a escritores noveles que cualquier palabra puede escribirse junto a otra. La poesía no es un mejor juntar palabras para que suenen bien. Siempre el lector lo percibe y, en su interior, el juicio está visto para sentencia. Hya versos que tienen vida, y otros que se deshacen en el aire a medida que se leen.
Sin el sueño del hombre no hay poesía.
Sin el sueño del niño no hay poesía…
Así, como un enigma, se muestran los dos versos iniciales del poemario. Parecen ser la idea principal, el reto que subyace a los dos primeros versos del libro y sus dos principales enseñanzas: la primera, que aunque parezca un gesto adulto, la poesía nace mucho antes, donde la inocencia es acunada; y, la segunda, que de que el sueño del niño no se deshaga al llegar a adulto depende la existencia de la poesía. Es por eso por lo que, en otro poema, escuchamos decir a la voz lírica:
Acompáñame hoy,
Niño que fui,
Transmíteme el asombro que aún te queda
Y la inocencia que atesoras.
Como todo poemario de un autor con verdadero estilo propio, entre sus páginas emergen los temas que le preocupan. Se trata de una obra compuesta de variaciones sobre un mismo tema: la bondad del mundo y su funcionamiento a través del amor. Esa es la idea que vertebra este Ritual de la inocencia, y su presencia no se muestra a través de palabras concretas sólo, sino como un leitmotiv que aparece una y otra vez en el poemario, explicitando su lirismo. Así, leemos en “Procura”:
Que siempre arda la luz que te acompaña
Con su claro fulgor.
Nunca olvides la entrega
Como actitud de vida.
Es el pago que debes
A tu estar en el mundo.
Existe en el amor.
Unas pocas palabras se repiten cien veces y su presencia da colorido otoñal a este bosque de versos y palabras: memoria, silencio, melodía y fraternidad. Mas si los temas no son nuevos, las imágenes a través de los que nos los expone irradian una frescura que no desentona con la fuerza y el poder irradiado por esos contenidos primigenios. A veces son hermosos endecasílabos que abren los poemas o que tiran de nosotros hacia ellos: “Sostenerse en la luz es lo que importa”, “Todos los pasos van a su destino” o “Los ciervos amarillos del invierno/ Vienen a mí/ Y lamen en el cuenco de mis manos/ Los cristales hermosos de la sal”. Otras veces, una gran sabiduría socrática –“Pues hay algo que impide la derrota/ Si lo vivido es verdadero”, dice en “En las manos”– y la riqueza de los eternos misterios de la sabiduría perenne que se transmiten para los iniciados en versos como estos de “Aura de lejanías”, que dicen:
La melodía de los montes
Guarda silencio, calla,
Su música es secreta,
Solo para quien sabe,
Solo para quien vive en el silencio.
Son poemas que hablan entre ellos siguiendo el hilo de un monólogo interior de la propia poesía de José Luis Puerto, porque el autor sabe decir, como pocos poetas, un puñado de verdades imperecederas que se van adhiriendo a los lectores a medida que estos se adentran por las veredas de su escritura: “que la muerte no se impone/ Mientras surja en el alba tanta luz”; que “merece la pena convertir en sentido y en fulgor/ Todo aquello que amamos”; que “lo más hermoso/ Es aquello fundado en el amor”; o, como nos dice el autor en el texto que hace las veces de prólogo: “El poeta ha de situarse, al crear, en la perspectiva del inocente”.
Con estas premisas el lector puede o no seguir leyendo, mas nunca sentirá haber sido engañado ante lo que se le ofrecía. De ahí que, sin apenas percibirlo, cuando uno llega al final del viaje y lee –en clara evocación juanramoniana– que “poetizar es realizar un viaje a la transparencia”, el cambio ya se ha producido y el lector emana ya la luz del rito de paso con que el cruce a través de estos versos le ha impregnado. Lo resumen los versos finales del poema “La luz y el frío”:
Con los dones de hoy,
Tengo bastante para sostenerme
Y expresar gratitud
Por seguir existiendo con los otros.
Y, sin embargo, siento que somos nosotros quienes le debemos una gratitud por sus versos que solo una devota relectura puede comenzar a saldar.
Ritual de la inocencia
José Luis Puerto de la Inocencia
Madrid, Reino de Cordelia, 2023
es interesante ver como el arte de la poesia antigua sigue presente en la poesia moderna mostrando toda su esencia a los lectores, una frase es como una cancion puede cambiarte el dia