En defensa del sentido de la estética
Lo bello es concreto, puesto que, como la verdad, tiene sólo un canon posible entre infinitas posibilidades de falsedad o inarmonía. Lo feo (lo desproporcionado y disforme, lo confuso y descompuesto…), en tanto que carece de regla, adquiere formas infinitas y puede ser cualquier cosa, como la mentira y el error, que puede ser cualquier cosa menos la verdad. Por ello lo feo se ha asociado siempre al mal, a lo inarmónico, a la no verdad, mientras que la belleza se ha asociado a lo armónico, a la verdad y al bien; y es por lo que el mal resulta incomprensible para el hombre y es por lo que lo feo en las artes, que en principio buscan la Belleza, resulta incomprensible.
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La búsqueda de esta excepción de la Verdad y la Belleza habrá compuesto el largo camino de la Cultura y sus conquistas.
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Sin embargo, una de las características más notables de nuestra época es la pérdida del sentido de la estética/belleza en el arte, buscando conscientemente –o por impotencia- la confusión, la inarmonía, la fealdad (y sustituyendo la palabra belleza precisamente por la palabra misma de “arte”, que trata de reemplazarla). Naturalmente no pueden pervertir el sentido de la belleza real porque incluso el artista del feísmo elige para su disfrute y compañía -e incluso se casa con ella- a la más guapa de la Facultad según cánones clásicos: a ese prototipo de belleza de toda la vida (y es que en esto necesitan ser auténticos y sinceros consigo).
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Otra cosa es que el canon pudiera haber sido otro. En efecto, ¿qué habría pasado si un orden evolutivo distinto hubiera hecho que la especie desarrollara, por ejemplo, cuatro ojos (o uno, al modo de Polifemo) o quizás unos cuernos o alas, como caracteres diferenciadores entre sexos? Pues que un canon de belleza sobre personas bellas y feas habría seguido funcionando sobre la base de uno o cuatro ojos, alas o cuernos. De manera que nos encontraríamos igualmente bellos mutuamente los individuos de ambos sexos –como los lagartos ven bellas a las lagartas- e incluso lanzarse requiebros con esas otras categorías estéticas –“¡qué ojo más bonito y melancólico tienes!, ¡qué alas tan suaves y sedosas!, ¡qué cuernos más largos y poderosos!”, podrían piropearse- y sus grados de belleza estar en función de la longitud, textura, limpieza, color… de esos atributos. Aparte de que rabos o alas o cuernos, claro está, se habrían convertido en elementos eróticos en esta diferenciación de los sexos.
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Bien es verdad que cada época de la vida individual/social tiene ya de por sí su tipo de (de)formidad física y mental. Y uno hace arte de acuerdo con esa (de)formidad mental correspondiente. (Y ello sin hablar del tipo de deformidades de los grandes períodos históricos).
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Aquí ocurre que en nuestra época se ha roto todo canon… Y, en el Arte, el primer canon que se ha roto es el de la belleza.
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Pensar que el hombre es mejorable hace que pudiera considerarse deseable desplegar una actividad pedagógico/social para redimirlo… Incluso, en este sentido, podría considerarse el insulto al hombre como una forma de catarsis personal y social y un intento de mejorarlo. Hasta aquí de acuerdo (en definitiva es lo que hace mucha literatura y muchas películas). Pero dudo que ésta sea la función del Arte, que debe ser la de la Belleza. ¿…O quizás la Belleza como esa catarsis de lo que el hombre es en su naturaleza? Con lo cual volvemos al principio del problema…
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Ya que el mal no tiene belleza, sólo es posible sublimarlo en el arte. Y en esto quizás podría alcanzarse el Arte Superior: aquel que consiguiera sublimar el Mal con la alegría de la Belleza. Hay algunas obras que casi lo consiguen (El Quijote, La Flauta Mágica y no muchas más). Las otras están bajo la protección de uno u otro dios.