‘Chevreuse’, Patrick Modiano

JOSÉ LUIS MUÑOZ.

Está considerado Patrick Modiano (Boulogne Billancourt 1945) como uno de los mejores novelistas contemporáneos que ha recibido, entre otros numerosísimos galardones, el Premio Nóbel que le fue concedido en 2014. Un pedigrí, En el café de la juventud perdida, El horizonte, La hierba de las noches, Para que no te pierdas en el barrio, Recuerdos durmientes y Tinta simpática son algunas de sus novelas que en España publicó Anagrama.

Sospecha uno que Chevreuse  pueda ser una novela de iniciación recuperada y mejorada por el autor francés. Señala en la contraportada la editorial que lo publica, que se trata de una novela policíaca, lo que puede llevar a engaño a muchos lectores que busquen una trama criminal en donde no la hay, o es tan nimia que se nos antoja leve excusa narrativa. Para mí Chevreuse es un libro sobre la memoria y sus rendijas, sobre la reconstrucción de esa memoria desde el presente que nadie garantiza su fiabilidad porque somos capaces de impostar hasta con nosotros mismos. Modiano escribió el guion de Lacombe Lucien de Louis Malle y Chevreuse bien podría ser el guion de una película de Alain Resnais, del primero, del más brillante e innovador, del de El año pasado en Marienbad, por ejemplo.

Miraba por el tragaluz. Más allá, las ramas más altas de un álamo se columpiaban despacio, y ese árbol la hacía señas. Un avión volaba en silencio por el azul del cielo y dejaba tras de sí una estela blanca, pero no se sabía si se había perdido, si venía del pasado o sí, antes bien, regresaba a él. Metáfora perfecta de lo que es esta novela de Patrick Modiano.

Chevreuse, como Marienbad, es el escenario de la memoria. Jean Bosmans regresa a esa población con dos amigas para reencontrarse con la casa en la que vivió de niño. Recuerda allí a un personaje turbio y escurridizo, Guy Vincent, estraperlista que desapareció sin dejar rastro. Ayudado por su amiga Camille, Bosmans inicia una indagación en sus recuerdos y en la relación que estos tienen en el presente y poco a poco reconstruye el pasado y el misterio que sucedió cuarenta años atrás y está guardado en uno de sus cajones mentales.

El lector puede disfrutar leyendo Chevreuse de una prosa bella en su concisión, descriptiva que huye de la adjetivación: Era una tarde de sol, precisamente y en la luz de abril las siluetas de los transeúntes, el follaje de los árboles, las aceras,  las fachadas de los edificios destacaban con precisión bajo el cielo azul, como si los hubieran lavado a chorros para librarlos de todo polvo y de toda falta de nitidez.

Resulta difícil precisar cómo el premio Nóbel francés consigue armar esa atmósfera misteriosa que preside una novela en la que prácticamente nada sucede. Trabajaba en una oficina. había ido varias veces a buscarla a la primera planta de uno de esos edificios, enfrente de la estación de Saint Lazare, en los que brillan de noche anuncios luminosos cuyas letras multicolores van desfilando sin parar.

Reina en la narración un hermetismo que se traslada también a los personajes fríos, parcos en sentimientos y emociones, de esta brevísima novela de poco más de cien páginas. Desde su primer encuentro, había notado en Camille una gran aptitud para el silencio. La gente, por lo general, dice muchas cosas de más. Apología de un silencio que es difícil encontrar en nuestra sociedad en la que todo el mundo expresa su opinión aunque a nadie le interese.

El viaje en el tiempo a través de la memoria es el eje sobre el que pivota esta novela en la que apenas hay acción y sugiere más que muestra. Detuvo el coche en la calle Docteur Kurzenne. Estaba completamente decidido a entrar en la casa. ¿Qué podía temer al cabo de treinta años? Era Kim la que le abría como ya lo hacía treinta años antes en el piso de Auteuil. Seguía siendo la misma. Sonreía y callaba, igual que esas personas a quienes conocimos en otros tiempos, pero a las que no hemos vuelto a ver en la vida. Salvo en los sueños.

Chevreuse es una novela de iniciación en torno a una búsqueda del pasado, la memoria y sus laberintos; atmosférica e inquietante narración de aprendizaje literario que debe mucho a Alain Robbe Grillet y al nouveau roman. Modiano habla del impulso literario y la novela se puede leer también como un manual de escritura, prodigio de concisión y evocación en esta trayectoria por los meandros de la mente humana.

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